Autor: Luz E Macias

Fuente: https://www.polseguera.com/writers/writing-138_me-llaman-maria.html


Me llaman María

Soy un ser, el más vil de este mundo, recordando tu figura, tu cuerpo. Deseando que vuelva a suceder ese encuentro. Sentado frente a este mostrador escribo para ti. Tengo un vaso de cerveza a mi lado izquierdo y a mi lado derecho otros seres que, como yo, te recuerdan. Insisten mis ojos en mirar hacia atrás con las mismas ansias de verte entrar por esa puerta. Son las once de la noche y hasta ahora no llegas. Escribo tus recuerdos:

“tus ojos vivaces diminutos me desnudan todas las noches; digo: me desnudaron esa noche, aquella noche tuya y mía. Tu pelo ondulado rojizo caía despreocupadamente sobre tu rostro, sobre tus hombros y yo lo iba quitando lentamente de tu cara para irte descubriendo y de pronto te me escondes en esa nube que se acrecienta entre los dos. Tu risa lasciva y tus dientes hambrientos me dicen de otra noche más que deseas a mi lado. Y yo como, un tonto, vengo a este bar con el anhelo de verte reaparecer por esa ancha puerta ...”

“Esta noche es mi última noche
amar, amar es morir
renacer al amanecer
encuentro de ese alimento
amar a cada instante
para seguir muriendo”.

Me estremezco al escribir tus palabras. Laten en mi cerebro. Escucho tu voz que me llama a cada rato. Abro los ojos y ya no estás. Me pregunto: ¿Por qué no llegas? Estoy aquí para que tú mueras en ese momento. Tomo el vaso de cerveza, bebo viéndote tras él pero ... después de un pestañeo desapareces ...

¿Por qué esta obsesión de encontrarte, por qué ese deseo que recorre mi cuerpo? Sé que tengo sangre caliente como tú pero ... Pongo el vaso de cerveza sobre la mesa. Obsesionado como estoy escribo:

“Ayer fuiste mía, compartimos
un ínfimo instante de este siglo
hoy obsesionado pienso
¿dónde estás espiando mis pasos?
¿dónde estás espiando mi búsqueda?”

La música suena y la gente danza despreo- cupada mientras yo como un desesperado olvido danzar como ellos. Pienso en esa noche. Las imágenes se aglutinan en mi mente: figuras, movimientos, gritos, transpiración, agitación y ese grito de éxtasis cae pesadamente en el vacío. No puede ser. No debo hacerlo. No debo danzar; sé que en cualquier momento entrarás por esa puerta, para eso estoy aquí esperando ese encuentro, cuidando que otros no lleguen ante ti, te tomen del brazo, te apremien con sus atenciones y vuelvas a desaparecer.

He quedado prendado de ti. Escribo. Tú te has alejado, sin darte cuenta me humillas. Quisiera que leyeras mis angustias, mi pasión desbordada día a día. Quiero beber de tu cuerpo. Quiero alimentarme de ti. Estoy muerto sin morir. Te espero ...

Ahora danzan la danza de la muerte. Las mujeres bailan histéricas. Los hombres se apasio-nan. Los excitan con sus movimientos, con el mover de sus senos, con sus caderas que se unen junto a ellos, mientras yo impávido los miro.

“Estoy muerto ...
Esta es la única verdad.
Estoy como una tumba
cadáver que necesita de ti
para despertar ... “

Dos hombres entran en el recinto miran a la barra, indiferentes hablan con una mesera. Me observan. Ella me mira de pies a cabeza. Necesito escapar. Tengo que huir. Reparan mi vestimenta. Soy un guiñapo. Un paria perdido en el universo. Se acercan, hurgan en sus bolsillos. Me estremezco. Son ellos los culpables de que ella no esté aquí. Están muy bien trajeados. Hay elegancia en el caminar. Acelero mis pasos dejando mi libreta de apuntes sobre el mostrador. Tengo miedo. Trato de ganar tiempo. Huyo. Llego al baño pero una blanca mano fina de vellos largos y negros se me adelanta, toma el mango de la manija de la puerta y me abre muy galante. Me sonríe mientras, impávido, sin poder articular palabra, lo miro. Me toma de la mano. Me da un apretón, siento que algo se desliza entre las mías. Tiemblo. Entro corriendo al baño. Abro el diminuto papel, leo:
Búscame si quieres, pero no aquí.
Vete a otro bar. Te espero.

Salgo enardecido. Veo tu sombra. Tus piernas se contornean ante mí como esa noche. Ebrio de ti estoy. Tomo mi libreta de apuntes. Salgo detrás de ti que como sombra guías mis pasos. Siento tu perfume. Tu olor a mujer deseando un amante. Los hombre me siguen en una limosina negra. Los veo cerca de mí. Sí, son los mismos que me dieron tu mensaje. Voy de bar en bar. Me apasiono. Eres mía porque en cualquier instante nos encontraremos. La noche se va. El día nace y sigo bebiendo a tu nombre. Te llaman María.

El encuentro entre tú y yo está próximo. Releo lo ya escrito. La carta está casi por terminar. Los días están contados para los dos. Moriremos cuando nazca el día. La noche es mi compañera. La música, el olor a cigarillo y el humo son mis amantes. El vino yace en el mostrador al igual que mi libreta. Las meseras me acompañan en el beber. Brindamos por ti. Por la noche que se va y por ese furtivo encuentro. No hay tiempo para ellas. Tú estás en todas partes. Has bebido mi vida. Has hurgado entre la muerte como parásito que nos alimenta a los dos.

Cuando llegue esta carta a tus manos espero que yo estaré gozando de ti porque estás aquí dentro de mis pantalones, me acaricias mi cuerpo, mis piernas.

Oh, alma mía, parte de mi ser sigue amándome como esa noche, sigue bebiendo de este cadáver que ya no puede sostenerse en sus piernas. Cuando llegues a mi tumba haz lo mismo que aquella noche por favor ...

He deshojado otra hoja de calendario. Otro mes que muere y mayo con su primavera entra. Han muerto tres meses y sigo buscando tu presencia entre bar y bar. ¿O acaso nunca has existido? Fue que te inventé. Afuera está la limosina esperando por mí. Sus puertas abiertas esperan que yo vaya al encuentro con María. Voy paso a paso. Mi libreta de apuntes me sigue a todas partes. Las meseras me observan calladamente. El bar está casi solo. No hay testigos. Las lágrimas corren por mis mejillas. Acelero el paso y de un salto entro en ella. Los hombres me abrazan. Me dan una bolsa. La abro ligeramente, ahí están mis trajes. Los mismos de aquellas noches. Hoy mayo 15, en tacones y con el traje entallado, mostrando mis curvas, camino por las calles y los bulevares. Me llaman María.

Cuento publicado en el libro Los fantasmas en el espejo.

26 de agosto del 2006