El ave emigró en la tormenta del olvido, era como un rumor, que se queda en el silencio de tus ojos, y se ahoga en el encanto de tú sonrisa; es algo como el perfume de un rosal, es como el mudo campo de las pasiones sin que ellos, sean los más espantosos de la soledad.

Lienzo de la añoranza, sagrado, que cubrió el sacrificio de un sentimiento, que hizo pensar, que el dolor era inevitable: pero la pasión del corazón me hablaba de una sonrisa, que se resistía a ser vencida, que era lo más grande, lo más sublime, donde el viento jugueteaba como niño libre, como pájaro en vuelo.

Yo te pregunto ¿dónde están los ojos sin lágrimas que puedan mirarnos con misericordia, sin tener que enjugar las suyas?, donde los ojos que ignoraron el llanto, la boca que ignoró el ruego, y, el pecho que ignoró el sollozo. Soy fiel al recuerdo, pero te digo lienzo, he vuelto a ver aquella sonrisa dulce y enamoradora, el celaje de sus ojos, y he sentido el aroma de su perfume.

Tú me has enseñado el camino. Te digo lienzo, como diría aquel poeta, aquel, el que su vida cambió por un día de lluvia, porque su pueblo moría de sol; de las lágrimas que secamos en otros, se alza un suave perfume, que llega hasta nuestro corazón, y, nos hace llorar.

Abril, 1996

Hugo José González Velázquez (hugopipo4@hotmail.com)
20 de junio del 2005

Poemas de Hugo José González Velázquez: -Natacha-    -Entre Lienzos de Añoranzas-