De Sopetón
Sopetón se llamaba aquél perro del vecino de abajo, y de sopetón empezaba a ladrar en quedarse solo el animal entre las cuatro paredes con cuadros qué pinturas en las que había en segundo tercer plano, un perro estampado por la pintura de un pincel que artista dejó mas la pintura se secó.
Sopetón se llamaba, y el vecino fue denunciado por la vecindad ante largas horas escuchando al animal encerrado ladrar y llorar pobre animal.
Sopetón fue algo así como embargado por decisión judicial se lo llevaron de allí a no se sabe dónde acabó el animal.
Se dice, que fue adoptado por una señora de mediana edad con vida y renta y quehacer en las lejanas afueras, donde se dice que no llegan las neurosis de los lugares acelerados y ruidosos y excesivamente artificiosos que van enervando y disipando al paciente reflexivo contemplativo que debe abstraerse de continuo.
Se dice, que Sopetón acabó correteando en libertad, con espacio, con compañía, con largo paseo, con camino, con aire fresco, con brisa, con sombra, con campa pradera…
Se dice, que a Sopetón se le conservó el nombre.
Se dice, que por una especie de recomendación de obligado cumplimiento venida de sentencia de juicio y judicial, mas se le debía seguir llamando Sopetón, a aquél perro que quedaba solo en un piso entre cuatro, cinco o más paredes por largo tiempo, mientras su responsable amo salía a trabajar a la oficina de atención al cliente de una empresa.
Se dice, que Sopetón y su anterior amo nunca más se volvieron a ver, y se dice, que se debió a que el señor conoció a señora que detestaba a los perros…a cualquier miembro del mundo animal.
Se dice, que el señor hubo de deshacerse de todas las pinturas que tenía en su vivienda, al instalarse la señora, sí, sí, la misma que no quería saber nada del mundo animal; ¡perros fuera! simbolizaban los cuadros al marchar ser sacados del lugar.
Se dice, que son cosas de las metáforas, según dicen.