Príncipe, mi verdadero y único, que vistes de negro y me matas con mi propia ayuda:
No puedo soportar más. Todos los días que pasan son como golpes, y todo fue, desde que partiste a la guerra, y allí hiciste lo que sabes hacer mejor: "lastimarme", torturarme. Yo todavía me estaba desangrando del dolor por la última vez, pero hasta hace horas, no había muerto, aguanté tu guerra tres años, sin poder sentirme en otros brazos, y hoy, el conflicto bélico en mi contra por fin terminó. Lograste matarme luego de mi agonía y ahora ya no siento amor, odio, placer, y no digo felicidad, porque la poca que tenía me la robaste, la tenía guardad tu fiel escudero con ojos como el color de las montañas, y tu, la tomaste hoy, la cubriste de tierra, saltaste, escupiste y golpeaste piedras sobre ella, luego de verla destrozada en el piso, clamando piedad, reíste con fuerza y la dejaste como la basura, que ya no sirve, por eso se tira.
Ante todo esto, yo, no puedo odiarte, olvidarte, tejo una manta cada vez más larga para pasar el tiempo, y en cada centímetro de ella, lloro más y más, porque ante mi perdón no te agachaste, porque ante mis sentimientos te reíste, y como una simple cortesana que soy, no puedo pretenderte y vos, maldito, te sigue abusando del respeto que te debo, me pegas con tu látigo de cuero, pareciendo disfrutar ver las lágrimas que brotan de mis ojos, suplicándote piedad y un poco de amor, que recorren mis mejillas dejando un camino blanco a su paso (pues mis mejillas están llenas de barro porque pisas mi cabeza para ensuciarme la cara como por culpa tuya ensucié mi orgullo) como las heridas que dejas en mi espalda, sólo que éstas son de color rojo, y cristalino y puro como mis lágrimas; ves ése dolor que regocija tu alma pura e impura, y te siente superado porque logras que te las pague aquella cortesana que solo para que vos puedas vivir, se arrancaba con un cuchillo oxidado todos los órganos, aquella cortesana que a mi príncipe de las lagrimas, no resultó nada, no puedo seguir viéndome sumisa a tu espada, y no volveré a transformarme en víbora. Morí, terminaste de matarme, como siempre, por culpa mía, terminas ganando tu, maldito asesino, no voy a poder perdonármelo nunca mas... ya no se puede seguir adelante, las cosas nunca cambiarán, todo debe seguir su camino, solo, príncipe del dolor y sufrimiento, seguirás existiendo hasta que muera en muerte, que espero no falte mucho, en mi mente y corazón, tú, te convertirás en rey de todo, incluso de mí, serás bueno y justo con todos, excepto conmigo, tu karma, tu lucifer, tu tormento, y a medida que logres poder, lograrás enviarme hacia la horca, la muerte, y yo, cortesana campesina, seguiré sembrando semillas de amor hacia vos, toda mi vida, sin poder sacarme tu retrato jamás de la mente, deseándote el bien, y velando por tu salud psíquica y física, llorando mi propia sangre, gritando tu recuerdo dormida, gritando tu nombre hasta morir. (Para vos sebi)
Gabriela Pérez (gaisha@latinmail.com)
Escritos breves de Gabriela Pérez:
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