Autor: Luz E Macias Fuente: https://www.polseguera.com/writers/writing-136_los-pasos.html Los pasos Cerró la puerta del ascensor. Sus pasos resonaban en el pasillo. Al fondo del único cuarto donde estábamos sonaban las Tocatas... un dos, un dos ya se apróximaba el perseguidor. Me levanté en silencio y miré por el ojo de la puerta. Sólo percibí la luz del pasillo y el sonar de un timbre en la lejanía. Observé que en una de las ventanas la cortina estaba a medio cubrir. Salté por encima de Miguel y la cerré. En ese mismo lugar estaba la escalera de escape en caso de fuego, abajo la gran avenida. Todo lo hice en un instante suficiente como para volver donde él, que me esperaba en su sexto éxtasis, listo para cabalgarlo y viajar de nube en nube. La tormenta llegaría en cualquier momento. No me sorprendería. Tendría el tiempo conveniente para vivir con él el último encuentro. -Estás ahí- , preguntó Miguel. -Sí, aquí estoy, ya voy. Déjame ponerle el seguro a la puerta y cerrar la ventana. El sol había descendido su último crepúsculo. El tiempo era nuestro. Nadie vendrá ya a fastidiarnos. -No creo que vengan hasta aquí. ¿Quién conoce este lugar? -Tú y yo solamente, nadie más- , respondí sin dejar espacio para la sospecha. - ¿Cuántos días tengo de estar aquí encerrado? Creo que estoy despierto. He vivido una pesadilla. ¿Qué me has dado a beber? ¿Qué me has hecho inhalar? Vuelvo a tí mi mirada. Estás desnuda y siento que siempre estuviste en mí. Tu rostro y tu cuerpo me han pertenecido. Descubro que desde niños somos una sola persona. Recuerdas cuando paseabamos por las calles enlodadas del barrio o fue ayer que te conocí. -No, sólo hace tres días. Me viste bella y me invitaste a que te acompañara. Yo encantada. Quisiste contarme tu vida y yo te cerré la boca con besos y nos amamos noche y día-. - ¿Quieres saber quién soy? - ¿Para qué?, basta con estar juntos, experimentar las cosas más absurdas, encontrarnos en nuestros cuerpos. Qué vale saber quién soy o quién eres si al final somos entes que viajamos por dimensiones diferentes. Serán pocas las horas que estaremos juntos. Serán pocas las horas que estaremos juntos, serán pocos los minutos para inventarnos. -Nos estaremos viendo cada día. Ahora me tengo que ir. Tengo una familia. -Yo no tengo nada, sólo este momento que vivo, ¿para qué me devuelves a esta realidad absurda? ¿Por qué me despiertas y me obligas a ver esta cinta magnética que pasa ante mis ojos? Escucho los pasos en el pasillo. Se acercan. El taconeo de sus botas cae como las notas en el piano tatatataaaaaa. Sé que está en la segunda puerta después del ascensor. Escucho su voz: "- Soy agente de la policía. ¿Conoce usted a esta mujer? Entró a este motel el jueves en la tarde. Hay un hombre con ella. Me urge encontrarla -" . La mujer responde que no me conoce. Ya imagino al agente mostrando una foto ajada. Ahora soy otra; he cambiado y los he podido burlar. Siempre he salido viva escapando a esa mano mordaz que me busca incesante en la noche. Mi nombre actual es Elena. - ¿Qué te pasa? Te has quedado en silencio. ¿Te preocupa que me vaya? Hay algo que quiero saber de tí. ¿A cuántos hombres has traído aquí? - Fuiste tú quien me trajiste, te has olvidado.... tus brazos son musculosos, tu abdomen fibroso, tus piernas blancas cementadas se tensan al acariciarme. Me gusta verte desnudo, retratarte con mis ojos cafés. Permíteme endiosarte con mi mirada para verme en tí. Deja que tu semen trascienda en mi túnel para llevarte por la pendiente estrecha de mi boca. Quiero sentarte en mi trono arcilloso para lubricarte y juntos llegar al dios que tiene la puerta abierta en este mismo momento. Así te podré amar sin saber quién eres. Nadie podrá arrebatarte de mis manos- . Vuelvo a escuchar los pasos como a tres metros de mi puerta. Una puerta más se abre, otra mujer mira la foto. " -No señor, no la conozco. ¿Es peligrosa? Dígame quién es ella-" . Escucho la voz del agente, dice que viene tras de mí, y que quiere salvar a Miguel, que ahora soy Elena, que la semana pasada era Gabriela, y que... -" me río de esa tonta vecina que teme por su vida ignorando que estoy aquí para alimentar a estos hombres ávidos de mujeres. Vuelvo mi rostro hacia Miguel y le pregunto si alguna vez ha oído hablar de mí, si me reconoce cuando introduzco mi lengua en su boca que lenta se va deslizando hasta obstruir su epíglotis. Ahora voy enredando mi pelo en su cuello mientras lo voy amando. Si ha bebido el olvido en el anís de mi cuerpo ya sabrá en el momento preciso quién soy y desde luego a quién ha amado segundos. La puerta se cierra y yo sigo trenzando mi pelo en tu garganta. Su falo se erecta, estoy con mi dios, estoy a las puertas del infierno, estoy entrando al cielo. Los pasos se aproximan, es poco el tiempo que me queda. Veo que sus ojos se agigantan y enrojecen. Nerviosa le digo muy cerca al oído cuando el timbre suene en esta puerta sabrás que has estado en el infierno, de aquí no sales porque yo no me quedaré sola. No tendrás tiempo para contar quien fue tu amante. Eres otro más que arrastro por la vida. -Elena calma tu ímpetu. Sé que me amas pero estoy aquí para salvarte de los que te persiguen. Áfuera hay otro hombre como yo que te busca no para amarte, sino para desquiciarte. Elena este cuarto es grande y tiene dos ventanas, por ellas podemos huir. No recuerdo ahora exactamente dónde están, pero tú sí lo sabes. La tiniebla cierra mis ojos, sé que a un lado está la puerta. Escucho los pasos de mi jefe. El viene a buscarme. Afloja un poco tu pelo que me ahogas, te digo que aflojes. Aprovecharé este momento para levantarme. No puedo. Un rayo de luz entra por el orificio de la puerta. Levanto con fuerza mi mano. La busco a ella en el espacio. Mi rostro y mi cuerpo tiemblan. El quejido agudo del monstruo que me posee aulla. No logro soltar el nudo que va cerrando mi cuello, estiro mis piernas, tanteo el aire. La busco hasta en mis bronquios. No la encuentro. Mis manos sin fuerza van cayendo, mi cara se va tornando fría, mis pies están entumecidos. Afuera la bocina de los carros lloran el ruido lastimero de un día que se va; es largo su lamento. Un vientecito fresco se cuela por una de las ventanas. Me desplomo. Sólo escucho a lo lejos el sonar de un timbre. octubre 26,1991 21 de octubre del 2005