Por Ricardo E. Brizuela – ricardobrizuela@yahoo.es
La moral y la ética se unen en varios puntos pero se separan en vertientes irreconciliables.
Los códigos éticos perviven en la civilización desde los tiempos de Amurabi y tienen como misión el de encasillar la evolución social en reglas que permitan la convivencia de los individuos.
Los Diez Mandamientos son, en su conjunto, uno de esos códigos. Sus contradicciones con la moral fue probada en el tiempo de la conquista. ¿Honrarás a Dios matando a tu hermano para imponer una cultura (la española) a un pueblo sojuzgado (aborígenes americanos)?
El pueblo Aymara (Bolivia, Perú, Chile y Argentina) mantiene su código ético desde tiempo inmemorial y se reduce a tres preceptos: no seas flojo, no seas ladrón y no seas mentiroso.
Al cumplirse ayer 21 de junio la ceremonia willkakuti, el año nuevo aymara, la rebelión de ese pueblo en Perú y Bolivia tiende a manejar sus reclamos apelando a su código ancestral. En los últimos días quemaron vivo a alcaldes de pueblos insertos en esta nación indígena, a los que se acusaba de corrupción. Este es el resultado de la ausencia del Estado (como concepción moderna) que proteja a los más débiles y fomente una distribución mas equitativa de la riqueza en la sociedad.
Hoy la zona del altiplano está en plena ebullición y el mundo haría bien en prestar atención a este tema que proyecta los reclamos de los necesitados que – por un estado de desesperación – hacen uso de la violencia sin límite, amparados en conceptos éticos elementales.
En Sudamérica vuelve a darse este contraste: mientras en Argentina la corrupción de los dirigentes no tiene castigo en pueblos primitivos (¿) cercanos, la justicia es instrumentada por mano propia. Reto interesante para ser resuelto por las democracias modernas.
En tanto, a la entrada del año aymara 512, resuenan en los valles y montañas las últimas palabras de Tupac Katari (
http://home.tiscali.se/ppersonal/ ) antes de ser descuartizado por orden de los españoles por cuatro caballos, el 15 de noviembre de 1781: “A mí solo me mataréis, pero mañana volveré y seré millones”.
Santiago de Chile, junio de 2004.
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