Hay algunos días que uno se levanta con aires revolucionarios observando como va el mundo. Dicho sentimiento desperto en mí una mañana leyendo el periódico. En la portada decía que trescientas mil personas en Yugoslavia se habían rebelado hacia su actual presidente. Mi cuerpo empezó a ser un volcán de rebeldía y de pensamientos.

Mientras, aquí en España, me dicen que un domingo cualquiera veinticinco campesinos han hecho una manifestación en contra de la subida de los precios de la gasolina. ¿Sólo veinticinco?

Ese mismo día fueron a los campos de futbol más de trescientas mil personas. Claro, es mas importante ver cuantos goles mete el extremo derecho del equipo de la ciudad que luchar por nuestros derechos. Otros, son más inteligentes, ven los partidos desde la television. Tienen razón. Es mas cómodo.

Nadie se queja, nadie exclama ni agita los brazos. Sólo veinticinco campesinos se atreven a levantar la voz y quizá algún que otro molotov. Sólo los oye la policía. Uno le pega en la cara para que espavile. El otro, el más grande, sin mediar palabra, le dice que fuera de aquí. No se puede estar aquí. Como me dirijas la palabra te inflo de hostias. Por detrás suyo, el otro poli suelta una patada al campesino de cincuenta años. Ese campesino que, como a ti y a mí, también le gusta ver el futbol.

No muy lejos de allí, los coches de las ciudades se dirigen a los terrenos de juego. Hay que ganar hoy. Si no ganan hoy habría que echar al entrenador y al presidente. Por cierto, en el descanso iremos a comprar unas cuantas cervezas.

Diferencia de ideales, de maneras de vivir, de actuar y de sentir. No le encuentro explicación. No lo entiendo. ¿Quién me lo explica?

Javier Gil (javiergil15@wanadoo.es)

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