Nada puede romperse, nada puede ser olvidado...
Las palabras son una medicina fantástica. Desde siempre, gracias a los vocablos, el mundo ha podido liberarse (en parte) del miedo y del dolor que todo lo desconocido nos produce…
Si de verdad consideramos que la vida es algo realmente importante, en permanente crecimiento, totalmente imposible de encerrar y de dominar a través de certeras definiciones o sentencias, más o menos brillantes y logradas… entenderemos, entonces, que no se puede hablar de división o clasificación entre la legítima y necesaria búsqueda de belleza con el anhelo ineludible de vivir una existencia justa, libre, igualitaria y equilibrada.
Casi todos queremos (soterrada o visiblemente) vivir una sosegada y compartida relación con los diversos paisajes que envuelven nuestras trayectorias personales. Poesía (o hermosura íntima que se desborda) y compromiso firme con todo lo que puede y debe mejorar nuestra cotidianidad son, el magma, la sangre, el alimento que debemos, urgentemente, distribuir a todos nuestros semejantes…
Las palabras son una medicina fantástica. Desde siempre, gracias a los vocablos, el mundo ha podido liberarse (en parte) del miedo y del dolor que todo lo desconocido nos produce…
Tampoco podemos ser ingenuos al intentar comprender la vinculación entre lucha socio-político y combate creativo. Nunca alcanzamos (probablemente nunca llegaremos) plena y totalmente nuestra meta… La ensoñación, la magia, el divertimento y el transporte envolvente que toda creación, que el cultivo del arte produce, a través de las palabras, de la pintura, de la escultura… son piezas (necesarias y sumamente agradables) de una lucha contra el terror, el miedo, el sufrimiento, la explotación, la esclavitud, la muerte… Creamos belleza, construimos limpios mundos invisibles para evitar que la ponzoña, el miedo y el terror nos paralicen y destruyan totalmente.
Somos personas en la medida en que nos integramos (de forma consciente y a la vez invisible) en el paisaje. Y el paisaje es algo más que una cantidad determinada y definida de elementos (urbanos, naturales). Siempre somos algo más que palabras, que silencios, que miradas, que olvidos. Somos algo más que ceniza futura en el momento que decimos NO a todo lo que representa dolor, pobreza, miseria, exclusión, destrucción, llanto, violencia, muerte…
Nuestros ojos son la huella que sabe romper, diluir el miedo, transformar la angustia en una incontenible y desbordada pasión por vivir y ser siempre dueños de nuestro destino. Dueños siempre de nuestras pequeñas alegrías, de nuestras pequeñas luchas… Dueños de todos nuestros sueños…
El panorama lacerante y terrible que asola y devasta nuestras tierras, nuestras casas… que invade nuestros hogares… que contamina nuestros cuerpos… debe ser combatido, con tenacidad y diligencia, empleando inteligentes miradas llenas de serena rebeldía…
La alegría y el valor son los hermanos siameses que necesitamos en nuestro ejército pacífico. Nacemos para comprometernos y unirnos a la luz, a la belleza. La poesía, el arte son y serán siempre sinónimos de limpieza, de bondad, de justicia, de igualdad…, el arte es la raíz de otro mundo posible y alejado de los traficantes de dolor… La poesía libre, esa que carece de apellidos, de distinguidas etiquetas, es una expresión comunitaria, anónima y asequible para todos, pues la belleza reside y se crea, imparable y desmesuradamente, en todos y cada uno de nosotros… Asumir estos principios, estas reglas son el fundamento motor para crear un devenir propio, lleno de esperanza…
Todos somos esa carne de eternidad que late en las palabras, breves y directas, y tan auténticas que no hace falta pronunciar. Todos, cuando comprendamos que poesía, lucha y compromiso son lo mismo, y sirven para cambiar y mejorar las diversas realidades que nos envuelven, seremos esa mirada de niño o esa tierna sonrisa que nos regala nuestra madre al nacer…
Todos somos y seremos esa carne de eternidad, ese amor desesperado, único e irrepetible que vibra e incendia nuestras miradas, nuestros silencios, nuestros abrazos…
La vida, la poesía, el arte… no tienen ni necesitan de las definiciones, ni de los muros, ni de museos, ni de escuelas…
Antonio Marín Segovia (antoniod17@ono.com)
16 de febrero del 2005
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Sobre el autor:
Antonio Marín Segovia, nacido en Valencia ciudad el 17 de diciembre de 1960. Intento diariamente vivir de manera poética, alejado de los ruidos y oropeles.
Creo que debemos ser mejor que nuestras propias palabras, que nuestras propios silencios, pues la mejor música es la que emana de nuestras miradas, de nuestras caricias, de nuestros abrazos.
Regalar unas palabras, unos pensamientos es la mejor manera de vivir y compartir la belleza con el resto de nuestros semejantes.