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Uno ha de poder expresar libremente lo que piensa, pero siempre dentro
de un orden. Ha de hacerlo con prudencia, con sensatez y, sobre todo,
con respeto hacia los demás. Aunque, ciertamente, no siempre decimos
lo que pensamos, a fin de evitar posibles ofensas. Pero, si realmente
pensamos lo que decimos, hemos de ser consecuentes y asumir el riesgo.
Pero, ¡ojo!, estoy hablando del ciudadano de a pie, gente corriente,
que tiene motivos más que suficientes para estar preocupado, agobiado,
cabreado… y que, como única válvula de escape, se desahoga haciendo
manifestaciones verbales no siempre afortunadas.
Sin embargo, cuando este tipo de declaraciones las hace un político de
este país, que se le supone demócrata, no puede ser reconocido como
representante del pueblo que le ha votado. Porque, si no admite la
pluralidad y le niega al adversario político el derecho a discrepar,
está faltando, fundamentalmente, al principio democrático de respeto a
la voz de los demás. Y las expresiones: "…a los nacionalistas, para
ponderar su peso, habría que colgarlos de algún sitio", "…que se muera
el Borbón" y "…tontos de los coj… de los votantes del PP", que los
señores Manuel Fraga, Joan Tardà y Pedro Castro, respectivamente,
exteriorizaron sin ningún rubor, denotan una gran desfachatez, mucho
rencor y, sobre todo, excesiva grosería.
Quiero pensar, sin embargo, que en la clase política española,
afortunadamente, todavía quedan muchos demócratas, pero sobran
maleducados.
14 diciembre 2008
Robert NewPort (newport43@gmail.com)
www.robertnewport.blogspot.com
Enviado el 19 de enero del 2009
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