galimatías
Cuatro vasos de vino tinto, veintidós cigarrillos rubios americanos; chorizo frito con patatas, salsa de Ketchup americana; poeta andaluz asesinado , novelista americano encañonado a su escopeta de caza; bocadillo de jamón de bellota en un bar típico sevillano, hamburguesa con queso en un banco de Central Park; sidra asturiana en un vaso grande y ancho, whisky de Kentucky en un vaso largo y corto.
…y te preguntas
qué es una metáfora,
metáfora eres tú.
lenocinium
Cuatro chicas se besan desaforadamente en el hall de una rústica casa extremeña, es en ese preciso instante cuando aparece Luis Eduardo con su típico flequillo repeinado; y tras él se esconden sus impenetrables ojos de proxeneta que repasan con absoluta exactitud cada poro de la piel de las lascivas hembras.
Luis Eduardo es tímido, aunque su profesión no lo requiere; es más, requiere todo lo contrario. Le gusta cantar en Karaokes y jugar al billar con mujeres desnudas, así aprovecha para rozarlas en el pubis con el palo. En el sistemático acto, primero pone tiza al palo y luego le cede el turno de tiro a la mujer obscena; y cuando ésta lo realiza, entonces él la roza reiteradamente desde una premeditada posición trasera.
Luis Eduardo jugaba todos los días con las cuatro, aunque no le importaba reconocer su ferviente debilidad por Christine; ya que era una impresionante rubia despampanante de metro ochenta y protuberantes pechos franceses (y digo esto para homenajear a Sophie Marceau).
Pues bien, Luis Eduardo y Christine pasaban las horas metiendo las bolas en las troneras.
Mientras tanto la tritagonista de la historia preparaba una cruel venganza movida por los celos hacia Christine (se habrán dado cuenta que hablo de un amor lésbico, ¡pues sí, lo confieso!).
Una noche, nuestra vengadora en cuestión, preparó un ungüento que mezcló laboriosamente con la tiza. A posteriori, la dejó secar y la volvió a colocar en el lugar exacto de la mesa de billar; es decir, justo en la tronera de la izquierda mirando desde la puerta.
Ese día, Luis Eduardo y Christine pasearon todo el día por la plaza del pueblo hasta llegar a un esplendoroso manantial donde se bañaron como Dios los trajo al mundo. Nuestra vengadora los había seguido y pudo observar desde lo alto de una colina la perfección de sus cuerpos desnudos, sobretodo el de Christine. Se puso a llorar de rabia durante treinta minutos, justo el tiempo de remojo de la sensual pareja.
Christine se tumbó cerca del agua mientras Luis Eduardo le masajeaba la vulva. El paisaje era hermosísimo, rozaba la perfección y la luz de una película de Bertolucci.
Luis Eduardo se vistió y Christine se quedó allí tumbada.
La vengadora aprovechó para bajar hasta el lugar paradisíaco, donde se desnudó y continuó con el masaje; ya que Christine tenía los ojos cerrados de placer. Las dos empezaron a gemir de gusto. El ruido fue tan fuerte que un cazador que rondaba la zona las escuchó y se acercó a observarlas. La liturgia sexual se convirtió en una ínclita fábula para los visitantes que se acercaron a la zona. Incluso se creó un museo lleno de diversas pinturas sobre la heroica hazaña. Muchos escritores la incluyeron en sus libros. El cazador se hizo de oro en la explotación del turístico Rincón del placer.
La cuestión es que nadie supo como acabó la leyenda, pero permítanme que la explique con todo lujo de detalles:
Luis Eduardo llegó a casa y se volvió a desnudar para secarse. Fue entonces cuando entraron las otras dos viciosas hembras y le realizaron tocamientos impuros. A una de ellas se le ocurrió impregnarle el pene con la tiza del billar realizando una estupenda metáfora gráfica.
Se pusieron a follar durante más de tres horas en toda clase de posturas. Fue entonces cuando entraron en escena Christine y la vengadora. La orgía siguió con el relevo, y Luis Eduardo seguía tan erecto como al principio.
Al terminar con ellas, necesitaba más sexo y se puso a follarse a una de las cabras que había en el granero. Luego se lo hizo con las yeguas, y se fue al pueblo para buscar lugares donde meter. El resultado fue que consumó el acto con todas las mujeres de la zona, hasta que no quedó ya nadie a quien metérsela y murió por incontinencia de las glándulas genitales.
Las mujeres no tardaron mucho en perecer, y cada día iba cayendo una víctima del pecado carnal.
A los animales les pasó lo mismo.
Pero en cambio, hubo un único superviviente : el cazador; ya que, debido a su avanzada edad de demencia senil, no pudo realizar el acto con nadie.
El tipo se hizo de oro y desde entonces el pueblo fue creciendo llenándose de personas pulcras que veían el sexo sólo como una forma de procreación y nada más.
La Santa Iglesia tomó al pueblo como modelo dogmático cristiano, y sus habitantes no volvieron a pecar jamás.
En lo referente al billar, se convirtió en un deporte serio y nadie disfrutaba con su juego.
La moraleja de la historia es muy sencilla: el exceso del hombre se convierte en su único camino de perdición .
la vida es siempre la misma
El tiempo pasa con la misma frialdad con la que llega la muerte. Vives deprisa para morir despacio; ya que ves como poco a poco vas envejeciendo sin poder evitarlo.
La historia que a continuación voy a contarles no es nueva para ustedes, aunque les servirá para recordar el porqué de todo lo que nos ocurre durante esta transición llamada vida.
Sandro salió de casa a las nueve menos cuarto, era costumbre en su monótona vida. A las nueve se tomó un café ristretto, y a las nueve y cinco se pidió un donut chocolateado; en el transcurso de la liturgia, se leyó dos periódicos: uno deportivo, otro de economía.
Sin más importancia, salió del local para ir a trabajar; y para ello utilizó el Metropolitano . Se bajó en Urquinaona y caminó hasta Plaza Cataluña. Una vez allí, entró en los grandes almacenes donde trabajaba como seguridad. Por diez horas le pagaban tres mil quinientas al día; por supuesto sin contrato.
Su jefe, David, era un hijo de la gran puta que venía de un pueblecito cercano a Cuenca. Su mal carácter le hacía explayarse maleducadamente con el personal.
Un hermoso día primaveral con sol de agosto, entró un nuevo empleado de seguridad: Ernesto.
Su aspecto hacía presagiar el peor desenlace de una fecunda historia como ésta.
Todo ocurrió de golpe; sin más, en cuestión de minutos todo acabó para Sandro.
Ernesto era un chulo amante de las películas de Chuck Norris. Para él, su pistola era lo más importante; luego, tenía una segunda prioridad en la vida: follar.
Manejaba sus dos armas con una precisión pitagórica.
Además, era un tipo bastante guapo; una retirada a Robert Redford, le decían algunas personas.
Se paseaba por el centro comercial como John Wayne en Río Bravo.
Esa mañana fue complicada para todos; y sobretodo para Sandro, ya que fue el más perjudicado.
Cuando estaba a punto de acabar su turno, llegaron dos tipos bastante extraños. Sus aspectos dejados podían vaticinar el triste desenlace del relato, aunque no se sabe qué pasó en realidad; tenemos varias versiones de lo ocurrido.
Para David, el jefe, lo sucedido fue lo siguiente:
-Pués, esos dos magrebís entraron rápidamente para encañonar a una de nuestras cajeras con una recortá. Ernesto supo situarse en una buena zona ofensiva para alcanzar a uno de ellos en el pecho y en la pierna derecha; es decir, un puto moro menos.
¡Ese chico es bueno, lo supe desde el princio!. En cambio, Sandro es más paradito y no ha sabido reaccionar a tiempo. Se colocó en el centro de un terrible fuego cruzado entre los asaltantes, la policía, y Ernesto.
Una bala le alcanzó el pulmón izquierdo, otra la mano derecha, otra se ocultó entre las costillas flotantes, y un par más no se sabe con exactitud (de momento).
Es una pena que el probre chaval se haya llevado todo el calvario de una situación tan típica en la sociedad capitalista, donde por dinero se mata.
No creo que salga de esto; aunque si sale, jamás volverá a trabajar.
Hace unos meses se me murió otro de un navajazo en el vientre. Le salían los intestinos, dejó todo lleno de sangre. Los clientes de ese día se han perdido, ahora se gastan el dinero en psicólogos y ya no vienen a comprar.
Para Ernesto pasó algo así:
-Enseguida me dí cuenta de sus intenciones, por suerte pude resguardarme de la tempestad de balas. Las muy jodidas se paseaban como insectos. Tuve que reaccionar en cuestión de segundos.
Sandro se quedó rezagado. Ese chaval es un poco corto.
Estaba justo en el peor lugar de las ráfagas, se las comió todas. La munición efectuó una acción de imán con su cuerpo. ¡Pobre diablo!. Cómo mínimo se queda parapléjico, ¡sí es que sale de esta!.
La cajera, al escuchar mi aviso, se tiró rápidamente al suelo. Está sana y salva, seguramente quedaremos para cenar; de las situaciones in extremis siempre salen las mejores relaciones sexuales, es el despertar del apetito sexual y es como si apareciesen en tí los sentimientos más ocultos(son tan solo endorfinas).
Para Sandro fue todo más sencillo:
-En pocos minutos me dí cuenta de la falta de oxígeno; no podía respirar por más que lo intentase. No sé lo que me estaba pasando, había logrado salir de mi cuerpo; paseandome por el lugar del atentado como un ser invisible. No tenía tacto, el frío había desaparecido por completo; era algo extraordinario, por fin descubría el valor de mi alma, el auténtico peso de mi vida.
Ahora quiero que ustedes también piensen en su propia versión.
Volver
Siempre se trata de algo imposible, es algo que molesta, es como si no hubieses avanzado hasta la fecha, una típica marcha atrás, invertir el tiempo, el regreso a un pasado aburrido en una misma ciudad rodeado por las mismas personas que se despidieron de tí; y allí los veo con las manos alzadas moviéndolas como abanícos.
Nunca se lo dije después de todo lo que pasó, pero siempre pensé en volver a su lado. Por desgracia, ese lado ya estaba ocupado por sus ansias de soledad.
-¡A qué jode que prefiera estar sola a estar junto a tí! -esa fue una de sus últimas frases.
Sus labios se abrían para decirme que ya no me quería, y eso es un dolor más grande que el que te pueda provocar cualquier enfermedad. Te duelen las entrañas por haber perdido su amor. Ya no quería suplicarle más, con el llanto estático en mis pupilas; y ese llanto que es como entrecortado, como si casi no fuese a salir.
-¡Haz como si estuviese casada o de viaje! -menuda crueldad me suelta.
Es como si fuésemos extraños, ya no me conoce. He perdido su respeto, su amor.
Ya no quiere esperar, en su corazón no queda nada. Se va de mi vida, y yo tan subnormal como siempre soy el último en enterarme de que va la historia. Pasan los días y sigo con la estúpida idea que me llamará para volver.
Ya no entiendo los días, ya no soporto las noches; y he probado de todo para dormir. Estoy confuso, aburrido, cansado. ¿ Cómo puede degenerar tanto una relación ?. En dos días ya no existo, y en tres ya se conoce a alguien nuevo llamado soledad. Yo sigo buscando su rostro en cada nuevo rostro que conozco, me siento engañado. Cuando eres joven te dicen que conocerás a una chica, te enamorarás, y te casarás. Pero la vida no es un jardín de rosas; siempre tienes ausencias en tu vida; hasta qué punto matarías por su amor; y el dolor se sumerge hasta el fondo de tu alma; hasta llenar tus visceras de todo lo que has perdido.
Te sientes como una mierda, un ser fracasado, derrotado por un amor que te lleva al pozo del tedio y el hastío.
Te quedas sin besos, consumido y sin amor, sin corazón, sin suerte, sin sexo, sin alguien a quien amar; y ya se sabe que todos necesitamos completarnos. Ella me llenaba esos huecos.
Ahora no puedo vivir sin su amor, me cuesta tirar para adelante; me encantaría no poder recordarla, pero es inútil dejar de sentir cosas por ella.
En mi corazón tiene su sala de torturas donde me clava estacas cada media hora.
Su cuerpo está en mi mente como si se hubiese clavado esa imagen de desnudez femenina para siempre. Jamás toqué un rostro tan bello, ni disfruté tanto mirando unos ojos azules, ni besé unos labios con tantas ganas, ni lloré pensando en alguien como lo hacía por ella. Pero la mujer silenciosa había callado para siempre. La mujer silenciosa se había cansado de apostar por un tipo variable e inmaduro como yo. Se había cansado de escuchar subnormalidades que se deslizaban por mi boca.
La había cagado del todo, y cuanto más quería arreglarlo peor lo ponía todo.
No había nada que hacer, excepto dejarla volar como me había pedido.
No fue un beso su última petición, sinó que pidió distancia y mi absoluta desaparición de su vida. No soportaba la idea de verla sin estar a su lado, estaba totalmente asustado; pero no cesaba en mis acciones para empeorar la situación.
Me había convertido en un desgraciado obsesionado por un amor imposible. Amaba a la persona equivocada. Un amor que se había evaporado.
En ese instante te das cuenta que todo está en silencio, no se oye ni una voz, ni un sonido, está todo desolado, vacío.
Los latidos de mi corazón han cambiado, los suyos también. Ya no están coordinados, ya no puedo darle más. Me siento como un arquitecto al que le ha salido mal la casa, como si no hubiese mostrado el suficiente interés. Mis planos estaban bien dibujados pero el edificio se había hundido, era cuestión de física. Ya no había gravedad en nuestra pequeña atmósfera.
Comprendí que sería el último silencio que me dedicaría. Ya no se callaría más a mi lado.
Ya no vería más sus ojos tristes, porque ahora eran alegres al haberme dejado. Nunca la vi tan feliz.
Lloraba cada vez que lo pensaba : podía ser más feliz alejada de mi lado. En cambio, debía alegrarme porque finalmente había dejado de callarse, y a partir de ahora seguro que iba a encontrar el rumbo que había perdido.
Durante esos pocos meses a mi lado, ella pudo pensar y ubicarse dentro de su propio mundo.
Volvían a brillarle los ojos, sentía con lágrimas su felicidad; pero qué demonios, era feliz y eso es ante todo lo importante cuando amas de verdad a alguien. Y puedo asegurar que no necesitas que estén a tu lado para amarlas.
Yo la quería en la distancia, porque al fin y al cabo había sido su elección; y eso siempre se debe respetar.
Ella calla, calla, calla para siempre. Ahora ya sé cuál era su silencio, conozco el motivo de su vacío. Comprendo porque había sellado sus labios. El silencio se había quedado ahora dentro de mí. Había vuelto a hablar, y sus palabras tenían tanta fuerza que me hacían daño. Su corazón tenía razón, se había despertado de golpe. Se le escapó el hechizo, y se dio cuenta de su propio silencio, de las ganas de salir de mi jaula, de las ganas de cumplir la condena que le había atado a mí todos esos días azules y esas noches grises. No se trataba de haberse olvidado de mí, se trataba de haberse acordado de ella. Era el despertar del silencio, las ganas de luchar, de tirar para adelante; y de darse cuenta que no necesitaba un lastre grande y pesado como yo.
Yo aún sigo aquí, ella se ha marchado; pero todo es a mejor, sobretodo para ella.
A veces se me olvida que ya no me quiere, me despierto en una playa a su lado y miramos juntos las estrellas mientras le pregunto : ¿ Por qué estás tan callada ?
Me regaló tantas noches de amor que sólo puedo darle las gracias.
Se sienta a mi lado cogiéndome la mano. Nos miramos fijamente a los ojos, y ella me pregunta: ¿ dónde estás ?
Supongo que en la Luna, como siempre, viajando y en mi mundo. No le digo nada, es como si me ocultase ante ella por miedo a no dar la talla, es tan grande y fuerte que seguro que no soy suficiente. Mientras le mostraba mis sentimientos y le ocultaba mi vida, ella hacía todo lo contrario. Somos una pareja que ya no sabe bailar juntos, estamos completamente desacompasados, sin ritmo. Ella lo ve y toma la gran decisión con una gran frase: Aunque nos vendan lo contrario, estar en pareja tiene que ser un placer.
La próxima vez que nos veamos nos veremos diferentes, anónimos el uno para el otro, si pensar en el pasado si no es absolutamente necesario.
En cada uno de mis llantos navegará, en cada una de mis risas flotará. Será ese Sol que un día me iluminó y me enseñó todo la luz del planeta. Será siempre especial para mí, será mi gran amor. Le daré mil y una gracias por haberme enseñado todos los caminos que podemos escoger en la vida, por haberme hecho ver que no somos distintos de otros seres humanos porque todos sufrimos de la misma manera. Todos tenemos lágrimas preparadas para cualquier tipo de sufrimiento. Sus manos ya no me tocarán, pero las sentiré cerca porque me ha dado un buen empujón de realidad. Mis pies empiezan a pisar el mundo tal y como es; y empiezo a admitir los miedos de la soledad. Estoy aceptándome poco a poco, y empiezo a verme claro y descodificado de todo superficialidad. Qué triste que haya tenido que soportar el desamor para poder empezar a soportarme a mí mismo. Pronto me encontraré después de haberme perdido en un bosque frondoso y dónde mi única luz tenía nombre y forma de mujer. Una mujer bella por dentro y por fuera, y una persona que algún día dará todo eso al hombre más afortunado del planeta. Y espero que no cometa los mismos errores que yo; y empiece a escuchar desde el principio porque el silencio en una pareja duele. Y duele más al que se calla porque dejar de hablar es más difícil que hacerlo.
Óscar Valderrama Cánovas (graciarelacions@hotmail.com)
22 de diciembre del 2004
Relatos y poemas de Óscar Valderrama Cánovas:
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