I
Bajo la tarde lluviosa
tras el húmedo cristal,
miré su silueta rosa
posada sobre un rosal
II
Entre el arco de esa rama
me miraste y te pude ver;
el amor siempre está que llama,
te amé sin saber porqué.
III
La lluvia, lenta caía…
En granizo convertida
te vi toser y tu tos sentía
en mi iluso corazón
IV
Como el golpe de un azadón
Cual luminoso rayo
Cae sobre la tierra mojada
de algún viejo panteón
V
Bajo el cabello castaño
Y la palidez del semblante
te daba un extraño encanto
muy dulce, muy fascinante
VI
En tu silueta ligera
Temblaban ansias aladas,
como una ave que estuviera
para dejar de existir…
VII
¡Belleza! que más queremos
Será efímera y pasajera
a medida que sabemos
que está próxima a morir
hepacu