Por Ricardo E. Brizuela – ricardobrizuela@yahoo.es
Para quienes estamos circunstancialmente fuera de nuestro país, Argentina,
nos resulta realmente embarazosa la pregunta ¿Qué pasó?
En estos casos intentamos recurrir a nuestro bagaje retórico para desplegar
razonamientos que pudieran pintar una panorama lo mas cerca posible de la
realidad.
No es fácil: esta realidad de Argentina - pese a una visión cultural que
siempre se pretendió ubicada mas allá de América Latina - está hoy mucho más
cerca de las historias de Gabriel García Márquez que de sus aspiraciones.
En nuestra intimidad, nuestras propias respuestas no nos satisfacen: El qué
pasó está íntimamente relacionado con por qué pasó.
Y esta es una de las claves del problema argentino: pasó porque nunca el
país tuvo - en los últimos 50 años - un proyecto compartido.
Luego de una errática alternancia de grupos en el poder, la década de los
noventa nos sorprendió admitiendo en el cargo de mayor responsabilidad del
gobierno a un ciudadano - Carlos Menem - involucrado con las peores
costumbres de la demagogia política.
Este fue el encargado de mostrarnos el ingreso al Primer Mundo, tan ansiado
por quienes reconocemos como principal ascendiente los barcos que llegan de
Europa. Un manejo desenfadado del poder, la zanahoria de los créditos
accesibles a la clase media y un estilo sin prejuicios, hizo que - desde el
gobierno - se manipulara la enajenación de importantes activos del
patrimonio público, abriendo simultáneamente la brecha social mas grande de
que se tenga noticia en la historia del país, con un endeudamiento sin
precedentes en el mundo.
Country, barrios privados, celulares, viajes, etc, fueron adormeciendo a una
clase social que el 19 de diciembre del 2001 despertó con la desagradable
sospecha que le habían metido la mano en el bolsillo. Y así fue realmente:
Miles de millones de dólares se evaporaron de las cuentas bancarias. La
inseguridad jurídica se enseñoreó. Nadie se hace responsable, y 37 millones
de argentinos se encuentran prisioneros, sin recursos, dentro de las
fronteras de su país.
Mientras tanto, en Latino América - mas precisamente en el Cono Sur - otros
países construyen con mayor realismo, con una constancia de años, otro
modelo tal vez menos restellante pero mucho más efectivo.
Argentina en tanto se retuerce impotente, sin proyectos, sin dirigentes,
casi sin esperanzas. Ahora el problema es de todos. Para encontrar una
salida se debe empezar por reconocer que en este país nadie mea agua
bendita.
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