Sigo las huellas de mi destino, sigo los pasos de un camino ya recorrido.
Te veo en el cielo, en una estrella, en un lucero.
Te quiero tocar y estas muy lejos, que ironía del destino yo acá y tu tan lejos.
Tu la dona que ningún pintor se atreverá jamás a pintar, eclipsado por tu belleza.
Tu la mujer que a inspirado a los mejores poetas, sin poder decifrar el misterio de tus ojos.
Y aquí estoy yo, ya cansado de transitar esos caminos.
Te veo, veo tu alma, escucho tu corazón latir cerca del mío; puedo sentir los gritos de tu espíritu herido.
Acudo sin dudar a tu auxilio, te extiendo mi mano y no puedo tomarla, estás muy lejos.
Pero ya sabes que no te encuentras sola. Puedes contarle al viento, al mar y a las estrellas que te han secado las lagrimas para dibujarte una sonrisa.
Por mi parte prometo mantener mi luz encendida para que no te pierdas en la oscuridad de la soledad.
Estaré a tu lado mientras dure mi luz. Sólo te pediré que me ayudes a mantener encendida la llama de nuestra amistad.
Solo los dos pelearemos en un mundo que no esta preparado para nosotros dos.
Gustavo Adolfo Ferreira (gustavoadolfoferreira@yahoo.com.ar)
19 de febrero del 2005
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