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El Papa Juan Pablo II nos dijo que el infierno no existía como tal,
sino que era una metáfora. El actual Papa, Benedicto XVI, nos asegura
ahora que sí existe el infierno y que, además, no está vacío. Bueno,
me consuela saber que todavía, a mi edad, tengo capacidad para
sorprenderme. Digo esto porque, a estas alturas de mi vida, yo creía
que sobre este asunto lo había oído todo. Que estaba todo dicho y
aclarado. Pero, ¡cuidado!, la amenaza continúa.
El infierno, son las guerras en las que mueren seres humanos, víctimas
inocentes de las decisiones caprichosas de mandatarios sin escrúpulos.
El infierno, son los atentados terroristas que causan víctimas. El
infierno, son las privaciones que pasan tantas y tantas familias por
falta de recursos económicos. El infierno, son las mujeres maltratadas
y asesinadas. El infierno, terrible y abrasador, son los miles de
niños y adultos que mueren diariamente, en el continente africano,
víctimas de enfermedades para las que no existe tratamiento médico
específico porque no le interesa económicamente a los laboratorios
farmacéuticos. Infierno, y también purgatorio, es nacer rodeado de
miseria, hambre, enfermedad y muerte. Infierno, es vivir en un
permanente estado de ansiedad y miedo a las incursiones de las
guerrillas en algunos países sudamericanos. Infierno, en definitiva,
es carecer de alimentos para poder vivir, de medicinas para curar las
enfermedades y de libertad para tener una vida en paz.
El Papa, por el hecho de serlo, se merece todo nuestro respeto. Pero
las víctimas de las guerras, de los atentados terroristas, del hambre,
de la enfermedad y de la muerte, también. Porque, diga lo que diga el
Santo Padre, el infierno lo tenemos aquí en la Tierra, y tampoco está
vacío.
08 febrero 2008
Robert NewPort (newport43@gmail.com)
www.robertnewport.blogspot.com
Enviado el 3 de febrero del 2009
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