1
Carlos se levantó a las cinco y cuarenta de la mañana,
miró el cielo gris de un amanecer poco amistoso.
Prendió la radio, el locutor comenzaba su rutina de
siempre : "buennoss diass! todo el mundo a levantarse
con enerrrgia, con la enerrgia única que te da
Vitamin®. Musiquita para que se despejen y comiencen
el día con ooooptimisssssmooo". Por un momento Carlos
pensó : ¿como diablos hará este tipo para desear un
buen día, si duerme menos y trabaja mas tiempo que
yo? De repente su padre se asomó por el cuarto.
-Hombre bájele a ese radio o ponga noticias como todo
el mundo; además, no cree que se le está haciendo como
tarde para la entrevista de trabajo.
-Ya voy, ya voy, no me presione.
Después su madre intervino.
-Hágale caso a su papá; mire, que si desaprovecha esa
entrevista, después nos va a tocar empeñar su radio.
Luego su padre gritó desde la sala.
-Pues mejor para mí. A ver si deja de escuchar esa
musiquita de los mil demonios y coge juicio y trae
papita pa' la casa. Dijo su padre en tono irónico.
-Me voy a demorar, pero por la fregadera de ustedes
dos.... Ahora si me dejan en paz para ir a la bendita
entrevista esa. - Gritaba un Carlos desesperado.-
El padre de Carlos (Hortencio) había quedado
desempleado desde hace más de cuatro meses por aquello
que los ministros llaman "reestructuración", que no es
más que un método para sacar unos que consiguieron
puesto a cambio de votos y subir a otros que hicieron
lo mismo pero con el político de turno. Don Hortencio
había votado por un tal Plutarco Meléndez, un tipo
famoso por haber construido los peores barrios de
invasión de la ciudad. El caso es que el tipo cayó,
pero no del todo; 72 horas antes de capturarlo el tipo
estaba en una isla del caribe donde había fijado
residencia para él y su familia.
2
Carlos se sentía agobiado por todas las
responsabilidades que el estaba cargando, pues su
madre no había trabajado desde que se casó, gracias al
machismo que imperaba en aquella cultura de su país.
También se sentía frustrado, pues tuvo que interrumpir
sus estudios y aún debe 3 cuotas del 4 semestre de
ingeniería psicoacústica con énfasis en salud
gerencial y e-commerce en la universidad fundación
"Fabio Pillo", universidad a la que había entrado
gracias a una recomendación escrita de "Don Plutarco".
En medio de tantos problemas, Carlos creía que las
cosas no podían ser peor, que todo no iba a ser así,
que algún día el sol saldría sin su bochorno
insoportable ,que las chicas no le volverían a romper
el corazón, que el ruido se convertiría en silencio y
el silencio en miradas de amor y el amor en aquel que
conoció y perdió en un recorrido del nuevo sistema de
bus de la ciudad, su Ana que lo tenía más perdido de
lo que estaba y de la cual no volvió a tener razón
alguna. Carlos era de aquellos que veía la luz, de
aquellos jóvenes que los presidentes nos nombran con
orgullo en sus discursos. Carlos era un soñador.
Carlos era un iluso. Carlos era un idiota útil.
3
Después de bañarse con escasa agua fría, ponerse el
par de calzoncillos más apretados, las medias con el
mejor tobillo pero con el talón y la punta rota, una
corbata digna de Don Chinche y el vestido "Arturo
Calle", que "heredó" de sus familiares clase media
alta, Carlos se tomó el chocolate a sorbos y se quemó
la garganta.
- Mamá, ¿usted por que deja el chocolate tan hirviendo?
- Pues como está haciendo frío yo pensé que....
Carlos la miraba con cara de compasión y desespero.
Esa cara que los hijos hacen a sus madres cuando ellas
están justificando algo que por más de injusto e
irónico tocaba darles la razón.
- Pues yo pensé que usted estaba congelado por aquello
del agua fría.
- Ya mami; tranquila, yo me lo tomo... Carajo, ¡si se me
está haciendo tarde!
Carlos terminó el volcánico chocolate y salió
corriendo por la puerta, su madre le daba la bendición
y le deseó buena suerte.
- Vaya tranquilo mijo y que mi Dios y la Virgen me lo
protejan.
4
Después de caminar varias cuadras y al llegar a la
estación de bus, Carlos pensó en su dulce y bella Ana,
a quién guardaba puesto celosamente, pues siempre se
encontraba con ella en la estación tercera
"La Calidez". Ana era una muchacha dulce, tenía el
cabello crespo y rubio como el de los querubines
regordetes que adornan las iglesias y los centros
esotéricos de una de las más congestionadas avenidas
de la ciudad, ellos (Ana y Carlos) siempre charlaban
durante el recorrido, pues sus sitios de estudio
quedaban bastante lejos de sus viviendas y sus
viviendas quedaban moderadamente distantes de las
estaciones de bus, así que la "patoneada" ya era algo
que tenían en común, los ojos de Ana eran de ensueño y
parecían con "dimmer", pues eran muy expresivos y se
graduaban según el sentimiento, hablaban banalidades
como las espinillas, el bigote del senador, los líos
de una modelo con un traqueto, etc. Compartían los
mismos gustos y las mismas pasiones.
- Oiga pelagatos ¿va a subirse o no?
- Pendejo! No obstruya la cola.
- Joven, por favor suba al bus o corrase para que los
demás puedan subir.
Carlos se había quedado echando globos pensando en
Ana. Era algo que todavía lo tenía perturbado.
5
Desde aquella vez que Ana no volvió, Carlos no tomaba
asiento en el bus así tuviera uno en el frente o fuera
el único pasajero. Era una señal de duelo, duelo por
la ausencia de ese ser que nos hace el día feliz, nos
hace olvidar de la rutina y el futuro que nos esperan.
Cuando el bus paraba en la tercera estación "La
Calidez", Carlos cerraba los ojos y apretaba con
fuerza el pasamano; tal vez esperando una buena nueva
o el triste panorama de hace 2 meses. Ana no está. Ana
no ha vuelto. Ana no va a volver. Recuerdos borrosos
vienen a su memoria.
- "La Calidez", ¿no has notado que los barrios más
tristes de la ciudad tienen los nombres más alegres,
tibios y esperanzadores?
Definitivamente, Ana era una de esas pocas chicas
bellas con quien se podía mantener una conversación.
6
El Bus paró en la estación de "los cuadrados" en el
centro de la ciudad, una ciudad que todavía no conoce
los rascacielos, pero está orgullosa de sus mediocres
edificaciones, llenas de miseria, raponeros,
contrastes sociales y demás vicisitudes del abandonado
tercer mundo.
Carlos salió de la estación después de hacer una
insoportable fila porque a una señora la máquina se le
había comido la tarjeta. Trotó hasta el edificio
"madre tierra", un mamarracho gris de más de
veintiséis pisos y treinta años, que cumple la función
patriotera de lucir el tricolor en las fiestas
patrias. Su helipuerto sirve para celebrar cócteles
del "yet tzet", además de servir de "mirador" y
arbolito de navidad. La entrevista era en el piso 8
oficina 805a. El nombre de la empresa "superémonos
ltda".
- Buenos días ¿qué necesita?
- Ejem. Sí, es que vengo para una entrevista en el
piso 8 oficina 805a.
- ¿Aaah sí? ¿Cómo es su nombre?
- Carlos Rodríguez.
- Sí, un momentico....
Carlos se arreglaba el vestido y se frotaba las manos
nerviosamente mientras el portero se comunicaba por el
citófono.
- Marielita, mi amor, si es que es para que usted mire
si un tal Camilo Bohorquez....
- Rodríguez, Carlos Rodríguez.
- Un momentico mi Maries, quesque me están
interrumpiendo. ¿Qué dijo usted?
- Que yo me llamo Carlos Rodríguez, no Camilo
Bohorquez.
- ¿Y eso que?, ¿qué quiere que haga?
- Pues hombre que usted me anunció como Camilo
Bohorquez, y yo le dije que mi nombre es Carlos
Rodríguez.
- Un documento por favor para verificar si lo que
usted está diciendo es verdad.
Carlos metió su mano en el bolsillo y sacó un carnet
del seguro social.
- Ajá, sí, aquí dice Carlos Rodríguez, pero este
documento no tiene foto, entonces usted PARA MI no es
Carlos Rodríguez. Me hace el favor me da un DOCUMENTO
RECIENTE con FOTO y entonces ahí si lo puedo anunciar
como Carlos Romero.
- Rodríguez.
- Eso eso Camilo Rodríguez, lo que sea. Pero a VERRR
el documento, qui hubo pues!
A Carlos le daban ganas de voltiarle la jeta y
arrancarle los "vicentescos" bigotes a "la autoridad",
pero como la necesidad tiene cara de perro. Carlos
sacó su cédula y se la arrojó al portero.
- A mí no me bota las cosas, a la autoridad se le
respeta.
- A verrr, si ¿no?, ¿cómo que se parece? Mire pa'acá
chino...hmmm. Mire otra vez.
- ¿Aló? Marielita, resulta que el joven le dio por
dárselas de chistosito y dio otro nombre, no es César
Bosques, sino Camilo ¿qué?...
- CARLOS RODRÍGUEZ
- A MÍ NO ME GRITA CULICAGADO. Que pena mi Maris,
pero es que a la gleva toca dominarla. ¿Tons qué? ¿se
le mide a lo del viernes? Ahh, pero no sea malita. Mi
amor, mire a ver si hay un tal CARLOS RODRÍGUEZ en la
lista, que es que aquí no tienen paciencia, pero como
tú sabes que yo soy todo paciencia, todo corazón, a
jijijiji. ¿Cómo? ¡Qué sí! ¡Que el número de la cédula!
- Oiga gran pendejo que cómo es el número de la
cédula.
- Ahí la tiene; mire usted.
- Marielita, mi vida, el numeró es 75251247.
- Oiga, que suba, el ascensor está ahí a la vuelta a
mano derecha..., pero está en mantenimiento desde hace
un mes. Tome su cédula.
Carlos no quiso decir nada. Siguió camino a las
escaleras, cuando sintió que lo agarraban del hombro.
- MOMENTICOOO, DEJE UN DOCUMENTO ANTES DE ENTRAR.
Carlos le dio el carnet del seguro, pues ya estaba
afiliado a otra eps.
- TIENE QUE SER CON FOTOOO.
- Necesito la cédula para la entrevista.
- ¿Y SERÁ QUE EL JOVEN SI FUE TODO UN VARÓN Y LE
PRESTO EL SERVICIO A LA PATRRIAA?
- La libreta también me la piden... ¿Y yo por qué
tengo que rendirle cuentas a usted?
- Eso a mí no me importa, las reglas del edificio son
las reglas del edificio y yo estoy aquí para que se
cumplan. Gústele o no.
Carlos empujó al portero y replicó.
- No me joda; dejeme pasar.
El portero lo encañonó con el fusil de dotación.
- NO SE MUEVA un pasito más y...
- ¿Y que? Ay no me crea tan pendejo.
Carlos siguió mirando hacia el frente sin saber que
ese muro estúpido y gris sería la última cosa que el
vería en toda su vida.
- Usted se la buscó- BANG!!!!!!!!!!!!!!
Carlos cayó al suelo. Su cabeza, como Ana, no volverá
a estar en el lugar que estuvo. Era una lástima, 19
años y un traje de Arturo Calle recién sacado del
lavaseco. Toda una vida por delante, todas las
oportunidades, todas las ilusiones, todos los "te
quieros", todo se acabó, por culpa del abuso de
autoridad de un conserje y de la exasperación de un
joven santo e inocente. ¿Lección de vida? ¿Mensaje de
tolerancia? ¡A quién le importa eso mientras tenga más
cerveza en el refri, más equipos de fútbol y más
mujeres que manosear!
En ese muro gris había un poster de colores que rezaba
: "este es el país de las oportunidades", quedó
manchado de los pensamientos, sensaciones y
sentimientos que Carlos tuvo, quedó untado de Carlos.
Al día siguiente Ana salió del hospital donde estuvo
en coma luego de caerse por una alcantarilla sin
tapa, firmó unos papeles y luego salió a tomar el bus
para ir a casa.
FIN
Antoine Van Glist (van_glist@yahoo.com)
Bogotá
Poemas de Antoine Van Glist:
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