“¿Qué significan esas casas? ¡No las ha levantado, a fe mía, un alma grande para que le sirvieran de símbolo! ¿Las habrá sacado un niño ingenuo de su caja de juguetes? ¡Ojalá otro niño se las volviera a guardar en su caja! Y esos cuartos y esas habitaciones, ¿Pueden entrar y salir allí hombres? Se me antojan construidos para muñecos de lujo o para mamarrachos mansitos” FRIEDRICH NIETZSCHE “Así habló Zaratustra” .
“...Y pues al pobre lo entierra
y hace propio al forastero,
poderoso caballero
es don Dinero.”
FRANCISCO QUEVEDO “Poderoso caballero es don Dinero”
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¿Qué caracteriza a un pueblo? ¿No son su lengua, sus costumbres, su hábitat definido y único lo que lo determina? Todos estos factores marcan lo que son las raíces con las que un pueblo se aferra al suelo para definirlo como realidad única. El suelo, el lugar físico es sólo accesorio, es mera anécdota. Sin embargo, este conglomerado cultural, esa herencia es lo que le hace al pueblo ser pueblo. La piedras son piedras, no almas humanas, son pura materia. Todo aquello que define a un pueblo es de rango superior a cualquier consideración de orden material, es una realidad palpable pero frágil. Frágil porque cualquier interferencia hace mutar a esa realidad, ese tesoro bienamado del que los miembros de cada generación no son dueños sino tan sólo albaceas. Ante todo, los integrantes no deben permitir una contaminación en grado excesivo, en tal grado en que sus raíces no sean el disolvente sino el soluto. Qué duda cabe que toda influencia externa es positiva siempre que esta no sea devoradora, es decir en dosis pequeñas.
Todo esto es aplicable al pueblo como nación, pero lo que nos interesa en este caso es su aplicación al pueblo como espacio de relaciones humanas, es decir al municipio en concreto. Tomemos el caso de Benidorm, es evidente el progreso material, pero no es menos patente el deterioro espiritual de dicha localidad. El Benidorm del siglo XXI no tiene nada que ver con el de 1950, es un Benidorm desvirtuado, de Benidorm sólo queda el nombre. Tal ha sido la invasión foránea que ha sufrido que ya no se siente pueblo, sino una especie de Las Vegas a la valenciana. Como el caso de Benidorm hay bastantes, sobre todo en la costa mediterránea. Sin embargo, aún existen lugares que son puros en el sentido de las tradiciones seculares, Biar es uno de ellos. Pero estos lugares ya no se sienten a salvo de la vorágine constructora y turística, de la globalización burguesa. Los chalets de lujo amenazan con invadir el interior de la costa mediterránea, amenazan con diluír hasta lo meramente pintoresco y anecdótico los valores seculares de los lugares que amenazan con asaltar. Que quede claro que no me opongo al progreso material de un pueblo, pero es que éste es estéril sin sus tradiciones y su entorno cultural, porque eso es, como he dicho antes, lo que define al pueblo como pueblo.
Tiene gracia que un político local de Biar calificara al mundo actual como globalizado y amorfo y luego quisiera convertir a Biar en eso, en una cosa globalizada y amorfa. Tiene gracia también que ese mismo político, que se autodefine “de izquierdas” abogase por la construcción de macrourbanizaciones de chalets de lujo para burgueses venidos de otros lares. La capacidad de absorción de un pueblo como Biar es limitadísima, cualquier gran contingente que viniese, como es este caso, no haría sino desvirtuarlo e incluso destruirlo como ente cultural único y definido. El progreso no es convertir un pueblo en ciudad dormitorio de miles de turistas extranjeros que vienen buscando el sol y las playas a 45 km. El progreso es la mejora de las condiciones de vida de un pueblo, y en ellas entra el aspecto cultural en un grado bastante significativo. Una invasión de este tipo sólo significaría un retroceso en la especificidad cultural de Biar, por tanto tan sólo significaría un avance económico para algunos de los miembros del municipio. Recalco aquí lo de “algunos miembros” porque al amparo de unas leyes urbanísticas totalmente inmorales e injustas, aparte de con la bendición de nuestros políticos locales, unos pocos tiburones de la construcción pretenden despojar de las tierras de varios cientos de familias so pretexto de urbanizar zonas rústicas para la edificación de más de mil chalets de lujo. Aparte del expolio cultural, también aparece el expolio económico, los solares a precio de ganga.
Se pretende convertir a Biar en “municipio turístico”. Existe una incipiente industria turística que está creciendo y que vive del entorno privilegiado que tiene Biar. Construir a mansalva urbanizaciones para turistas, en contra de lo que pudiese parecer a priori, es contraproducente porque sería demoler ese entorno único que posee Biar para convertirlo en otra cosa, no en un municipio turístico. Sería como matar a la gallina de los huevos de oro. ¿Alguien se puede imaginar un castillo medieval rodeado de miles de chalets de hormigón y ladrillo rojo?
Este negro horizonte hoy en día es eso, sólo un horizonte. Pero el peligro y las intentonas por parte de las constructoras están ahí, latentes como una espada de Damocles sobre el cuello de su víctima. Debemos despertar.
Cristóbal Belda Díez (
cbeldadiez@yahoo.es)
Biar, 27 de junio de 2003.
Artículos de Cristóbal Belda Díez
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