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El rincón literario: El Viejillo del Saco

El susto se lo llevó mi hermana, y el castigo fue para mí.

En la época seca, el zacate que había a la orilla de la calle se ponía seco y era delicioso resbalar cuesta abajo hasta la casa de don Rusilio. Esto es, unos trescientos metros desde donde vive mi mamá.

Mi casa era vieja. Pero en ella me crié y sigo soñando con esas paredes altas, los corredores brillantes, la cocina de leña; el olor a bananos maduros, a pasto fresco, a vacas recién ordeñadas y café recién chorreado. La enredadera de bellísima rosada que cubría buena parte de la pared.

Tal vez les sea difícil entender esta historia, porque las cosas hoy son muy distintas. Pero es así como las recuerdo. Imagínense una casa grandota de madera, muy cerca de la calle por donde pasaban los pocos carros y autobuses que existían. Entre la casa y la calle podría haber unos tres metros de enzacatado que nosotros llamábamos la “sabaneta”. Este era un espacio para jugar al carretillo, hacer maromas, caminar de manos, dar vueltas de carnera, jugar pases peleados o can, brincar mecate y hasta jugar fútbol.

Pues en esa plazoleta nos reuníamos tíos, primas, primos, vecinos, vecinas, chiquillos y chiquillas que queríamos compartir o competir en los juegos.

No recuerdo quiénes estábamos jugando a resbalar, pero no éramos muchos. Como mi hermana era muy pequeña –cinco años menor que yo- no podía acompañarnos en el juego. Entonces la dejamos sola en la sabaneta, esperándonos... ¡Y partimos a la aventura!. Cuando regresé, no estaba mi hermana. Encontré las puertas y las ventanas de la casa cerradas. Cuando al fin me abrieron, había llandos de mi hermana y gritos de mi mamá y de Inés.

Yo no entendía nada, no podía defenderme porque no me sentía culpable, las amenazas las encontraba irracionales, y seguía sin entender.

Hasta que vino Nana a mi rescate, y me contó lo que había pasado.

“Mientras yo estaba disfrutando de la resbalada, apareció un “viejillo” y le dijo a mi hermana que se iba a llevar con él dentro del saco”.

Jamás hubiera imaginado tal peligro, porque entonces no se hablaba de violadores, roba niños, secuestros, ni acosadores sexuales.

Kemly Jiménez (kajota@amnet.co.cr)
Costa Rica, 23 de agosto, 2004


Relatos breves de Kemly Jiménez:






 
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