Se decía que había encontrado el límite. Mientras hacía rechinar sus dientes apretándolos unos contra otros. Pero....¿El límite de qué? Si ya nació en el límite, nunca se creyó dueño de su destino, mas para hacerse fuerte trabajo su envilecimiento. Carne de cañón para un mundo que nunca tiene bastante. Sabía que la suerte caminaba en un camino paralelo, aunque en dos ocasiones de su vida se hubiera cruzado con ella mientras agachaba la cabeza y se encaminaba aún mas rápido hacia el final de su propio sendero. Convencido de que en la vida hay que dar paso tras paso, sin pararse un momento para no ser un presa fácil, reflejaba el temor de no haberse parado en ciertos momentos. Tras mucho caminar se dio cuenta de que era el mismo quien colocaba el límite a cada zancada, centímetro tras centímetro, nadie le había regalado aquella inexpugnable ruta sino que era el quien decidía, cada curva, cada giro y siempre la dirección, sólo existía un pequeño problema no se podía dar media vuelta, aún así el germen de lo que alguna vez estuvo junto a él, invadió sus entrañas haciéndose fuerte, y anclándose dentro de si mismo. Cierto que no se podía desandar lo andado, pero siempre podía dar un rodeo para volver a pasar por aquellos lugares en los que dejo lo realmente importante. Ya no le importaba llegar lejos o buscar un límite, sólo el ansia de tener aquellas cosas que amaba, no importaba lo duro que fuera el camino, o quizás nunca llegara a recuperarlas pero si no lo intentaba el resto no tendría sentido, mejor caer en la locura, que darse cuenta de que los miedos te marcaron tu camino.
SSMN
10 de enero del 2005