Soy el rey. El rey del escenario y del pódium. Me presentaré: soy Juan. Trabajo el fin de semana de gogó, bailarín o deseo carnal en una discoteca. Consiste en bailar, mover un poco mis lujosas caderas e incendiar los cuerpos de las mujeres.

Allí arriba, sigo siendo el rey. Las muy tontas se piensan que las quiero para algo más que un simple baile. Primero que tengo novia y, segundo, que estoy tan cansado que no me salen las ganas de un revolcón.

Dicen que todos los gatos son pardos. Es cierto. Pero por el día no. Entre semana ayudo a un primo mío a descargar camiones. Para colmo, las chicas no me hacen ni caso. En ese trabajo no soy tan apetecible. Hay que ver lo que hace la noche, un tanga y un poco de alcohol.

Claro, ellas pensaran: mira, como nos exhibe su cuerpo será un chico fácil para llevarse al huerto. Qué risa. Soy el tío más vergonzoso que existe en todos los antros de este país. En lo único que pienso mientras bailo y muevo mis rítmicas caderas es en el montón de billetes que voy a ganar después de la sesión. Bastantes preocupaciones tengo yo, para ahora enrollarme con una niñata de éstas. Mejor otro día. A lo mejor el sábado que viene sí. Hoy estoy cansado.

Por cierto, con tanto pensar la música ya ha acabado y yo sigo aún aquí moviéndome como las lagartijas. La gente ya no me mira. Sin música soy menos apetecible. Sin música, mi baile acabo. Sin música, mañana toca carga y descarga con el camión. Sin música, vuelvo a no comerme ni un rosco.

Javier Gil (javiergil15@wanadoo.es)

Otros escritos de Javier Gil: -Engaños de un camarero-    -Hermosa conversación-    -Esa patria olvidada-    -¿Qué me pongo?-    -Hoya Gonzalo-    -¿Quién me lo explica?-    -¡Qué noche la de aquel momento!-    -No soy quién os pensáis-