Del cielo color gris bajan gotas, no todas bajan, son diminutas, mojan el alquitrán; la acera del viandante se va mojando; a una bolsa de detestable plástico se la lleva el viento, la transporta al océano a ensuciar qué allí flote, y luego que vuelva, convertida en diminutas partículas, que vuelva infiltrada en la sal del pan, a la sal de mesa y para la mesa, en el condimento…, ya plastificado.
Es temprano, el despertador no ha sonado aún no, el cielo no clarea, se oye a alguien en la vía pública, alguien que parece gritar, quizá una persona indigente, con trastornos mentales, canalizando su impotencia tal vez su frustración.
El día transcurre, como sucedió ayer y sucederá mañana; el escribir sigue siendo difícil, y aún más para un amanuense bloqueado.