Siempre salen a la palestra las grandes cifras, los porcentajes... la macroeconomía. El señor Rajoy, en un mensaje claramente triunfalista -aunque pretenda disimularlo con falsa modestia, del mismo modo que trata, inútilmente, de ocultar las canas tiñéndose el pelo-, no se dirige a los ciudadanos de a pie, a los desempleados, a los que su mísero salario no les permite llegar a fin de mes, a los que viven por debajo del umbral de la pobreza.
En lugar de exponer, moderadamente, sin empacho, los pasos que está dando el Gobierno que él preside, para salir de esta situación asfixiante, se transfigura en presidente de Consejo de Administración de una empresa cualquiera y hace un informe financiero, más o menos creíble, pero que no calma las inquietudes y los temores de los que, como empleados en precario, como desempleados de larga duración o como pensionistas, tenemos que realizar verdaderos cálculos algebraicos -apelando a los conocimientos ya olvidados-, y aún así no conseguimos cuadrar las cuentas.
Señor Rajoy, le ruego que deje a un lado su arrogancia, baje del pedestal y se acerque a la realidad de los ciudadanos de este país que, también, es el suyo.