Autor: Robert Newport

Fuente: https://www.polseguera.com/writers/writing-57_cartas-a-un-amigo-imaginario-2013.html


Cartas a un amigo imaginario (2013)

(29 enero 2013)

Amigo imaginario:

Mal empezamos este nuevo año –que, por cierto, su terminación en 13 puede ser muy significativa-, con un nuevo caso de corrupción en el centro neurálgico del Partido Popular -¡y van ya…!-, en la figura del que fue durante varios años el responsable de controlar sus finanzas, primero en calidad de gerente y después como tesorero. Este asunto, me temo, no sólo puede llegar a desestabilizar al partido en cuestión, sino también al actual Gobierno.

Se trata de que el señor Luis Bárcenas -que así se llama el extesorero del PP-, había evadido 22 millones de euros -¡qué son muchos euros!-, que tenía en unas cuentas en Suiza. Lo sorprendente, a la vez que incomprensible, es que, hasta que salió este asunto a la luz, disponía de despacho y secretaria, en la propia sede del PP, además de vehículo con chófer, sin desempeñar cargo alguno dentro de la organización desde que cesó como tesorero-. A la vista de tanta incongruencia, los ciudadanos de a pie, de infantería, en nuestra ignorancia nos preguntamos: ¿Cómo pudo atesorar (el tesorero) una cantidad tan escandalosa, equivalente a 3.500 millones de pesetas? ¿Hasta cuándo hemos de considerar presuntos a los delincuentes fiscales, ya sean o no políticos, teniendo que otorgarles, además, la presunción de inocencia?

Como tú sabes, en más de una ocasión te he dicho que no se debe juzgar al todo por la parte. Es decir: no podemos pensar que todos los políticos son corruptos por el hecho de que algunos lo sean. Y eso se puede aplicar a cualquier ámbito de la vida. Ahora bien, cuando la corrupción se propaga como una epidemia -lo que evidencia que el que entra en la política no lo hace para estar al servicio del ciudadano sino para enriquecerse- y observamos con asombro como la parte se acerca impúdicamente al todo, la cuestión cambia. Y el concepto, también.

Recordarás, querido amigo, que en mi última carta del pasado año (27 diciembre 2012) te decía que mi actitud ante la situación política actual, había pasado de la indignación a la indiferencia, a la apatía y a la indolencia. Y es que -¡coño!-, con este panorama de corruptelas, mentiras y subterfugios de todo tipo, si nos dejamos llevar por la indignación, la furia y el arrebato, y no vigilamos atentamente el manómetro de presión de la caldera, que nos alerta de que debemos accionar manualmente la válvula de seguridad, lamentaremos no haber sabido afrontar la situación con la debida serenidad. Ya sé que lo que acabo de escribir no es más que una metáfora. Y que los ciudadanos, con casi 6 millones de parados y una política económica de ajustes (desajustes) y recortes que nos está llevando al precipicio, no estamos para frases metafóricas. Lo sé sobradamente. Pero también sé, por edad y circunstancias, que la violencia genera más violencia y, al final, no sólo no se resuelve el problema, sino que, por el contrario, se agrava. Entonces ¿Qué podemos hacer? Ignorar, total y absolutamente, a los que nos gobiernan. ¿Cómo lo hacemos? No escuchando sus discursos demagógicos, en radio y televisión, para que los índices de audiencia bajen estrepitosamente, dejando patente que no nos interesa lo que nos dicen, porque estamos hartos de mentiras, de engaños y de promesas incumplidas. No asistiendo a las visitas oficiales ni a las inauguraciones populistas, que sólo buscan los aplausos y la mansedumbre. No asistiendo a los plenos de las corporaciones municipales, para no tener que soportar la prepotencia y la arrogancia de algunos regidores. Mostrarles, en definitiva, nuestra manifiesta indiferencia. ¡Qué les aplaudan -y les rían las gracias- sus correligionarios, y los chupópteros aduladores sin escrúpulos!

Por último, quiero compartir contigo una frase de Winston Churchill -elegida entre varias que hoy me envió un buen amigo mío- que, sin duda alguna, considero perfectamente aplicable al momento político actual: “El fallo de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles sino importantes”. Que tengas un buen día.

Un abrazo.

(7 marzo 2013)

Amigo imaginario:

La política sigue teniendo un gran protagonismo en la vida de este país -o lo que sea el lugar patrio en el que vivimos-, porque lo qué nos dicen -¡y cómo lo dicen!-, no son más que mentiras, una detrás de otra, y uno ya empieza a estar harto de tanto circunloquio y de tanto eufemismo. Falsedad, pura y dura.

La señora De Cospedal, secretaria general del PP -que, dicho sea de paso, se está comiendo todos los marrones, y es la única que da la cara-, acaba de dar una explicación sobre el supuesto despido del extesorero de su partido, el señor Bárcenas, que es un insulto a la inteligencia de los sufridos ciudadanos. Esto es lo que ha dicho:

“Ha sido una indemnización en diferido en forma efectivamente de simulación… simulación o lo que hubiera sido en diferido en partes de una… lo que antes era una retribución, tenía que tener la retención a la Seguridad Social”.

¡Qué mareooooo! ¿Entendiste algo? Yo, tampoco. Su explicación, incoherente e incomprensible. Sus titubeos, delatores de la mentira que nos estaba contando. Su credibilidad, por los suelos. Porque no se puede explicar lo inexplicable, ni justificar lo injustificable. Se dispersan en las explicaciones, se extravían…Y no van a conseguir, por mucho empeño que pongan en ello, hacernos comulgar -es un decir- con piedras de molino.

Este país se va a la m…Y nosotros con él. Porque, amigo mío, aquí no se salva ni la Casa Real -¡la Corona!-, otrora institución respetable y respetada. Estamos asistiendo al declive de las instituciones y de los valores éticos más elementales. Poco a poco, sin remedio, nos vamos hundiendo en el lodo de la corrupción y el fraude. El número de desempleados -jóvenes y adultos, hombres y mujeres- continúa aumentando de manera muy preocupante, día tras día, en una espiral de Arquímedes que no parece tener fin.

En mi última carta del pasado año (27.12.2012), te decía que estaba empezando a pasar de la indignación a la indiferencia…Y a la apatía. Pero no era verdad. He de reconocer, aun a mi pesar, que se trataba de una ‘pose’ sin sentido. ¡Cómo no voy a estar indignado, colérico, furioso…!  Porque sé lo que significa quedarse sin empleo, a una edad en la que estás en tierra de nadie, laboralmente hablando, y cómo la impotencia ante la falta de trabajo te lleva a la desesperación, al malhumor permanente, al abatimiento y a la depresión. Sé lo que es sentir vergüenza, porque te consideras un parásito de la sociedad… Un inútil. Sé lo que es tener la autoestima en la cota más baja, al nivel del suelo, y pisotearla con rabia. Finalmente, cuando crees superado aquel episodio, vuelven los fantasmas del pasado y uno de tus hijos pasa por el mismo trance, y la historia se repite. Y continúa.

No sé cómo ni en qué acabará todo esto, amigo mío. Este país necesita un revulsivo, a modo de panacea, que cure los desmanes de las entidades financieras -principales responsables, aunque no los únicos, de la crisis económica que nos atenaza y asfixia-, para devolver la dignidad a los Servicios Sociales, a la Sanidad y a la Educación. Para que se ponga freno al despilfarro generalizado en las instituciones. Para que se condene a los defraudadores y a los corruptos, obligándolos a restituir el patrimonio obtenido de forma irregular. Y si los encausados, además, desempeñan un cargo público, que sean destituidos, fulminantemente, y reciban un castigo ejemplar.

Tal vez pienses que soy excesivamente radical en mis consideraciones. Pero es que, estimado amigo, tal y cómo yo percibo el panorama, con tanto sinvergüenza por metro cuadrado  que campa a sus anchas en este país de pícaros y trileros, creo que mi actitud está más que justificada.

Termino ya, paciente amigo, porque se me están calentando los dedos -además de la cabeza-, y no quiero caer en el fango de la grosería y la insolencia.

Un fortísimo abrazo.

(27 mayo 2013)

Amigo imaginario:

¡Estoy furioso, indignado, colérico, confuso  y cabreado!  ¡Muy cabreado! Te preguntarás cuál es el motivo que me induce a empezar esta carta con exclamaciones tan sonoras y malhumoradas. Pues, naturalmente, la situación político-económica de este país nuestro, que nos está asfixiando. Y, sobre todo, las ambiguas explicaciones adornadas con eufemismos inútiles -argumentos vacíos, que ya no convencen a nadie- con las que nuestros políticos tratan de justificar sus mentiras, sus promesas incumplidas y su más que evidente ineptitud.

Dirás tú, paciente amigo, que continúo siendo muy crítico con las actuaciones de este Gobierno. Y tienes toda la razón. Pero no me negarás que hay sobrados motivos -¡cada vez más!- que justifican mi actitud.

Desde mi punto de vista, como sufrido ciudadano, observo la mansedumbre, -¡la sumisión!-, que muestra el señor Rajoy, nuestro presidente -que lo es de todos los ciudadanos de este país, incluso de los que no le hemos votado- ante las exigencias de los “poderosos” de la Unión Europea, en lugar de dar un enérgico “puñetazo” en la mesa, demandando respeto hacia un país en el que el deterioro de los recursos de los ciudadanos se hace más patente e insoportable cada día. Y en el que, consecuentemente, muchas familias se ven en la necesidad de acudir a los bancos de alimentos y otras organizaciones benéficas para poder subsistir, protagonizando escenas propias de la posguerra -¡lamentable espectáculo!-, que ya teníamos olvidadas.

Al mismo tiempo, continúan destapándose nuevos casos de corrupción por supuesta financiación irregular al Partido Popular -a cambio de adjudicaciones de obras públicas y otras compensaciones-, que deterioran la ya muy mermada -incluso diría que inexistente- confianza en nuestros políticos. ¡De cualquier color!

Otra cuestión menos dramática, naturalmente, pero también preocupante, es la ‘Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa’ (LOMCE)  -¡vaya con el nombrecito!-, en la que, entre otros cambios -alguno de los cuales, tengo que reconocerlo, es de sentido común-, vuelve a tener validez académica, aunque en calidad de optativa, la asignatura de Religión; y, como materia alternativa -en sustitución de Educación para la ciudadanía-, se establece Valores Culturales y Sociales, en primaria, y Valores Éticos, en secundaria. Estas materias, como puedes imaginar, han sido institucionalizadas en perfecta sintonía entre la jerarquía eclesiástica (Conferencia Episcopal) y el Partido Popular. Los obispos, que tienen en este Gobierno al mejor aliado, han conseguido un avance importante en sus pretensiones. No obstante, -¡atención!-, me temo que, una vez que se levantó la veda, sus exigencias irán en progresivo aumento.

Así las cosas, querido amigo, quiero decirte lo siguiente: cuando el alumno ha de elegir entre estudiar Religión o una materia alternativa, la probabilidad de discriminación puede ser proporcional al grado de afinidad política o religiosa del centro educativo. Y eso no es nuevo, amigo mío. Ya ocurría antes, con los alumnos que elegían Ética en lugar de Religión. Y puede volver a ocurrir. Hemos de permanecer vigilantes.

Por último, te supongo enterado de la entrevista que le han hecho en una cadena de televisión al expresidente, José María Aznar. En su línea habitual, fue lacónico en sus respuestas. Exigió al Gobierno que cumpla el programa electoral del Partido Popular, que se emplee a fondo en la reforma laboral y que baje los impuestos. Del mismo modo, como era de esperar, pronunció una aseveración que, aún estando dentro de la racionalidad más absoluta, considero oportunista y demagógica: “Hay que acabar con este castigo a la clase media y recuperar el tejido productivo”. ¡Qué buenos son los Padres Escolapios, qué buenos son que nos llevan de excursión! Sería muy saludable que los expresidentes -que ya tuvieron su momento de gloria y su oportunidad-, se dedicaran a dar conferencias, a escribir libros...  Incluso a asesorar a los nuevos presidentes que lo soliciten. Pero -¡ojo!- en privado. Y que se dejen de escenificar, arrogantes y prepotentes, el papel protagonista de prócer “salva patrias” delante de las cámaras.

Sé que piensas que soy un reaccionario -tal vez lo sea-, pero es que todas estas cuestiones me producen cierto desánimo y mucho escepticismo. No se trata, en modo alguno, de que a mi edad ya esté de vuelta de todo. ¡Qué estupidez! Yo no estoy de vuelta de nada y, afortunadamente, todavía conservo intacta la capacidad de sorprenderme, sentirme fascinado y emocionarme, ante todo aquello que realmente sea digno de merecerlo.

Un fuerte abrazo.

(7 julio 2013)

Amigo imaginario:

Seguimos inmersos en esa espiral de la que te hablaba en mi carta del pasado 7 de marzo. En aquella ocasión, me refería al escandaloso aumento del paro. Ahora, además del desempleo, vemos con preocupación -¡alarmados y escandalizados!- la magnitud que está adquiriendo la corrupción, cuyo número de implicados -presuntos o no- desborda todas las previsiones. Al caso del extesorero del PP, Luis Bárcenas -actualmente en prisión preventiva, cuyo trasfondo está en la financiación supuestamente irregular de los partidos políticos-, hay que añadir el de los ERE en Andalucía, en el que aparecen presuntamente implicados militantes del Partido Socialista, altos cargos de la Junta de Andalucía y -¡lo qué faltaba!- dirigentes sindicales. Como ves, querido amigo, ya no se puede confiar en nadie. Es vergonzoso, a la vez que  inadmisible, el alto grado de corrupción -¡corrupción de amplio espectro!- al que hemos llegado en este país.

Ante hechos como estos -y los que, sin duda, irán surgiendo-, no acierto a comprender la pasividad de los que tienen en sus manos poner freno, con todo el rigor, severidad y contundencia que permita la Ley, a las acciones delictivas de tanto sinvergüenza prepotente y arrogante, que se enriquece fraudulentamente, burlándose de la Agencia Tributaria, de la Justicia, del país y de los demás ciudadanos. Con esta clase de individuos (delincuentes elegantemente trajeados y encorbatados), la tan cacareada marca nacional se precipitará a cotas subterráneas. Por cierto, recuerdo que siendo un niño, a esta piel de toro se le llamaba Patria; más tarde, Nación o Estado; hasta ayer, País. Y ahora -¡qué gran idea!-, pasa a ser una Marca. ¡Igual que la Coca-Cola! Está claro que, con la puñetera crisis, hasta los conceptos se devalúan.  Bueno, dejando aparte este irónico inciso -por el que te pido disculpas-, y volviendo al tema de la corrupción, sospecho que esa inacción por parte de los magistrados se debe a presiones políticas de gran calado, que influyen muy negativamente en la instrucción de los sumarios, poniendo en entredicho la autonomía del Poder Judicial. Al mismo tiempo, tanto el juez Ruz como la jueza Alaya -instructores de los sumarios correspondientes a los denominados casos Bárcenas y ERE andaluces, respectivamente-, están siendo objeto de duras críticas por parte de ciertos sectores políticos y sindicales. Es decir, que ahora persiguen a los jueces en lugar de a los delincuentes. ¡Vamos mejorando, coño!

Dirás tú, amigo mío, que ya está bien de tanta corrupción política. ¡Qué monotonía! ¡Qué cansancio! Y tienes razón. Pero, como habrás observado en estos años de comunicación epistolar, mis cartas siempre tratan de reflejar, a modo de crónicas, la actualidad más relevante, al objeto de informarte sobre los últimos acontecimientos dignos de mención. Y, al mismo tiempo, dejar constancia de mis particulares opiniones y reflexiones al respecto.

Sería deseable que mi próxima carta contenga noticias más favorables y menos decepcionantes. Espero poder conseguirlo.

Un fuerte abrazo.

(17 julio 2013)

Amigo imaginario:

En la despedida de mi carta anterior, te expresaba el deseo de que en la próxima -es decir, en la presente-, las noticias fuesen más favorables y menos decepcionantes. ¡Qué ingenuidad la mía! Tengo que comunicarte, y créeme que lo lamento profundamente, que las cosas se han ido complicando día a día: el caso Bárcenas, que está generando verdaderos torrentes de información en todos los medios y tertulias, ha dejado de ser un asunto de fotocopias de escasa credibilidad, para convertirse en un más que probable asunto turbio, muy enredado, de cierta envergadura -llámese financiación irregular del partido, sobresueldos en negro, doble contabilidad…-, que va camino de conseguir desestabilizar al mismísimo Gobierno. Se trata de un asunto muy serio, incómodo y preocupante en grado sumo.

Ante tal situación, cuya resolución judicial, me temo, puede dilatarse más de lo deseable, los ciudadanos hemos perdido la ya muy escasa -¡escasísima!- confianza en la clase política de este puñetero país, en nuestros gobernantes… ¡Y en el sursuncorda! Porque, con su arrogante proceder, han sembrado esa desconfianza… Por lo que, inevitablemente, recogerán desprecio e indiferencia.

Hay algo en todo este asunto, amigo mío, que me tiene muy desorientado: ¿Cómo es posible que el señor Bárcenas haya podido acumular más de 40  millones de euros en paraísos fiscales -lo que lo convierte, por tanto, en presunto delincuente fiscal-, sin que pueda justificar su procedencia?  Ello me lleva a pensar, tal vez influenciado por la indignación que me produce este caso, si el señor Bárcenas fue utilizado -o continúa ejerciendo- como testaferro del PP, para ocultar una supuesta financiación irregular del partido. Sé que se trata, a priori, de una deducción descabellada y, en cierto modo, arriesgada, sin duda. Pero, querido amigo, mi capacidad asimilativa está ya tan saturada por el exceso de corrupción que existe en este país, que mis sospechas y conclusiones van más allá de lo que se puede considerar razonable.

Como tú sabes, por habértelo repetido hasta la saciedad, yo no soy -¡nunca lo he sido!- simpatizante del PP. Sin embargo, considero que el señor Rajoy ha recibido de su propio partido, una herencia más envenenada que la que, reiteradamente, dijo haber recibido del  Partido Socialista. Y tiene que asumirla, para bien o para mal, con todas las consecuencias. Hemos de esperar, no obstante, como no puede ser de otra forma, al dictamen del juez que instruye el sumario del caso.

Como puedes comprender, paciente amigo, en cuestiones judiciales -especialmente en las que las pruebas documentales aportadas no están suficientemente contrastadas- hemos de ser extremadamente cautos, prudentes y respetuosos, y no caer en la tentación de sentirnos legitimados para hacer juicios de valor, o juicios paralelos, porque es más que probable que luego tengamos que arrepentirnos y rectificar. Esto me trae a la memoria -y permíteme la licencia de incluir esta anécdota- la actuación (año 2007) de la Tuna de Derecho de Valladolid, en su vigésimo aniversario, en el transcurso de la cual, uno de sus miembros fundadores (que toca la bandurria), al final de su particular y jocoso preámbulo, dijo: “…hay que acertar con las canciones; de hecho, en el programa original figuraba otra canción, pero vamos a interpretar ‘Clavelitos madrileños’, porque, las cosas como son, con la que está cayendo, cualquiera se atreve a tocar ‘El chacachá del tren’.

Un fuerte abrazo.

(3 agosto 2013)

Amigo imaginario:

Hoy, haciendo una excepción, y sin que sirva de precedente, no te comentaré nada relacionado con la nauseabunda corrupción que, últimamente, invade todos los ámbitos de poder de este país. Y no lo voy a hacer, porque un trágico suceso merece toda mi atención y espero que, también, la tuya.

Te supongo enterado del trágico accidente ferroviario ocurrido en Santiago de Compostela el día 24 del pasado mes de julio, y he tenido que dejar pasar todo este tiempo antes de escribirte, para poder procesar y asimilar anímicamente las dramáticas imágenes que se han visto por televisión. Todavía permanece en mi retina aquel caótico escenario de confusión y dolor, de conmoción y pánico, de incertidumbre, de llantos inconsolables y compartidos… Imágenes de desolación y muerte.

En aquella fatídica curva de ese camino de hierro, se han desvanecido los sueños, las ilusiones… y las vidas de 79  personas -hombres, mujeres y niños-, cada una con su identidad y con su historia. Se han apagado sus voces, sus risas y sus llantos, sus anhelos y proyectos de futuro, pero su recuerdo permanecerá siempre en todos aquellos que, de alguna manera, formaron parte de sus vidas.

En esta catástrofe ferroviaria, la rápida intervención de los vecinos de Angrois, en una espectacular reacción espontánea de coraje y valor, de ejemplaridad ciudadana y de generosidad, fue determinante en la evacuación y auxilio de las víctimas. Ellos, amigo mío, son los héroes anónimos de este dramático siniestro.

En todo suceso luctuoso -y este trágico accidente ferroviario lo es, en grado superlativo-, las víctimas mortales dejan tras sí una estela de historias inconclusas -¡maldita sea!-, sin posibilidad de continuidad. Por ello, querido amigo, quiero hacerte partícipe de algunas de esas historias de las que, en los días siguientes, se hizo eco el diario La Voz de Galicia.

Celtia y Eva (21 y 24 años), eran dos amigas del municipio ourensano de Xunqueira de Ambía, que, recién terminados sus estudios (Celtia, Magisterio en Ourense; y Eva, Dirección de Empresas en la Complutense de Madrid, además de un máster en la Universidad de Vigo), viajaban a Santiago para reunirse con sus excompañeros de Erasmus. La mañana del accidente, Celtia había sacado un billete de avión para viajar a Londres a finales de este mes de agosto, con el propósito de perfeccionar el inglés. Eva, por su parte, quería viajar a Italia, en este mismo mes, con la intención de participar en un campo de trabajo. Ellas, decidieron dejar el coche en la estación de Ourense, al considerar que hacer el viaje en tren era lo más prudente…

Laura y David (ambos de 21 años), de A Coruña y Cáceres, respectivamente, eran novios y estudiaban Medicina en la Universidad de Lleida. Sus profesores manifestaron que ambos obtenían muy buenas calificaciones y que eran muy trabajadores. Una pareja de brillantes estudiantes de medicina que venían a pasar unos días de vacaciones en A Coruña, donde los esperaban los padres de ella…

Olga y David (28  y 36 años), naturales de Alcorcón, novios desde hace tres años y medio, formaban parte de la tripulación del tren Alvia siniestrado. David atendía a los viajeros, mientras que a Olga le habían asignado la cafetería. Era la primera vez que hacían la ruta Madrid-Ferrol. Normalmente, aunque no siempre coincidían, prestaban servicio en el AVE Madrid-Sevilla. En el momento del siniestro, David acababa de anunciar por megafonía la proximidad de Santiago de Compostela…

Rosalina, alta funcionaria del Ministerio de Planificación y Desarrollo de la República Dominicana, viajaba a Santiago de Compostela con la intención de visitar a unos familiares y darle una sorpresa a su hermana…

Laura (23 años), de Pontevedra, era licenciada en Matemáticas por la Universidad de Santiago, y todo su entorno académico habla de ella como ‘una gran estudiante’ y ‘una muy buena alumna’. Regresaba de Madrid, donde acababa de hacer un máster;  y su novio, estudiante de Farmacia, la esperaba en la estación…

Y así, amigo mío, hasta 79 historias de otras tantas víctimas mortales que, tristemente, ya nunca podrán realizar sus sueños…

Hay hospitalizados más de una treintena de heridos, algunos en estado crítico, a los que les deseo una pronta y total recuperación.

Las causas del accidente -¡trágico y dramático accidente!- se están investigando. El contenido de la ‘caja negra’ será determinante para su esclarecimiento. En principio, el incomprensible exceso de velocidad parece ser la causa principal del descarrilamiento. El por qué de ese exceso sigue siendo una incógnita. En principio, señalan al maquinista como único culpable. Sin embargo, por los datos que se fueron conociendo, puede existir otro factor: un sistema de seguridad que no incorporaba el tren Alvia siniestrado. No obstante, lo más prudente y razonable, antes de hacer temerarios juicios de valor, es esperar al dictamen de los expertos para que la Justicia tenga fundados elementos para proceder en consecuencia.

Estarás de acuerdo conmigo -al menos eso espero-, estimado amigo imaginario, en que el contenido de esta carta bien merecía, al menos por una vez, dejar a un lado las cuestiones políticas. Aunque, para qué nos vamos a engañar, la política está en todas partes... Incluso en este trágico accidente ferroviario.

Un fuerte abrazo.

(10 octubre 2013)

Amigo imaginario:

Este largo silencio epistolar, que ha durado casi dos meses, es consecuencia de la repetitiva y cansina monserga a la que nos tienen sometidos -y acostumbrados- nuestros políticos, y que cada día me produce mayor indiferencia y, a la vez, indignación.

Los impuestos que nos habían dicho que no subirían, continúan en imparable ascenso. Últimamente, para no perder la inercia, han revisado al alza el valor catastral -¡qué desfachatez!-, con un descarado afán recaudatorio, incrementando así el Impuesto sobre Bienes Inmuebles. El recibo del consumo eléctrico experimentó un incremento medio de algo más de 3 puntos porcentuales... Y lo qué vendrá. Por otra parte, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, con la incontinencia verbal que le caracteriza -¡Qué desvergüenza!-, dijo en el Congreso:   “Los salarios no están bajando. Los salarios están subiendo moderadamente en nuestro país”. ¡Y se queda tan ancho! Y lo que es peor, si cabe, nuestro presidente, Mariano Rajoy, en su visita a Japón, anima a invertir en nuestro país argumentando que aquí los salarios bajan. ¿Cómo se entiende esto? ¿Nos hemos vuelto todos locos?

Y las pensiones -¡maldita sea!- únicamente se revalorizan un cuarto de punto (0,25%). Es decir, un incremento medio mensual de 2,70 euros. Por ello, año tras año, vemos impotentes como disminuye nuestro poder adquisitivo. Definitivamente, se están burlando de nosotros. Porque los pensionistas, como todo hijo de vecino, hemos de seguir pagando las facturas correspondientes al consumo de agua, gas, teléfono y electricidad; los recibos sobre alcantarillado y recogida de basuras; el alquiler o comunidad y derramas ocasionales de la vivienda; la compra de ropa (la imprescindible para no atentar contra el decoro) y la comida. Vamos, lo preciso para poder seguir viviendo con un mínimo de dignidad. ¡Y qué no se te averíe un electrodoméstico!

Otra cuestión, amigo mío, la marca de nuestro país, a la que, como recordarás, me refería en mi carta del pasado mes de julio, y que se proclamó -urbi et orbi- a bombo y platillo, ¿para qué  sirve? ¿Con qué fin se ha creado? ¿A quién pretende engañar? Personalmente, pienso que es un ’quiero y no puedo’ que alguien se sacó de la manga. Una marca que, poco a poco, se va hundiendo en las agitadas aguas de la inoperancia, la mentira, la arrogancia y la prepotencia de nuestros políticos.

Por otra parte, los ciudadanos -si es que aún tenemos esa categoría-, estamos más que hartos de discursos vacíos y promesas incumplidas. Estamos hartos de que nos mareen con la puñetera luz al final del túnel. Estamos hartos de que nos digan que estamos doblando la esquina de la crisis. ¡Qué estupidez! Estamos mucho más que hartos -¡empachados!-, porque vemos que en este país continúa habiendo 6 millones de parados y las perspectivas de generar empleo son absolutamente nulas. ¡Estamos hundidos y ahogándonos, cada vez más, en la desesperación! 

La aplicación de la subida de los impuestos -iniciada con la engañosa estrategia de la negación; para, finalmente, actuar con demoledora contundencia-, me trae a la memoria un texto apócrifo del drama romántico ‘Don Juan Tenorio’, de José Zorrilla, en el que, como recordarás, querido amigo, Don Juan, durante el galanteo, le decía a Doña Inés aquello de: “¿No es cierto, ángel de amor, que en esta apartada orilla más pura la luna brilla y se respira mejor?”. También se trataba de una estrategia para conseguir su innoble fin. Luego, cuando Doña Inés, rendida a la suave persuasión de su galán, le dice: “Don Juan, Don Juan, la puntita nada más”; él, haciendo gala de su fama de insaciable seductor -igual que nuestros políticos, aunque sólo en lo que a insaciables se refiere, naturalmente-, le responde: “No, Inés, toda ella y los que cuelgan detrás”. Y esa podría ser la metáfora de lo que están haciendo con nosotros los que ostentan el poder que sus votantes le han conferido.

Sé lo que estás pensando, paciente amigo. Tal vez me he pasado de rosca con las anteriores frases comparativas. Y te pido disculpas por ello. Pero todo, o casi todo, suele tener una explicación. Y esta es la mía: Tengo 69 años -aunque, si los astros me son favorables, en poco más de un mes cumpliré los 70-, y, como tú sabes, el 69 es el número erótico por excelencia. De manera que, como puedes comprender, me encuentro en una edad erótico-afectiva -o erótico-festiva, como prefieras- tan peligrosamente resbaladiza, que hace que mi comportamiento verbal sea políticamente incorrecto. Eso es todo.

En fin, estimado amigo, seguiremos soportando las  genialidades de los ineptos que nos gobiernan, hasta que nuestra paciencia -o desesperación- aguante.

(31 diciembre 2013)

Amigo imaginario:

¡Que se acabe de una puñetera vez! Me refiero, naturalmente, al año que hoy termina. Porque este año, aciago donde los haya, han tenido lugar sucesos -desgraciados, unos; condenables, otros; y despreciables, los que más- es para olvidar: trágico accidente ferroviario en Galicia, en el que perdieron la vida 80 personas; robo del Códice Calixtino en la Catedral de Santiago de Compostela (que, dicho sea de paso, nunca fue una de mis preocupaciones), finalmente recuperado; fraude y corrupción por doquier, que salpica al ámbito empresarial, político y sindical de este país. Del mismo modo -¡qué vergüenza!-, también la sombra del fraude oscurece a la otrora respetable y respetada Casa Real…Está visto que en este país no se salva nadie.

Luego está, cómo no, el desempleo, que este año que acaba continuó creciendo, y no parece tener intención de detenerse.

Con un panorama tan desalentador, querido amigo, ¿qué expectativas de futuro nos aguardan? ¿Qué confianza podemos tener en nuestros gobernantes y representantes políticos? ¿Hasta cuándo podremos soportar tanta humillación? ¿Hasta dónde llegaremos sin perder los modales y la dignidad?

Por otra parte, y esto es de suma gravedad, está la lenta actuación de la Justicia. Pero -¡ojo!- esa lentitud se debe, única y exclusivamente, a la falta de medios para llevar a cabo las investigaciones procesales,  y a la situación de desamparo en que los jueces se ven obligados a instruir diligencias. El juez José Castro, con la imputación de la infanta Cristina. El juez Pablo Ruz, ocupándose de la trama Gürtel, del caso Bárcenas y de la supuesta doble contabilidad del Partido Popular… Y la jueza Mercedes Alaya, lidiando con los falsos ERE de Andalucía y sus ramificaciones políticas y sindicales. Los tres magistrados, solos ante el peligro, tienen serias dificultades para realizar su trabajo con el rigor que requiere todo proceso judicial. Las presiones políticas -¡que las hay!-, unidas a las que ejercen las altas instancias de la propia Justicia, hacen que algunos jueces encuentren serias dificultades para llevar a buen término, y con agilidad, las instrucciones procesales. De su trabajo, sin presiones ni injerencias, dependerá que dichas instrucciones lleguen a juicio en un plazo razonable. De no ser así, corremos el riesgo de que la sensación de impunidad se instale, peligrosamente, en toda esa cuadrilla de ladrones titulados, animándoles a seguir delinquiendo y burlando la ley. Porque, como decía el humorista Manolo Royo, ¡aquí no pasa nada!

El próximo año, en el que entraremos dentro de pocas horas, no creo que vaya a ser mejor que el que ya agoniza. Se avecinan, una vez más, malos tiempos: probable nueva subida de los impuestos y, sobre todo, incremento del copago -¡repago y sobrepago!- en la Sanidad Pública (hospitalaria, farmacéutica, ortopédica…) que, en muchos casos, derivará en la reducción o suspensión de los tratamientos, ya que la -¡cada vez más!- precaria situación económica de los ciudadanos, no les permitirá soportar ese gasto añadido. Consecuentemente, el deterioro de la salud de los pacientes será inevitable. Quizá irreversible. Así las cosas, es fácil suponer que, en el mejor de los casos, el ingreso de pacientes en los hospitales experimentará un considerable aumento. Aunque, lamentablemente, lo más probable es que se eleve el número de fallecimientos. Por tanto, paciente amigo, sospecho que estas decisiones tienen un objetivo claramente definido: reducir el número de parados y jubilados, eliminándolos. ¿Un holocausto encubierto? Sé que se trata de una sospecha muy atrevida. Quizá exagerada en extremo. Pero es que, francamente, uno ya no sabe qué pensar, qué hacer ni qué decir. 

Finalmente, amigo imaginario, están las ruedas de prensa de nuestro presidente del Gobierno, en las que contesta siempre con evasivas y circunloquios; incluso, a veces, con absurdas metáforas. En ocasiones, son auténticos monólogos. Y si algún  periodista hace preguntas incómodas, no sólo la evasiva está asegurada, sino que, además, el medio al que representa puede quedar excluido en próximas convocatorias. Ahora bien, sus correligionarios, con una sonrisa de oreja a oreja, dirán que el presidente es muy hábil toreando ciertas preguntas. Sin embargo, en mi opinión, esa supuesta habilidad no es más que una auténtica falta de respeto a los ciudadanos, tanto los que le votaron como los que no lo hicieron, porque todos -¡todos!- tienen (tenemos) derecho a saber la verdad.

Espero que el próximo año, amigo mío, tengamos motivos para albergar un razonable optimismo. Aunque esa luz que dicen que ya se ve al final del túnel -¡cuidado!-, pues con la nueva subida anunciada, mi consejo es que procures encenderla lo menos posible. 

Un fuerte abrazo y Feliz Año Nuevo.