Tal vez sea el momento
Soy un testigo mudo de mi propio progreso, a veces me olvido de los obstáculos que he tenido que superar hasta llegar a ser como soy hoy en día.
Sigo sin hacer demasiadas cosas por miedo al jodido fracaso, y eso va conmigo a todas partes.
La otra noche asistí a una exposición de dibujos de un conocido diseñador gráfico muy amigo mío. Había una multitud de rarezas humanas, un perfecto mestizaje con cabida en una pequeña sala multicultural. Afuera, una drag calva realizaba una performance con un taladro intentando emular al freak de Laberinto de Pasiones.
Tropecé inconscientemente con mi antigua profesora de voz y el encontronazo acabó con la frase hipócrita de siempre: me alegro de verte y que te vaya todo tan bien.
Una negra no hacia más que mirarme, y cada vez me sentía más incómodo. Finalmente se acercó para invitarme a una copa de cava(ningún mérito por su parte, pues era barra libre)que engullí salvajemente debido al exceso de calor que me proporcionaba la chupa nueva de piel de Calvin Klein.
Se presentó sin ruborizarse lo más mínimo y con sus ojos clavados en los míos, y los míos en su enorme escote que cubría unos enormes melones que se escapaban de su vestido dos tallas menos.
-Me llamo Camila y soy de Brasil-dijo en un tono meloso de zorrita resabiada.
-Yo soy Claudio y vengo de ver la performance-le dije despistadamente, porque a las mujeres les encantan los tipos tímidos y despistados.
-Soy amiga de Vicenzo Damián-me dijo petulantemente.
-Sí, también es un gran amigo-en un tono falsamente modesto, porque a las mujeres les va eso de la humildad; ya que carecen de cualquier signo de sencillez y humanidad.
Su cuerpo se iba pegando cada vez más al mío, y lo bueno es que no intentaba apartarme, y es que me encantaba su olor a maderas de oriente. Su pelo, aunque rizado, era de lo más bonito y brillante; y tenía una estupenda textura de cuidadosa hidratación.
Camila sacó su paquete de cigarrillos mentolados sin intención de ofrecerme.
Mi encendedor se deslizó rápidamente hacia su pitillo para otorgarle mi endiablada llama. Sus caladas eran largas y pausadas, me fijé que no dejaba restos de carmín en la boquilla, y supuse que gastaba una gran cantidad de dinero en buen maquillaje. Las mujeres que se cuidan tanto suelen ser fieles a la cartera que se les abre diariamente a cambio de una apertura de extremidades semanalmente.
Cami me propuso ir a su lujoso ático del Paralelo para intercambiar flujos. Entonces, me acerqué para susurrarle mi respuesta al oído, y en ese momento me enganché el flequillo con sus pendientes de argollas.
Todo el mundo nos miraba, y a mí me dio por reír a grandes carcajadas. Cami se puso de tan mala leche que se volvió morada de golpe. Los dos nos movíamos para el lado opuesto, y así duramos unos minutos hasta que el hippy de Vicenzo llegó para separarnos.
-Bueno, ya veo que os conocéis-dijo Vicenzo sarcásticamente.
-Estábamos en ello-contesté sin dejar de reír.
Camila nos miró, clavándonos una mortal y penetrante mirada, se dio media vuelta, y se marchó dejando de un golpe seco la copa de cava en la mesa de la entrada.
Los demás asistentes se me acercaron para felicitarme por la performance cómica que había hecho, los muy imbéciles se pensaban que había sido un laborioso montaje teatral. Vicenzo me explicó que en un contexto artístico cualquier tontería que hagas se considera arte. Esa noche firmé varios autógrafos, y rechacé propuestas serias para repetir la esperpéntica hazaña en otros escenarios de Cataluña. Me llegaron a ofrecer incluso doscientas mil pesetas por noche en un conocido castillo de varietés.
Un director teatral me pidió permiso para adaptar la pieza y titularla Argollas rebeldes. Dos meses más tarde me enteré que se había estrenado y que resultó ser el éxito teatral de la temporada. La interpretaban dos conocidos actores de culebrones, y la historia transcurría en un museo donde tropezaban dos personas que se quedaban enganchadas y se pasaban hora y media hablando y reflexionando sobre la vida. Me he enterado recientemente que Ventura Pons está preparando la película, y que ya le han ofrecido el papel a Rosa María Sardá.
El personaje masculino está por determinar, aunque muchos críticos apunta hacia Ramón Madaula como favorito. La verdad es que ese chico me encanta, lo encuentro un actor excelente pero creo que está injustamente desaprovechado.
Me siento como un testigo mudo de mi propia vida, tal vez sea el momento de ser yo mismo el protagonista de mi historia.
Mimitos
Una tierna caricia, una palabra bonita, un cálido abrazo, un beso salvaje; y es que cualquier cosa agradable basta en el lenguaje universal del amor.
Detrás de ella, un poco hacia la derecha, empiezas a recorrer su cuello con tu lengua hasta llegar a esas diminutas orejas de mujer; y dibujas toda su forma, hasta el tímpano si fuese necesario.
Tus manos se mueven como si acariciasen la preciosa piel negra de una pantera. Te frotas ligeramente tu zona genital con su culito respingón, los movimientos de pelvis acompañan la acción.
Un susurro para decirle te quiero, y con eso bastará para poseerla durante unas horas.
Ella se irá volviendo poco a poco hacia ti para presionar sus enormes pechos contra tu poco desarrollado pectoral de gimnasio de barrio. Te irá besando desaforadamente hasta el cuello, te levantará tu horrible camiseta ajustada que tan mal te queda, y te morderá tus peludos pezones de macarra discotequero.
Tú te precipitarás y enseguida, sin ella pedírtelo, te desabrocharás los pantalones que tanto le gusta a ella sacarte.
A posteriori, y con la lanza empinada, vas directo a magrearle los pezones que apuntan descaradamente al Polo Norte. Ella se tiene que agachar para metérsela en la boca sin ningún prejuicio insensato. Le dejas unos minutos de felación. y la paras para seguir besándola, eso le dará seguridad y notará tu natural preocupación. No pienses que estás perdiendo, en el sexo deberás ceder si quieres conseguirlo todo, deberás ser como el sauce llorón : ceder es vencer.
Nunca elijas la postura, que lo haga ella; la sociedad las ha rebelado contra el hombre y recuerda que ahora son ellas las que mandan; en realidad jamás controlarán el poder, la clave está en hacérselo creer; las mujeres se preocupan por casi todo y eso las hace completas ineptas para puestos de mando.
Intenta ser siempre agradable, cómo a ella le gustaría ser y que su condición sexual le impide : tres días a la semana están escépticas, un día están existencialistas, dos días de violencia y palabras estúpidas, y finalmente(suele ser el domingo) un día soleado que aprovechan para hacerte sentir especial. No te engañes, en realidad no nos necesitan para nada; los avances en medicina ya les permiten ser madres solteras, y sus sueldos están superando a los nuestros.
Controlan todo desde los cimientos, en la mayoría de empresas son las dueñas absolutas del departamento de recursos humanos: cuatro niñatas psicólogas que te contratan según la cantidad de pelo y barriga que tengas; también poseen el gabinete de relaciones publicas: dos periodistas frustradas y tres publicistas con uñas de porcelana que se dedican inexpertamente a preparar ruedas de prensa dónde suelen asistir sus amigas(del rollo Tuperware) y así meriendan todas juntas; y otro pilar fundamental de su control es el departamento de contabilidad: una gorda con gafas y pelo estropajoso que suele ser la hermana del director ejecutivo.
Su organigrama acaba aquí, pero si dejamos de observarlas pueden escalar otras posiciones para seguir jodiendo la productividad.
Lo que mejor hace una mujer es mandar a un hombre: te chillan sin necesidad por algo que ni has hecho ni deberías hacer para evitar el mal funcionamiento de la empresa. Si les dan poder les aumentan los estrógenos y se vuelven aún más tontas.
Con todo esto no pretendo ser machista, aunque razones quizá nunca me faltarán.
Ahora ya sé que la Tercera Guerra Mundial será una estúpida guerra de sexos en la que los hombres nos dejaremos avasallar y las mujeres se exhibirán victoriosas.
Siempre nos han intentado copiar sin fijarse en la base de cualquier duplicado : el original es siempre mejor.
Ignición
Despegas tus pies del suelo en un suave cantar denominado pisar. Caminas mirándolo todo, aunque carezca de sentido, y te detienes para observar si tu sombra te acompaña. No te deshaces de tu ego, y te supone la peor condena como ser humano que puedas padecer.
Con el paso del tiempo aprendes a callar, cada vez tienes más miedo a hablar. Y el silencio lo invade todo hasta que aparece otra nueva mujer en tu vida. Allison era diferente a todas ellas, sabía bailar el “son” cubano como nadie, y a cada tres pasos se cascaba un suave mojito hecho con ese roncito añejo dominicano que tanto le gustaba, creo que era de la marca Barceló.
La conocí en un bar de salsa de la calle Rosselló de Barcelona, ese día se celebraba una famosa sesión de guaguancó; y en la que participaban los mejores dj’s del mundo.
Allison casi vestía de luces, y la purpurina le encendía su angelical rostro de viciosa caribeña. Nunca me dijo su nombre real, y no supuso ningún obstáculo en nuestra relación fraternal. Era muy amiga del barman gay rubio, que a su vez era amigo de Teo; y a mí me la presentó Agustín, compañero de piso de Teo. Pues bien, así estaban las cosas : tenía una mujer de rompe y rasga con la que me veía tres veces a la semana, y ni siquiera me la follaba, creo que se lo hacía con Teo al ritmo del Chan chan de Francisco Repilado.
Allison ejercía de dependienta en una conocida perfumería del Paseo de Gracia, y me sacaba mi colonia Gaultier a mitad de precio. Y yo a cambio le hacía de chofer, confesor, y pareja de baile. Podía babear toda la noche mirando sus agitados muslos sudorosos que me restregaba durante horas, su olor se quedaba impregnada en mi camisa Springfield de cuatro mil quinientas, a veces dejaba restos en todo el cuello de su carmín barato; y no lo entiendo, trabajando donde trabaja podría tener los mejores productos cosméticos por cuatro duros.
Su edad podía oscilar entre los treinta y cuarenta años, en realidad nunca hablaba del tema. La mía la tenía sabida : treinta y cinco añitos y viviendo en casa con mis padres.
Era todo un desaventajado que intentaba ser especial con la ayuda de las personas que me acompañaban. Me daba mi valor según los besos y abrazos de Allison, los comentarios de Teo, las broncas de mi madre, los despectivos análisis a los que me sometía mi padre, y las miradas analíticas de los compañeros del curro. Pero pasé inadvertido un hecho significativo : las personas siempre cambian de opinión. Nunca debes creerte todo lo que dicen los seres que te rodean; y es que no son buenos ni los halagos ni los insultos, tanto una cosa como otra siempre compensan poco.
Una noche, harto de mi lamentable situación, fui a por todas de golpe. Me senté en la barra para tragarme todas las caipirinhas que mi bolsillo aguantase, al cabo de unas horas me levanté más borracho que Bill Clinton un cuatro de julio. Me acerqué a Allison para obsequiarla con un iracundo lengüetazo de tornillo de cinco minutos, durante la hazaña ella no cesaba de darme bruscos empujones con el fin de liberarse de tan arduo individuo de aliento embriagador. Tardé unos minutos en entender que ese beso no le gustaba nada, y finalmente acabé la escena con un lo siento seguido de un fuerte hipo.
Cuando buscas sexo desesperadamente siempre acabas cagándola, y en ese error aprendes que toda relación con las mujeres depende de tres reglas : dónde quieran, con quién quieran, y cuando quieran.
Y éste podía haber sido uno de esos relatos que tan de moda está, y es que hablar de las mujeres violadas y maltratadas es todo un negocio; de hecho muchas novelas de reconocidas autoras no cesan en tratar una y mil veces el desagradable problema social que supone la no aceptación por parte de un hombre de la negativa de una mujer. Digamos que somos caprichos con fecha de caducidad. Os puedo asegurar que he hecho el amor, sin apetito ni deseo, más de mil veces por el simple hecho de complacer a mi pareja. Pero ellas lo tienen todo tan claro, y a la menor duda te denuncia. Ojeando el periódico advertí varias noticias de mujeres que denunciaban a sus cónyuges por violación, y yo me pregunto cómo es posible tanta estupidez; y es que todo esto me produce náuseas. Para qué tanto enfrentamiento entre sexos, no le encuentro sentido.
El viejo Leopoldo, del quinto cuarta, no deja de hablarme de su Juana y de los potajes que le cocinaba. Ya tiene setenta y cinco, la Juana no llegó a los cincuenta y siete; y una vez más el cáncer ganó a la persona en una partida a vida o muerte que duró cinco años inaguantables para el matrimonio de los Sánchez Tejedor. Ahora Leo está bien, aunque a veces se quejas de la terrible soledad que debe aguantar todos los días; pero se consuela viendo las fotos de su querida Juanita. Me explica lo mucho que le cuidaba con estupendos guisos y la casa siempre limpia para cuando él regresaba de su trabajo en el ferrocarril. Cuanto más mayor me hago, más temo hablar-me decía Leopoldo una y otra vez para advertirme de lo mucho que ha cambiado la vida-.
La gente no se aguanta, nadie se traga el orgullo por amor. Todo es un negocio práctico en el que no se vale perder, se habla sólo de ganancias y balances favorables. La economía ha invadido todas nuestras vidas-me explicaba emocionado el viejo Leopoldo-.
Y aunque nunca lo vi llorar podía predecir que lo hacía todas las noches a la misma hora, tenía ojos tristes y párpados tan vagos como necesitados de humedad. Me explicó que los matrimonios habían dejado de ser sagrados, ahora todo era negocio : lista de bodas, banquete de doscientos comensales, viaje de novios al Caribe, terapia de pareja y familiar, e hipoteca a treinta años.
Cada día estaba más triste debido al potencial de la información parejil a la que el anciano me había sometido. No podía creer en el perturbador romanticismo de una pareja besándose a orillas de un bíblico lago, ni podría saber la felicidad que te puede provocar ver como una mujer que te quiere se pasa toda una mañana guisando un laborioso plato sólo para complacer tus gustos. El mundo se volverá cada vez más desagradable-sentenció el viejo-y todos seremos productos intercambiables sin razones para amar y venerar gratis a alguien. Las mujeres, con sus ideales, están destruyendo el equilibrio natural de la especie. Todo ha empezado ya hasta el último día del sexto año de la nueva era. La tasa de natalidad irá disminuyendo, las hembras ya no querrán perder tiempo en dar a luz. La población irá envejeciendo, y el Estado, que tardará en alertarse del serio problema de perpetuación, seguirá respaldando a las empresas basura que despiden a las pocas hembras sumisas que desean traer un hijo al mundo; porque, aunque pocas, todavía quedan mujeres que enfocan sus vidas al único destino posible que les ha dado Dios : procrear y ser felices.
Pero la mayoría son mujeres de postín que visten y viven como hombres peleados con la sociedad donde sus actividad favorita es la manifestación reivindicativa del derecho de la mujer; pero las muy imbéciles se olvidan que así sólo joden el derecho a nacer, y la batalla de construir un mundo mejor y más sano para todos los que vengan en próximas generaciones-.
Tengo treinta y cinco años, y vivo en casa con mis padres.
La vaquita de porcelana
Espero hasta las cinco fumándome un cigarrillo rubio que me puede provocar cáncer dentro de unos años. No como ni fruta ni verdura, y no dejo de respirar el aire contaminado de la gran urbe donde vivo desde hace treinta y cinco años.
En el escaparate de una tienda veo una vaca de porcelana de unos diez centímetros de altura, marca un precio asequible para mi humilde bolsillo. Me gusta y la quiero comprar, pero la tienda no abre hasta las cinco de la tarde. En mi reloj barato marcan las cuatro y cuarenta y siete. La temperatura es superior a los treinta grados, y los periódicos hablan de la gran ola de calor del mes de mayo. Se debe a un anticiclón africano, según los expertos. A mí no me importa que haga frío o calor, pues mi vida sigue siendo la misma. Cada día me despierto para realizar la misma tarea desagradable de ocho horas encerrado en un despacho de mierda delante de un ordenador. En mi empresa cuidan hasta la temperatura, y gradúan el aire acondicionado para que podamos rendir sin ningún tipo de quejas. El director es un amante de la filosofía oriental y cada día se preocupa por cada uno de nosotros, o al menos eso es lo que nos hacer creer a todos. Se llama Evaristo Guerra Aguirre, y tengo entendido que tiene unos estupendos cincuenta y tres años. Viste lo mejor de la temporada de Loewe, Calvin Klein, Paul Smith, Jil Sander, Lacoste, Gant, y Tommy Hilfiger. Evaristo es viudo y tiene a su cargo a una hija de diecinueve años llamada Chiara, y a un hijo de catorce llamado Bruno; y todos ellos viven en una lujosa mansión de cincuenta millones de pesetas situada cerca de Tarragona. Algunas veces pienso en lo feliz que hubiese sido con todo lo de mi jefe, pero me tengo que conformar con mi vaca de porcelana; ya que es lo único que tengo, puesto que vivo con mis padres en una vieja casa de un humilde barrio de Barcelona. No he tenido jamás una relación superior a nueve meses, y la mayoría de mis amigos se han casado o viven felizmente en pareja. Estoy solo en el mundo y cada día lo pienso con mayor tristeza, pero tengo mi vaca de porcelana.
Chiara se marcha el próximo mes a unos campamentos de verano en la Patagonia Argentina hasta por lo menos septiembre. Bruno pasará el verano en casa de sus tíos en Ibiza. Y Evaristo viajará por Asia hasta que le salga de los cojones volver a casa después de haberse atiborrado a sushi y sashimi; o haberse follado a un par de geishas sumisas. Siempre trae unas botellas de sake para cada uno de sus empleados, la mía se la regalo a la chica alcohólica de contabilidad que se llama Pili y es de lo más simpática conmigo. Una noche nos acostamos juntos en su apartamento del Raval; fue después de una cena que me preparó que consistía en una sopa de habas, habas salteadas, tortilla de habas, y sorbete de habas.
La Pili siempre me habla bien, es la única persona que no me ha preguntado todavía lo que espero de la vida. No es como todas las mujeres que te bombardean a preguntas acerca de tu sueldo, tu casa, tu coche, tus amigos, tus estudios, y tu familia. Ella es diferente, es buena y desinteresada, y su adicción al alcohol le hace ser una persona alejada de todo lo cotidianamente engañoso : decir buenos días cuando la mañana es horrible, dar la mano por cortesía a cualquier psicópata que te presentan, reír los estúpidos chistes racistas de tu jefe de departamento, almorzar en una nave industrial con personas que te son completamente diferentes, sonreír en el ascensor, dejar pasar primero al abrir una puerta, y dar besos por doquier aunque no te apetezca.
Pili vive su vida a su manera, sin normas, sin tapujos, sin miedo a ser ella misma. Yo la admiro debido a mi total empatía, y es que me gustaría ser como ella de salvaje y auténtica. Soy un esclavo de la educación y la cortesía, me paso el día dando las gracias a personas que no me miran a la cara. Soy amable hasta con la persona más borde del mundo. Esta tarde me empujó una señora en el supermercado y le pedí disculpas cuando debería haber sido todo lo contrario. Siempre evito hacer cosas que puedan distorsionar lo más mínimo los universos ajenos y particulares de personas que ni siquiera conozco.
En el despacho de al lado trabaja el hombre más imbécil que Dios haya creado, se llama Albert y es el típico nacionalista que no hace nada aparte de quejarse reiteradamente de todo. Los fines de semana participa en una colla de castellers, que no es otra cosa que un atajo de subnormales apilados uno encima del otro descalzos y con barretina. El último trepador ,que es el que se coloca encima de todo, suele se un niño de unos ocho años. Los lunes, Albert siempre se queja de un insoportable dolor de espalda.
Recientemente se compró una de esas sillas anatómicas y la coló como material de oficina para no tener que pagarla de su propio bolsillo. La mayoría de empresas están llenas de personajillos como los que pueblan mi adorada oficina. Es gente absurda que se cree especial aunque su vida se base en trabajar sin sentido cuarenta horas semanales para obtener catorce pagas y treinta días de vacaciones al año. Y es que cada uno se lo monta como puede, pero en el peor de los casos se creen ciudadanos libres y librepensadores con valores propios que nadie les puede arrebatar. La subnormalidad del ser humano tiene tantos grados que sería imposible efectuar un baremo concreto para poder medirla con exactitud. Los pequeños hijos de Dios se creen Dioses de carne y huesos en cada una de sus mediocres circunstancias.
Mi contexto es una oficina, aunque tengo una vaca de porcelana.
Son las cinco y, pensándolo mejor, ya no quiero la vaca de porcelana. La tienda abre mientras lanzo a ralentí la boquilla al suelo, me lo he fumado en doce minutos exactos, y ahora ya puedo marcharme de ese lugar donde residía una vaca de porcelana. Paso de largo y la tienda se queda allí para que cualquier otro idiota se pueda plantear la posible adquisición de una puta vaca de porcelana.
Duerme muñeca
Con su larga melena puede abarcar casi toda la almohada, cada mechón se posiciona concienzudamente en cada espacio de la cama, y es que no se corta el pelo desde los doce años. Según ella, fue la última promesa que le hizo a su abuela en vida. Ahora tiene cuarenta y dos años, y sigue con su melena sedosa e hidratada por los mejores productos para su cuidado natural. Los ojos nunca los termina de cerrar del todo, y a veces me recuerda a Linda Blair en El Exorcista. También ronca, dependiendo de la posición en la que se quede dormida, hoy está de lado sobre sus extremidades izquierdas, mirando hacia la puerta de la habitación más pequeña de la casa. Desde que murió nuestra hija, de una ingestión masiva de paracetamol, siempre duerme la siesta en su habitación abrazando a una de las muñecas vestidas de payaso que le regaló.
Una tarde encontramos a nuestra pequeña Edurne en los brazos de Caronte tendida y abrazando fuertemente a la misma muñeca. Se había suicidado tragándose tres cajas de ese luciferino analgésico con tan sólo dieciocho años, y es que no se atrevía a confesarnos que había suspendido la selectividad. Desde entonces nunca dormimos juntos, ella lo hace siempre en la cama de Edurne mientras yo me quedo en el sofá viendo la tele hasta que mis párpados no se sostienen más y la claridad se convierte en oscuridad.
Me llamo Jacinto Álvarez Santos y soy un madrileño de Carabanchel afincado transitoriamente en Barcelona, sólo hasta que me concedan el traslado. Soy administrativo en una multinacional de cosméticos, y gano tres millones al año (impuestos no incluidos) más incentivos según los beneficios.
Ahora estamos a tope gracias a la fuerte campaña de verano de filtros solares resistentes al agua y con efecto anticelulítico. Las viejas ricas chamuscadas por los potentes rayos de sol son nuestras principales clientas. Nuestros productos se suelen vender en Grandes Almacenes y Perfumerías Elitistas de barrios altos.
Mi mujer se llama Almudena Fuentes Alcañiz y es una emprendedora gallega famosa por una línea de ropa para perros con pedigrí: entre sus clientas está la perrita de Carmen Maura.
Vivimos en una confortable casa antigua de ciento ochenta metros cuadrados en el famoso barrio barcelonés del Ensanche. Estamos flanqueados por dos prostitutas de lujo que viven en el tercero, y dos informáticos homosexuales que viven en el primero. En nuestro segundo piso los ruidos son incesantes y las vistas están ocultas por unos odiosos árboles viejos que se llenan de las palomas responsables de las cagadas que hay en mi coche, un humilde Opel Corsa de color blanco.
Almudena siempre está triste y la fuerte medicación que actúa sobre su serotonina la convierte en una muñeca de trapo con la única necesidad de dormir y de provocarse insensatas euforias de vez en cuando; en una de ellas le dio por apuntarse a un cursillo de Danza del vientre, incluso se confeccionó ella misma varios trajes que luego adaptó para un encargo de un domador de chimpancés de un circo canadiense. Almudena siempre quiso ser veterinaria, le encantan los animales, pero debido a su extirpe gallega de fabricantes de ropa, terminó estudiando corte y confección, y para joder a sus predecesores se especializó en ropa de animales. Desde entonces viste a Elefantes, delfines, monos, caballos, leones, perros, gatos, loros, y cualquier especie que se preste a uno de sus carísimos modelitos. Ha trabajado en Hollywood en casi una docena de películas, y en Europa se han paseado sus diseños por centenares de episodios de las mejores series con mayor audiencia.
La sociedad capitalista está llena de profesiones subnormales como la de mi amada esposa; mientras en muchos países del Tercer Mundo la gente se muere de hambre, en otros países del Primer Mundo las personas se hacen ricas vistiendo a los canes de millonarios excéntricos que colapsan la economía jugando en bolsa y amasando impresionantes fortunas. Almudena contribuye en la jodienda consumista, y yo hago como la mayoría de hombres : callar y seguir pisando.
La muñeca duerme abrazada a la otra muñeca, son casi las siete de la tarde y hemos quedado a las ocho con unos amigos para ir al teatro a ver uno de esos bodrios seudo intelectuales con personajes absurdos y largos diálogos existencialistas.
Esta mañana ha venido una ambulancia para atender a una de las putas del tercero que se ha tragado una caja de barbitúricos, me lo ha dicho uno de los mariquitas del primero que me lo he encontrado en la panadería comprado bollos de crema para su novio.
No sé porqué pero todos en este edificio se quieren suicidar. El año pasado se tiró la del quinto por el balcón debido a un desengaño amoroso de lo más cotidiano : pilló a su marido con su hermana en la cama; hace seis meses el niño del sexto se tragó una botella de lejía, aunque por accidente; y el mes pasado Edurne se quitó la vida tras discutir con su tutor la nota de selectividad.
Al lado de Almudena me siento como Karl Malden en Baby Doll, es como si todavía estuviese cuidando a la hija que perdí; y es que cada mañana le preparo el desayuno como a ella le gusta : cereales de avena, zumito de dos naranjas con medio limón exprimido, café con leche desnatada y a los grados necesarios para que no se queme su paladar de gourmet, y una pieza de fruta que normalmente es una manzana golden.
Algunas veces me paso las noches llorando silenciosamente para no despertarla, nunca me gustó molestar a nadie. Mi padre me enseñó a ocultar siempre mis sentimientos a causa de mi género sexual : los hombres nunca lloran en público-me decía mi viejo padre cada vez que veía mis intenciones de llanto. Fue desde entonces cuando aprendí a ocultar el dolor bajo una enorme sonrisa.
Quiero mucho a Almudena, pero desde la muerte de nuestra hija ya nada es lo mismo. El psiquiatra dice que nunca se podrá recuperar del todo, siempre llevará esa marca amarga que es perder a una hija; y ese es el peor mal al que se le puede someter a una madre. El doctor Manuel Alcázar dice que duerme tanto porque tiene la necesidad de soñar para encontrarse con Edurne en el íntimo universo surrealista de los sueños. A veces la escucho hablar en voz alta, la otra noche lloraba al oírla como le explicaba en sueños a nuestra hija la importancia de utilizar preservativo. Siempre hablan de todos los temas que suelen tratar las madres con sus hijas, hubo incluso una noche que le regañó por llegar tarde a casa.
Cuando llegue la noche, le prepararé una sopita caliente con un potente veneno que me ha pasado un amigo biólogo, al que le dije que era para unas hormigas que tenía debajo del fregadero de la cocina. Espero que descanse en paz, y pueda reencontrarse allí arriba con su hija querida. Yo, en cambio, no sé todavía qué hacer con mi vida. Mi corazón ya no sabe latir, y todo es como caminar al revés. No me queda ni un solo buen recuerdo de nada, mi existencia es una profunda agonía. He comprado un billete a Sao Paulo, donde supongo que huiré de la justicia como si fuese un vulgar criminal cuyo desagradable y punible acto fue liberar a la única persona que amaba en el mundo.
Ahora escribo esto desde mi Brasil querido donde paso los días mirando al despejado cielo, y al salir el sol le doy gracias a Dios por acoger en su seno a mis dos muñecas. Sé que pueden dormir tranquilas porque vuelven a estar juntas, y ya nada las podrá separar. Me pongo un disco de Dulce Pontes y lloro mientras lo escucho, pero son lágrimas secas porque no lo lamento, todo lo contrario, me alegro mucho.
Duerme muñeca.
Óscar Valderrama Cánovas (graciarelacions@hotmail.com)
22 de diciembre del 2004
Relatos y poemas de Óscar Valderrama Cánovas:
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