Dejar la vida andar a su ritmo lento, fenomenal, permitir el desprecio de aquel ser que nada significó para mí, que me criticó y denunció por mis acciones. Desear seguir teniendo amistades para presumir de ellas, no para que tengan mi eterna e incondicional confianza, mejor así, dejar la vida andar y contemplar los paisajes que te ofrece gratis. Dejarla y ya está, irse poco a poco creyendo que la sociedad mejorará, y tú en ella, agotándote en medio de tanta ignorancia y pudiendo escribir como la dama de la pluma, contar las cosas que me han sucedido convirtiéndome en una loca, en el fondo incomunicada, de nuestros tiempos y pidiendo a los que se crean un poco tontos, con perdón, que no las lean sólo una vez, no las comprenderían. Tantas y tantas diferencias sociales, salariales, de costumbres y razonamientos de los días del “hoy por hoy” no se lo permitiría.
…Fantasmas de arena entraron en mi cama llenándome de pesadillas sin fin que hoy, no hiere recordar, tenían armas blancas, y yo presa de miedo corrí escaleras abajo y me puse a llorar como una niñita. Volaban, se burlaban, y la arena que me arrojaban me impedía ver bien lo que pasaba, esposaron mis manos y me amarraron a una mesa, el teléfono, lejos. Era noche de luna llena, estaba sola… Nadie me visitaría aquella horrible noche.
Sus caras deformes, sus manos cuadradas, sus cuerpos esqueléticos del hambre pasada, fue largo su encierro en el viejo baúl del sótano de casa… Era tanta su rabia, ganas de venganza.
Mi temblor de piernas, mi angustia, enfrentarme al momento que no deseaba: mi final, sin ley, sin ayuda, sin Dios, sin fe.
Alargan el momento del golpe final y disfrutan contándose cuentos que no escuché jamás, de arañas rosadas, cucarachas, moscas, serpientes hambrientas que entraban por la boca de maltratados seres humanos. Decidían mi muerte levantando una espada. Larga mi agonía que aumentaba su dicha. No hay despertador, no fue pesadilla, pronto moriré devorada por ellos y lo peor, sin poder verlo, ni soñar… contarlo.
Nadie lamentará la muerte de un ángel que ya no podrá recordar más su pasado lleno de milagros, pasión, ira y gloria:
...Lo que me daba mi viejo, siempre pendiente de mí, llevándome a todas partes, solucionando mis problemas y dándome buenos consejos, lo que me ofrecía tan barato. De noche la fiesta era otra, sus largos besos y tiernos abrazos, por eso es mi gran amor, jamás nadie me ha querido como él, era especial y me llenaba por completo, ahora que se ha muerto ando buscando otro viejo que sea amable y generoso, buen amante y quiera amarme.
Año 2006, estoy de vacaciones armada de valor, jamás con pistola, viendo las flores crecer y nuestro pasado remover. Estoy de vacaciones limpias, no llorosas, que se acaban pero lo pasé bien, paseé, anduve en bici, salí con amigos y algo más que no contaré, que me llevaré a la tumba.
Año 2006, quiero conocer Italia, año 2006 que Dios me lo permita, allí a vivir iría. Año 2006 vacaciones agradables, ceremoniosas, dignas de un recordatorio.
Vivir amando, recordando lo que no fue ni será ya, viéndole los cachos a la vida, a los que me insultan... como mariposa herida voy ya, con poquísima vida por delante.
Vivir amando, luchando y recordando los colores de las flores que intenté no pisar, escribiendo versos que no acaban y viendo tus ojos tan negros, morenazo, talentoso, hombre bueno, que me llamas por teléfono y me das tardes agradables que curan mi pequeña depresión.
Comprar un piso más grande en La Coruña para mis años de vieja, lo haré. Llenaré mis días de felicidad, cuatro habitaciones llenas de felicidad, estará muy cerca del mar, bonitas serán las vistas que se ocuparán de mi inquietante soledad, que cubrirán mis años finales, venderé todas mis cosas y me mudaré, mis planes son esos y los realizaré. Amén.
Olvidar el lamento y poder vivir tranquila, nada se arreglaría con la muerte de cualquier ser humano, con la desaparición mía, menos. Soy normal como cada cual, soy uno más.
Dios desea que viva, olvidar el lamento y amar escuchar los latidos de mi corazón rojo sangre de nuevo, no morir a manos de deshonestos, hombres malos, boxeadores de Satanás. Es lo único que pido a los angelitos buenos.
¿Qué es esto triste que me envuelve?, ya con 36 años, veo atrás, veo adelante y mejor... no ver.
Cerrar los ojos y aprender a rezar porque Dios es el único que aún me escucha aunque no responda, ¿qué será esto a lo que no me acostumbro y me hace toser de día y de noche pues mi sistema inmunológico se debilita con los pasos de los segundos?, ¿cuál será la salida?, ¿cuál?, vuelve Señor tus ojos a mí un ratito chiquitito.
Olvidar lo que siento, ¿para qué pensar más?, es un loco invento sentir en mis carnes la venganza y la bondad, ¿qué fui yo?, olvidar el sustento del alma en el rostro del viejo que me amaba, olvidar lo que he sido pero no con pena ni reviviendo una especie de oscura tragedia, amarlo, quererlo, yo valgo para estar así, pero debo olvidarlo ya mismo pues ha decidido emprender el último viaje por su voluntad u obligado, no me lo ha contado. Que Dios sepa de mis intentos, camino sin saber… ¿y él?, ¿me defenderá?.
Creo que... bueno... eso, creo, bueno, es mejor su hijito, él sí que es comprensivo, olvidar lo que pienso sin preocuparme luego, callarse y seguir simplemente viviendo con un plato de comida y buen techo… ¿para qué más?...
No merezco morir, saberlo, pero olvidarlo, irlo dejando poco a poco, mi corta vida de mujer de difíciles sentimientos que ahora nada entiende y que nadando va por la vida sin un buen salvavidas que le impida ahogarse, con la mirada triste y contando las piedras del camino que recorre tan sola.
Andar pensando siempre en lo mucho que no son, no tengo porque irme a negro ni a gris ni al color mostaza, no les serviría de nada.
Desaliento, andar así, sin triunfos, sin hombre, sin norte y queriendo viajar al Sur, porque yo lo valgo, y Dios que está tan arriba, “en casa de Dios”, olvidándose de mí porque él no sentiría como yo he sentido, andar pensando, en lo mucho que son, pero en lo poco que valen.
Valdrá la pena, ¿seré yo?, dales un castigo, ya vale, concho, rechoncho, conchita, Concha (mi madre), Conchaza... No podría cambiarme por nada, ni por religión, ni por oro, ni por fama. Tampoco por la buena salud ni por la tranquilidad del alma.
¿Valdrá la pena enamorarse de nuevo?.
Bueno ya está bien, mira aquí bobo, cara de bobo el que lee. Muy mal ¡eh!, muy pero que muy mal.