Dioses celestiales
adoran al sol
bajo los espejos ocultos
de la oscuridad.
Ecos moribundos
dictaminan en el cielo
sentencia inmediata ...
Mientras una luna
peregrina y callada
espera.
Esculturas angelicales
señalan el umbral
del horizonte,
y jardines transparentes
dejan sus brotes nocturnos.
Rostros obscenos
enlutan el extremo opuesto
de la tierra.
Tejen los dioses
ruegos en el ocaso,
coronando estrellas
sobre grutas impalpables.
Entre ritos mortales
la tierra recupera su presencia
abierta en el espacio.
Ansiosa, espera ella
poder sentir
cómo los hombres embarcan
hacia el último pájaro.