Welcome/Bienvenido/Benvingut
Welcome/Bienvenido/Benvingut

El rincón literario: Korubo, Aplastacabezas

(Basado en un hecho real.)


Maiá, la reina de los Korubo está terriblemente enferma. Los "aplastacabezas", como así se les llama por los hombres blancos, desatan gritos aterradores en la oscura noche de la selva amazónica brasileña, justo en el valle del Javarí, tierra inexpugnable aún, todavía prohibida para el hombre civilizado. Maiá se siente morir, las fiebres apenas la dejan respirar, vomita sin parar, y los Korubo piensan incluso que una espantosa maldición se cierne sobre ellos. No alcanzan a comprender el motivo ni el porqué.

Tabán, el hijo de Maiá, se siente incapaz de sonreír ni de bromear con nadie, cuando esa es su principal diversión. No está para bromas, la situación no es para menos. Piensa en el hombre blanco, al que cree culpable de muchas de sus desgracias, siempre intentando invadir sus dominios.

Pero Tabán no perdona, y si hay ocasión, en cuando divise a alguno de ellos en la espesura de la selva sin su permiso, no se lo piensa dos veces, y con temibles golpes con su "cacete", destroza su cabeza y sus sesos, hasta hacerlos puré.

Aún recuerda como murió Xanaí, su compañero de cacería y amigo desde su infancia. Una empresa maderera, que comenzaba a internarse en los límites de su territorio, acabó con la vida de Xanaí, que allí se encontraba cazando, y que al ver a los madereros se había acercado para desafiarles e intimidarles con su cacete. Se acercó tanto que fue incapaz de darse cuenta que uno de los grandes árboles de la selva se desmoronaba ya sobre él, sepultándole sin remedio. Tabán no olvidaría nunca tamaña osadía, y a los pocos días, cuando cuatro madereros aparecían en el mismo lugar, cazó sus almas como quien caza un simple conejo. También aquél día pudieron oírse gritos de guerra y victoria en toda la selva. Semejante trofeo fue pasto de los niños de la tribu, que, como si de un ritual se tratara, golpeaban rítmicamente sus cráneos hasta poder acabar con sus espíritus, pues los Korubo pensaban que era la única forma de hacer desaparecer sus almas, las cuáles consideraban indignas de formar parte de este mundo, su mundo...

Los Korubo no se nombraban así entre ellos. En realidad eran las tribus colindantes las que así les llamaban, y con ese nombre quedaron para los blancos. Ellos se definían así mismo como "d'slala". Pero, en el fondo, poco importaba todo eso, aunque no les agradara realmente.

Ahora, tras formar consejo, habían llegado a una determinación. Por primera vez en sus vidas, comprendían que necesitaban al hombre blanco. Su reina, Maiá, se moría. Tabán se negaba, no creía confiar en ellos, pero finalmente sucumbió ante la resolución de sus congéneres. Aunque, de ninguna manera iba a dejar aparcado su recelo ni su disconformidad. Estaría atento sin duda con los movimientos del hombre blanco. Y frente a cualquier paso en falso, sería implacable.

La enfermera, Magna, a pesar de sentir el miedo en el cuerpo, sabía que había llegado su momento. Y si lograba salvar a la reina Maiá, las cosas podrían cambiar, y tal vez, por qué no, lograr un atisbo de civilización en los Korubo. Pero también se jugaba la vida, sabía muy bien como podría terminar su cabeza, machacada como los ajos en un mortero.

Dos "Korubo" llegaron ante ella y la "FUNAI" (la Fundación Indígena de Brasil) implorando ayuda para su reina, aunque más bien aquello parecía una indiscutible exigencia, a juzgar por la forma en que, como siempre, mostraban sus "palos largos", los cacetes.

Magna no se lo pensó dos veces, y junto a los dos nativos y dos de sus compañeros, inició un viaje al epicentro de la selva nocturna, repleta de animales salvajes e infinidad de trampas y peligros.

La reina Maiá se encontraba esperándoles, junto a Xuca, su fiel servidora, que intentaba apaciguar el dolor de su reina como buenamente podía, casi siempre colocando su mano en la frente de Maiá, susurrándole palabras y más palabras en "Pano", el idioma de los Korubo, invocando así a los dioses y la posibilidad de alejar los malos espíritus que sin duda, pensaba, invadían el alma de su reina.

La enfermera Magna, al llegar, se estremeció al ver a la reina rodeada de más de 20 Korubos pintados de rojo y con sus palos, para ellos siempre inseparables. Era consciente que, de no salvar a su reina, ni ella ni sus amigos saldrían con vida de allí.

Maiá estaba ahora semiinconsciente, tumbada sobre la hamaca, y Magna presentía que los Korubo estaban como en trance, ávidos de sangre y sed de venganza, si su reina moría. La enfermera les conocía muy bien de otros contactos habidos con ellos, y sabía que ahora todo era distinto. El terror que invadía su cuerpo era tan evidente, que grandes surcos de gotas de sudor rodaban por su frente, como si en vez de reinar la noche, lo hiciese ese sol abrasador que en los veranos de su país azota sin descanso. Pero eso era mil veces mejor...

Tabán, nervioso y expectante, escupe de su boca palabras ininteligibles para Magna, que sabe ha llegado el momento de actuar. Ahora o nunca. Tras coger el brazo de la reina y tomarle la tensión, un terrible espasmo sacude a la soberana, haciéndola vomitar. Los Korubo, los veintitantos a la vez, levantan sus palos con los ojos desorbitados. Pero Magna, la enfermera, haciendo uso de una frialdad profesional, se levanta y la saca de la tienda, haciéndola moverse para dar a entender que sigue viva. Sabe que de pensar otra cosa, los indígenas, allí terminaban con sus vidas.

Magna piensa que hay que llevarla al campamento. Los Korubo les dejan hacer, aunque recelosos, y como si de un desfile se tratara, allí van detrás de ellos con paso uniforme, al tiempo que la reina Maiá, agoniza. Indicios de malaria es el diagnóstico de la enfermera Magna. Gracias a dios, hay suficientes medicinas en la fundación para atajar la enfermedad. Dos días después, la reina regresa al poblado, junto a Magna y los demás miembros de la fundación, todos españoles.

Los Korubo se relajan, ven a su reina recuperada y sana, y ahora ríen y saltan, incluso se permiten bromas con los españoles, mofándose de ellos, cuando éstos tropiezan en la espesura de la selva. Varias semanas quedan allí los españoles, conviviendo con ellos. Y así, Magna se siente orgullosa de su triunfo, pero sobre todo por haber logrado lo que se proponía, dar un paso más en la futura civilización de los korubo, aunque sabe no va a ser nada fácil ni hasta qué punto, beneficioso para ellos.

Cuando abandonan el poblado, Magna no puede dejar de pensar en su experiencia vivida, y, mirando a uno de sus compañeros, alcanza a decir: "Ellos aquí, y nosotros allí, un mundo dentro de otro mundo...

Francisco Arsis Caerols (mark66b@yahoo.es)

2004


Sobre el autor:
Francisco Arsis nació en Alcoy (Alicante) en 1966, y actualmente reside en la ciudad de Almansa, provincia de Albacete. Aunque es funcionario, su interés por la Literatura y la cultura en general le empujó desde muy pequeño a escribir, decantándose pronto por los cuentos y relatos cortos. En 1998 logró ser finalista en el 4º Certamen Literario de relatos breves organizados por "Libros Diez" en la propia ciudad de ALmansa, con el relato "Claro de Luna", lo que definitivamente le animó a seguir escribiendo con asiduidad. Ha publicado sus relatos en prensa y medios digitales, con gran éxito de público. Con la reciente publicación de su libro "Aventura en el pasado", novela de corte histórico y fantástico, el autor inicia así su incursión en un género que siempre le resultó especialmente atractivo y que por fin ha decidido abordar.

Otros relatos breves mandados por Francisco Arsis Caerols:





 
www.polseguera.com - © Polseguera. Todos los derechos reservados

info@polseguera.com