Autor: Volskiervers Fuente: http://www.polseguera.com/writers/writing-785_dia-de-lluvia.html Día de lluvia La lluvia empezó a mojar las calles, empezó a emanar a percibirse aquel olor típico del asfalto cálido al recibir las primeras gotas de un verano día gris nublado… Unos pocos paraguas abiertos de vecinos que caminaban en función de sus quehaceres y recados. Y en el local comercial de la pequeña localidad la señora que atendía a la clientela iba mirando el reloj, lo hacía sin ansiedad, con naturalidad.   Era ya las primeras horas de la tarde el centro social aún tranquilo, la mayoría de mesas vacías: un vecino por allá con el periódico abierto..., más allá una mujer joven tal vez estudiante de... leyendo un libro de..., también por allí un individúo solitario ante un ensayo y que pretendía dedicarse a escribir textos pero que no sabía colocar comas. En otra mesa, dos hermanas no gemelas, silentes, jugando a las blancas contra negras ajedrez tablero, y en un rincón, bajo una de las antiguas ventanas estaba el amanuense sentado ante un escrito, unas cuantas líneas escritas con un bolígrafo en la otra mano, de color azul la tinta. El escrito parecía estar terminado, y parecía como si lo estuviera releyendo pues tampoco estaba seguro de cómo funciona la ciencia de las comas colocar. Los vecinos más ruidosos, quizás por razones de siesta aún no habían llegado…, el ambiente sonoro cambiaría… en breve ya acudirán los más elocuentes seres humanos a los que les cuesta el silencio, amigos de la aventura parlante y anécdota contada y vuelta a contar; como un desfasado transistor del pasado con pilas nuevas.   Aquella tarde…, es decir, dos tardes a la semana… la propietaria del local comercial cerraba antes, pues cerraba temprano, así que bajó la persiana con la ayuda de un simple y buen invento botón; y aún llovía y caminaba la señora haciendo maniobras bajo los salientes de las fachadas para intentar no mojarse, hasta llegar a una esquina donde giró.   En el local social, la responsable y además encargada de la administración y logística estaba en su despacho al teléfono al habla y escucha y decía: "Rodrigo, esta tarde no puedo acudir al ensayo, tengo que quedarme aquí en el despacho..."   La encargada del local comercial entró en el auditorio un edificio de la localidad antiguamente señorial; era una sala de más de sesenta e incluso setenta o más años de historia, y había varias personas a la espera, y al grupo se unió la mujer recién llegada del local comercial, se saludaron, hubo sonrisas.   Apareció el señor Rodrigo, se dirigió a la recién llegada y le dijo: "Eulalia, tu hermana no puede venir, según me acaba de decir ha de quedarse en el despacho". A los pocos minutos el coro ya iniciaba el ensayo partitura madrigal. Don Rodrigo, batuta sujeta en la otra mano, dirigía, guiaba, y el siglo XVI, XVII empezó a recobrar sus obras musicales, motetes, cantatas...   En el local social con la hermana de Eulalia al mando y gerencia el arrastre de alguna que otra silla evidenciaba que ya había más gente, más ajetreo parlante variado, idiolecto allá su dicción cada cual.   En cuanto a la tarea de atender al público al usuario, había otra persona más, era la encargada de atender, como si camarera, y que si fuese necesario entregaba tableros de ajedrez. La camarera tenía un sobre grande folio medida, en su interior el recién acabado escrito del amanuense allá lo escribiera, y que en esos momentos no estaba, pues que había tenido que salir a atender asuntos personales pues no dijo más, y, no pudo llevárselo consigo, pues la lluvia, causar puede en papel gran estropicio:   "¿De qué trata lo que has escrito?", la camarera acababa de preguntar, y el amanuense antes de salir para tales asuntos, respondió: "Mañana, cuando vuelva, te adelanto algo". "Dame una pista". "Trata de una ministra de asuntos internos".   Y mientras tanto, la lluvia caía con moderación. El peculiar olor del asfalto recién mojado ya desapareció. En las calles había pocas gentes en esa pequeña localidad alejada tan de la capital, ergo quedaba lejos.