Agustín leyó: "Me estoy muriendo, monje."
"A ver hijo cuéntame tus pena. No hay don más grande que un pecador arrepentido antes de su muerte. Llegarás a las puertas del cielo. Dios te recibirá."
"No, prefiero el infierno a su misericordia."
"No hay en tus palabras un arrepentimiento sincero."
"Escuché monje, a El menos que ha nadie le perdono lo que me hizo. Necesito tu perdón, estoy cansado y tengo muchos años de esconder mi alma para que se la coman los gusanos y no vaya a meterse en otro cuerpo inocente. No permita que deambule por ahí, antes de separarse de mi cuerpo asegúrate que no va a salir de este cuarto oscuro y sucio: cierra bien la diminuta ventana alla arriba, es preciso que quede atrapada en este túnel. No dejes ni un orificio abierto, se puede colar por cualquier lado y ya sabrás lo que pasará. Ya te voy a contar todo. Pero antes de esto, ¿me promete que por tu boca todos comprenderán la miseria humana en que he vivido?"
" Te lo prometo. ¡No hay tanto mal en la tierra!"
" Lo hay. Hace mucho años, mi madre vivía en un pueblo muy tranquilo rodeado de montañas. Allí todo era paz, el verdor de los campos se confundía con los pobladores. Mi madre recién casada tuvo la visita de un hombre quien le aseguró que su hijo sería un varón eunuco. Como ella no conocía el significado de la palabra lo olvidó. Pero al correr del tiempo nací. Se me comparó con Jesús, me pasaron cosas igual que a él. Naci en un establo pero no por las mismas razones. A los meses mi madre salió del pueblo para la ciudad a celebrar la crucifixión y muerte de Jesús. Me llevó a la iglesia y ahí empezó la cosa."
"¿Qué cosa empezó, en un día santo?"
"Un profeta, predicador en las montañas de Alcalá, dijo que yo era otro redentor como Jesús. Debía hacerme la circuncisión precisamente el mismo día que se celebraba la del Nazareno, porque mi espíritu como el de él se proyectaría en otro cuerpo recién nacido. Los doctores de la iglesia vieron en esto un milagro. Se me señaló. Yo era el hijo de Dios. Coincidía: Nací un 25 de diciembre a la misma hora, mi madre y mi padre se llamaban igual que los suyos. Yo había sido anunciado por un viejecito; él por un Arcángel."
"¡No puede ser!, algún charlatan que quiso hacer una broma."
"No, todo esto es cierto. Ellos nunca dudaron de las palabras del profeta. Se planeó mi circuncisión con un hombre muy docto en la medicina pero de mente siniestra y oscura. Al circundarme se llevó todo. Así me convertí en un eunuco. Se me vistió como Jesús, y hablaba las mismas peroratas. A los doce años me reuní con los doctores de la ley. Mandaba y ordenaba."
"¡Ellos aceptaron tu condición de eunuco!, ¡no entiendo nada, absolutamente nada!"
"Ya comprenderá. A los doce años fui a la plaza de mercado, encontré a una niña llorando; la consolé. Me sentí bien. Ella conocía las rutas del amor: la dejé jugar con mi cuerpo sin resistencia y decubrió mi castigo. Desde ese día se enteró el gobernador de mi existencia. Me mando a buscar, me abrazó y allí me tuvo para sus necesidades. Fui usado de mil formas por él. Fui su favorito. Después con su ayuda pase a las serrallos. Allí se me escupió y se me vendió por oro. Viví muy amargado pero aprendí a discurrirme entre ellos. Así planeé mi venganza. Me doctoré en el discurso, en la medicina; practiqué todo lo que hicieron conmigo. Tenía gente que me apoyaba el mismo gobernador auspició. Fui su súbdito. Era el culpable de mi desgracia. El mismo lo contó. Ese fue su oficio en su juventud, antes de ser mandatario. Sin embargo, en sus días sin inspiración éste era su deporte favorito. A su lado practiqué las formas de eunucar a hombres y mujeres. Empecé a llenar el pueblo de estos seres. Muchas veces repitió este estribillo: "el discípulo supera al maestro" quizás para que yo lo aprendiera o lo memorizara. Además, debía de enseñar mi tarea a otros que la continuarían por siglos. Hasta que un día le tocó el turno a sus hijos. Ahí desahogué todo el dolor que llevaba. Esa noche fue mía. Me vengué del gobernador que había sido mi castrador. Hice lo mismo que en los noventa días de Sodoma y Gomorra. Al día siguiente después de tanta orgía, descubrió que sus hijos se encontraban en el palacio de la tortura; para ese entonces yo ya había huido. La historia se repite."
"¿Cómo sabes tú? ¡No sentiste pena, u otro deseo para detenerte!"
"Esto lo sé porque en mi huída terminé en los monasterios de los Jesuitas donde me escondí. Allí permanicí por diez años, sabía que a los treinta y tres tenía que morir crucificado como Jesús. Me dediqué en el monasterio a leer las sagradas escrituras, a estudiar los mohomistas, a Martín Lutero y Juan Calvino. Así descubrí la verdadera suerte de seres como yo. Con mi muerte otro cuerpo recibiría mi espíritu y continuaría la historia. Conocí en estos libros que hubo eunucos en el imperio Romano, entre los faraones, en las guerras napoleónicas, con Hitler, con Franco, con Regan y que se seguirían sucediendo. Tenía que encontrar el río de la inmortalidad para purificar mi cuerpo?"
"¡El río de la inmortalidad! ¿Acaso hay un río que te purifique de tus crímenes?"
"No, de mis crímenes sino de buscar la ciudad inmortal. Sabía que viajaría por el desierto donde la arena es infinitamente blanca. Llegaría a través de caminos circulares. Sabía que llegaría en medio de la fiebre y el calor. Bebí en sus aguas fangosas la eternidad. Tuve tiempo de meditar y traer conmigo parte de esa agua inmortal. Así no habían herederos. Aquí está mi arrepentimiento. ¿No lo ves?
"Sí. sí, todo eso está muy bien, no te estoy recriminando, estoy sorprendido, eso es."
"Mi desaparición del mundo de los creyentes, detenía un proceso histórico. Esperaban mi regreso a la edad de Jesús para la continuación de un hecho que se debía suceder cada treinta y tres años. La inventaron los cristianos. Seguirían apareciendo Jesuses con mi muerte. Me burlé de todos. Desafié a Jesús, porque a esa edad vivía en los montes de Piedad. Para ese entonces era un gran predicador, tenía creyentes. Doce apóstoles me seguían de montaña a montaña, hombres sencillos e humildes. Ese día los esperaba en el monte a la hora de costumbre. Todos me protegían porque me buscaban para matarme, cuando apareció un hombre muy hermoso que me ofreció todo: las montañas, el agua, el poder de los hombres. Sólo una cosa simple exigía: tenía que demostrar que era superior a Dios."
«"Si eres superior a Dios atrévete y lánzate desde esta peña a las tinieblas de la profundidad".»
"Me arrojé al abismo. Abajo estaba esperándome. Me abrazaba, estaba feliz. Arriba en la peña quedaba mi rebaño, los pescadores: hombres que confiaron en mi retórica, pero ahora me condenaban, arrojando piedras. Me botaron del paraíso, preferí ser Lucifer. Ves, tenía que acabar con esta juerga. Ahora tú has llegado. Tú eres mi testigo. Lee aquí lo que dicen la Sagradas Escrituras: «Aunque, las escrituras dicen que llegará un eunuco disfrazado de monje para condenarme, la ley se cumplirá.» He vivido por más de doscientos años en el monte aislado de los hombres. He meditado por mucho tiempo. He sobrepasado la inmortalidad, conmigo se repitirán los eunucos."
"¡No puedo ser. Has detenido el curso de la historia de los cristianos por veinte siglos!"
"¡Por dos siglos y medio querrás decir! pero si me encierras en este túnel, desmentiremos los libros Sagrados. Ellos esperan al Mesías. Cambiemos el curso de la historia, pero antes yo te ofrezco beber este elíxir que te transformará en un hombre fuerte; no envejecerás. Seguirás mis pasos. Tómalo porque conseguiremos la eternidad. No te vayas. Cierra la puerta. Oye no te vayas. Regresaaaa. "
"Tengo que irme. Voy a hacer la anunciación. "
Agustín cerró el libro.
21 de octubre del 2005