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Era un miércoles por la tarde de estos días tristes de otoño, que parece que te invitan a quedarte quieto en casa, los niños empezaban a salir de la escuela chillando y alborotando como tenían de costumbre, Marta estaba sentada detrás de los cristales de la ventana, todos los días esperaba con una ansiedad enfermiza que fueran las cinco, esto lo iba haciendo desde hacía veinte años, era joven y bonita estaba en la flor de la vida pero estaba parapléjica, un horrible accidente de coche la dejo sin padres y postrada en una silla de ruedas para el resto de su vida, esta trascurría de la cama a la silla, toda su relación con el mundo exterior era su ventana, cuando mejor se sentía era cuando llegaba la primavera la dejaba abierta de par en par, los niños al salir de la escuela se quedaban jugando en la plaza hasta que el sol empezaba esconder sus primeros rayos, Marta se encontraba acompañada. Conocía todos los niños sabía todas sus travesuras sus gustos, le encantaba contemplarlos y adivinar lo que pasaba dentro de ellos, conocía bien el nombre de todos, eso le ayudaba a vivir y sentirse viva, no teniendo tiempo para pensar y lamentarse de su desgracia. Una hermana de su madre cuidaba de ella. Todos los días en medio del alboroto de los niños, se escuchaba una voz ronca diciendo las mismas palabras Marta, Marta cierra la ventana que empieza a refrescar, la misma monotonía día tras día, Marta sin contestar cerraba la ventana y se volvía quedar sola esperando que fueran las cinco de la tarde del día siguiente.
Marta se preguntaba que como hubiese sido su vida si en vez de mirar a través de la ventana, mirarse hacia ella, ¿sería mejor?. Quizá el mundo no estaba hecho para ella y estando al lado de fuera nunca hubiera tenido tranquilidad y la paz que sentía ahora. Esta pregunta se la repetiría el resto de su vida.
Poemas y relatos por María Teresa:
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