De esa tarde de sábado no olvido
el instante que supe que existías.
y la gloria de saberme el elegido,
por ti, para ser el primero de tu vida.
Aún escucho el eco de tu voz,
melodía que han grabado mis oídos
y aquel beso que fue para los dos,
una mágica fusión de los sentidos.
De tus labios conservo su sabor,
otro más dulce jamás logré gustar.
Estaban embebidos en amor
y fue la trampa que no pude doblegar.
La nostalgia nos invade por doquier
y el tiempo transcurre inexorable,
más sólo sé que fuiste mi mujer
aquel día, un sábado a la tarde.
Hugo F. M. Otero (hotero@ciudad.com.ar)