Dos preciosos haces luminosos
Mirando por la ventana
en una noche oscura
contemplé dos preciosos haces luminosos,
llenos de ternura.
Sentí el sonar de una campana,
y unos sentimientos lujuriosos
gobernaron mi interior,
conduciéndome a una dimensión posterior.
¿O era anterior?
El tiempo cesó.
Mi mente no procesó
aquello que me estaba aconteciendo,
pero finalmente percibí
que me hallaba en el mundo de los sueños,
y del cual no somos dueños.
Finalmente, comprendí
lo que me estaba sucediendo:
Aquellos haces luminosos
eran tus lindos ojos,
que me observaban,
que me mimaban,
pero que el destino me había privado
de contemplarlos,
de adorarlos.
Aquellos haces luminosos
eran tus marrones ojos,
que anhelaba,
que deseaba,
pero que el destino me había privado
de tenerlos,
de verlos.
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