El Alquiler
Los futuros caseros tienen una vivienda que pretenden alquilar.
Les traen muchos recuerdos aquellas paredes….donde antaño sucedieron tantas y tantas cosas…. lágrimas, frustraciones, alegrías, diversiones, desencuentros…como en aquella ocasión en la que tuvieron que reconvenir al novio de una de las nietas que…
Pero ahora, ya, por fin, están decididos, y, la alquilan por un buen precio. Tan sólo queda esperar, y, tal vez esperar y…
Han pasado varios meses, y en el futuro casero y en la futura casera, ya hay muestras de cierto cansancio en ver que no se alquila y conviene el perseverar aun con paciencia.
Al parecer, por algún motivo, no parece tan fácil que cualquiera acepte tal vivienda.
También, y en relación al asunto, han pensado, que quizá sea un error esa objeción o requisito de no aceptar animales de compañía.
¡Ya es hora de cambiar eso!
¡Así que, a partir de ahora…, en esa casa que pretenden alquilar se podrán tener animales de compañía sin ningún problema!
En medio de una de esas jornadas de espera…
La señora está sentada…, y suena el teléfono, lo atiende, asiente…, y su marido entra.
“Esta tarde va a venir una muchacha a ver la casa”.
“¿Y… le interesa el precio?”
“Pues, parece que sí”.
“¡Perfecto!”
Entrada la media tarde…
A la puerta de la casa llega una camioneta, se detiene el motor y se apea una joven; el vehículo queda inmovilizado.
La pareja estaba ya en la entrada porche, esperándola porche.
Se suceden las presentaciones, las formalidades, las primeras e inevitables conversaciones que a buen seguro darán verbo a más conversación.
Los tres, en un lento caminar de escasos metros se acercan a la casa en cuestión, está muy cerca, justo en la acera de enfrente.
Las palabras y el gesto inspiran entendimiento en la operación inmobiliaria…Acceden al interior. La señora, por cosas del entusiasmo, comportábase como una guía encantada de trabajar en alguna fundación enseñando una casa museo…
¡Al parecer hay acuerdo! ¡Al parecer… problema resuelto! ¡Se advierte optimismo!
Ya salen de la vivienda. Se acercan de nuevo a la furgoneta, por cosas del hablar y el caminar la señora acaba un poco más alejada…
Entonces, el hombre, haciendo uso de una exquisita discreción mira al asiento de atrás.
Mira, mira, se fija, vuelve a mirar. Se asusta mas queda conturbado, se dirige a la entusiasmada muchacha, la ya nueva inquilina, y el ya casero, señalando a la parte de atrás de la camioneta y con cierta continencia verbal: “¿Es su… mascota?”
“Sí, viene conmigo”. La inquilina ha respondido con naturalidad, como si hubiese escuchado esa misma pregunta cientos y cientos de veces.
Y la casera, un poco más allá, mirando con cierta nostalgia la arquitectura, ya enterada, ya aterrada, quiere acercarse también a mirar bien esa parte de atrás, para saber a qué habrá de atenerse a partir de ahora.
Y el casero diciendo…: “¡Ten cuidado!”.
De inmediato, ambos, sin perder ni un segundo, se adentran en su vivienda, cierran a conciencia la puerta, no vaya a quedar entreabierta como en otras ocasiones, en aquel lugar tan tranquilo; y quedan asomados a la ventana con los ojos bien abiertos atendiendo, por una lado, cómo la nueva inquilina va acomodándose en la casa recién alquilada. Y por el otro, el comportamiento de esa mascota.
La nueva inquilina…., cajas para allá, bultos para allá.
La mascota, mirando el paisaje, mirando sin más.