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El rincón literario: María

Aquella calurosa tarde de verano María se encontraba de un genio insoportable, la abuela Consuelo no la dejaba salir a la calle a jugar con sus inseparables amigos Juan y Pedro, esto venia sucediendo todos los días, estaban en pleno verano y le encantaba salir hacer las travesuras típicas de su corta edad, de un tiempo a esta parte lo tenía prohibido.

La abuela Consuelo era la encargada de educar a María, sus padres se la habían confiado desde muy niña, Consuelo era un gran señora, tenia diferentes costumbres que la gente del pueblo, prefería que los niños fueran educados en casa y no en la calle, tenia un hermoso jardín donde podían correr hasta cansarse, después se sentaban a la sombra de la glorieta que estaba cubierta por hiedra y allí descansaban.

Era tiempos de guerra, María tenía mas hermanos, en su casa escaseaba la comida y el dinero, aunque Consuelo les ayudaba, sus padres le confiaron la niña pensando que seria un bien para ella.

Consuelo y Ramón era un matrimonio mayor tenían un negocio familiar de toda la vida decidieron venderlo y con el dinero ganado comprar un hermosa finca en un pueblo del Pirineu Catalán ¡ah ¡ no tenían hijos y así fue como decidieron hacerse cargo de la custodia de la pequeña.

Siempre habían sido y vivido como grandes señoras y así procuraban criar y educar a María.

La finca comprada estaba situada en las afueras del pueblo; su puerta principal estaba en una amplia calle, por la parte de atrás había un jardín junto con un huerto, (al abuelo Ramón le gustaba plantar verduras , verlas crecer cada día un poco, las mimaba, cuidaba para luego comérselas) En este jardín era donde pasaba la mayor parte del día, le encantaba jugar y corretear por el, junto a sus inseparables amigos Juan y Pedro haciendo enfadar a veces al abuelo Ramón.

Estando así las cosas se les presento un problema, María había cumplido siete años y tenían que pensar en sus estudios, los abuelos no querían separarse de su “muñequita rubia” como ellos la llamaban cariñosamente, después de darle muchas vueltas decidieron mandarla a un colegio que se hallaba situado a unos cuarenta kilómetros del pueblo, la llevaban todos los días por la mañana y la recogían por la tarde, al menos la tenían en casa todas las noches, eso era muy importante para ellos.

Fue pasando el tiempo con sus fríos inviernos y sus calurosos veranos en los que María volvía alegrar el jardín y la casa con sus idas y venidas, en los meses de verano todo era diferente, la “rubia muñequita” lo cambiaba todo con su risa sus movimientos, no paraba quieta ni un solo segundo.

Los abuelos estaban locos de contentos la habían visto crecer día a día convirtiéndose en una jovencita, era amable, graciosa, simpática y también muy bonita, todos la querían mucho.

Cuando cumplió 18 años empezó a pensar en sus padres biológicos y sentir una gran curiosidad por conocerlos, (los abuelos nunca le ocultaron la verdad, al contrario le hablaban muy bien de ellos y le enseñaban a quererlos y respectarlos), cuando pidió conocerlos hicieron todo lo posible para encontrar su paradero.

Cuando fue confiada a Consuelo y Ramón como eran tiempos de guerra tuvieron que cambiar de pueblo incluso de provincia, así fue como perdieron el contacto.

Los padres fueron siguiendo, en el anonimato toda su vida, no se atrevían a decirle quienes eran en realidad, al contrario de los abuelos que no sabían donde se encontraban y tampoco en estos años se preocuparon de saberlo, les entraba pánico de pensar que le pudieran quitar a su pequeña.

Los localizaron no muy lejos, estaban ya mayores, la miseria y las necesidades habían dejado huella en sus cuerpos y también la pena que tenían de haber dejado a la niña, cuando la veían se sentían orgullosos, pero al mirar sus otros hijos tan diferentes, les entraba remordimientos y un gran dolor por lo que habían tenido que hacer.

María tuvo un gran choque, no se imaginaba a sus padres así, un fuerte dolor mezclado con una inmensa pena se apodero de ella, se sentía completamente diferente, como una extraña al lado de los que le dieron la vida, no podía pensar, necesitaba tiempo para hacerse la idea de que aquellas personas eran su verdadera familia, pero lo que si tenía claro que no iba a consentir que siguieran viviendo en la miseria.

Después de unos días y reflexionar sobre ello decidió que no podía dejar a sus padres viviendo pobremente mientras que a ella le sobraba de todo, pensó que tenia que ir con ellos y ponerse a trabajar, Consuelo y Ramón al oír su decisión creían que se volvían locos, le lloraron, le suplicaron, pero ella estaba decidida y no quería escuchar nada.

Tenía otra hermana con cinco años menos, era muy parecida a ella y dos hermanos mayores que estaban trabajando en el campo, Olga a pesar que solo tenía trece años llevaba la casa, aunque su ilusión era totalmente distinta, desde muy pequeña cuando en casa nombraban a María quería ser como ella, procuraba imitarla en todo y aprender muchas cosas, al verla en persona se dio cuenta que tendría que luchar y trabajar mucho para ponerse a su altura.

Después de mucho hablar procurando hacerlo con calma decidieron que lo mejor para todos era traer los padres para ayudar en la casa, a Olga darle unos buenos estudios, a sus hermanos al ser mayores miraron de encontrarles un trabajo.

Así fue como se volvió sentir feliz, Consuelo y Ramón pudieron volver a sonreír al ver a la pequeña Olga correr por el jardín, les parecía que los años no habían pasado y en ella volvían haber a María jugar y corretear.

Al cabo de unos años cuando murieron los abuelos, quedo como única heredera, repartió una parte entre sus hermanos y la otra la empleo en construir una casa para niños que sus padres no podían atenderlos durante el día, se sentía en deuda con ellos y le parecía que así era una manera de agradecérselo.

Mirando a lo lejos les veía sonreír, como aprobando todo lo que estaba haciendo y animándola para seguir adelante.

María Teresa (mtererovira@hotmail.com)

Enviado el 5 de diciembre del 2009


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