Divagando hasta perder el aliento
callando la mente y el espíritu,
seguía oteando por el ancho espacio,
como llama devoradora y expectante.
La negra melancolía de la tarde brumosa,
y la naturaleza con sus cambios mutantes,
disipando aquella persistente opresión,
de la seducción irresistible de aquel Ser.
La fascinación de toda su personalidad,
paciente, suave, dulce y placentera
con las visiones eternas de creciente amor,
crecían en lo mas profundo de mi pensamiento.
donde tantos ardores permanecen latentes,
al llegar al supremo limite de mi tiempo.