Por Ricardo E. Brizuela – ricardobrizuela@yahoo.es
Desde unas islas rocosas, sin alternativas de cultivos de ninguna naturaleza y frente a un mar hostil, los fenicios desarrollaron el arte del comercio.
Esto ocurrió hace cinco mil años, en un lugar que hoy se disputan árabes y judíos.
Los fenicios nada conocían de la extensión del mundo, ni adonde estaban sus confines. No sabían entonces que con el primer envión que dieron a sus rudimentarias embarcaciones con los remos moldeados a golpes de piedra, estaban inaugurando algo que hoy suena como producto de la era moderna: la globalización.
En aquella época - tres mil años antes de que naciera Jesucristo muy cerca de allí - aquellas pequeñas chalupas salieron cargadas de mercaderías y recorrieron las costas del Mediterráneo hasta dar vuelta el Atlántico, aventurándose en Africa. Llevaban también otro factor importante de comunicación en sus alforjas, suponemos, de cuero: el alfabeto. ¡La gran herramienta de la comunicación!
Nace el intercambio
Riesgo, comercio y comunicación. Tres elementos fundamentales de las transacciones que se sucedieron de allí para adelante.
Hasta las mitologías abrevaron en las aventuras de los fenicios. Hércules y los siete trabajo no son sino remedos de historias contadas siglos tras siglos después de aquellas expediciones.
Sin embargo, esta conexión entre culturas diferentes tuvo un efecto no deseado en la historia: la esencia humana tiñó de ambición los mejores intentos, dando lugar a períodos de expansión y dominio de distintos pueblos. Las consecuencias alteraron el devenir en todo sentido, para bien y para mal. Las luchas que se originaron en la zona donde iniciaron aquellos viajes los fenicios, modificaron permanentemente el equilibrio del mundo, y la región se constituyó en encrucijada de la historia.
La memoria corta de occidente puede dar testimonio de dos de ellas que modelaron el estilo de vida de hoy: las cruzadas cristianas que originaron el más fabuloso enfrentamiento de religiones de que se tenga memoria, y el cierre de la ruta que, por el Mar Rojo, conducía a la tierra de las especies. Esto motivó el viaje de Cristobal Colón. Allí Occidente comenzó a instalarse realmente en el escenario del mundo.
Justamente en estos primeros meses de los 2.000 años del suceso que dividió los tiempos - sin que nunca hubiera resignado su protagonismo - el Medio Oriente y la zona aledaña de Asia, vuelven a marcar a fuego el destino de la humanidad.
Qatar
Y extrañamente, hoy se vinculan allí dos acontecimientos que deben estar en la mira de todos. El primero de ellos es de pública notoriedad, por la difusión que le otorgan los medios: la guerra de Afganistán.
El segundo, tiene características mas recoletas, y son manejadas sólo por un segmento de la población: el encuentro trascendental que tendrán como protagonistas a los asistentes a la IV Conferencia Ministerial de la Organización Mundial de Comercio.
En medio de este conflicto bélico que amenaza al mundo, otra vez en Medio Oriente se centralizarán las fuerzas del equilibrio del comercio. Pero en la misma región, nuevamente, estarán presente la guerra y la paz. La violencia y la razón. La prepotencia de las armas y la dialéctica del intercambio.
En Doha - extraña palabra para Occidente - capital de Qatar - no menos exótico para miles de millones de habitantes del mundo - los representantes de 142 países discutirán temas de transacciones comerciales, e incluso, la aceptación de un monstruo que representa casi el 50 % del mercado actual del mundo: China.
Pero este emirato de extraño nombre - Qatar - por sí solo, merece otro capítulo en esta historia.
Ese será el tema de la segunda parte de esta nota.
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