Quiero convertirme en un pequeño barquito de maguey
como aquellos hermosos veleros de nuestra niñez,
para navegar con mi motor fuera de borda
no por Yarush, sino por tus arterias.

En las mañanas surcar palmo a palmo tus piernas,
para acompañarte paso a paso por donde vayas
y sentir cómo tus hermosos pies desnudos
se calientan poco a poco con el sol.

En el atardecer atravesar cada uno de tus brazos,
desde la palma, hasta la yema de tus dedos;
así no se escaparán de tus tersas manos
el duro mástil de mi proa aventurera.

Durante la cena arrear todas mis velas invisibles,
anclar en la cautivadora bahía de tu sonrisa.
para alimentarme de tus besos dormidos
y saborear como postre dos suspiros.

En la noche descansar en los latidos de tu corazón,
hundido como el Titanic en lo profundo de tu ser,
y arrullado por la tenue luz de los ninacurus
que mi alma viajera trajo de Huarampatay.

A media noche dar vueltas y vueltas por tu cintura
con el movimiento ondulante de tus caderas,
en un incesante vaivén con tu rosa náutica
hasta sentir el dulce aroma de tus pétalos.

Antes del alba acariciar tus dos prominentes colinas,
besar hasta el delirio tus labios temblorosos,
ver tu tibio lecho a través de tus pupilas
y encender fuego en tus sábanas.

En el dulce amanecer rebobinar tu memoria dormida
procurando ampliar el presente que no miente,
soñando contigo el futuro que no se siente,
antes de perderme en tu torrente.

Si me pierdo, sigue la ruta que tu sabes de memoria,
que yo te esperaré donde se cruzan tus arterias
y tu sangre esculpe pasiones bajo tu shaprita,
con el eco irreverente de mis versos.

Así, cada día, tarde y noche recorreré todo tu cuerpo,
entre senderos estrechos y puntadas de zapatero,
hurgando sin brújula en ese tesoro escondido
que se oculta bajo tu monte de venus.

Y mientras viva navegaré por sendas que creí perdidas,
embriagado por el perfume de las musas huastinas,
con el silencioso lenguaje de los ichic-qulgos,
y la mágica melodía de las ninfas aquinas.

(Huaraz – 1994)

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