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Cuando ella vuelva, y yo me haya marchado
tal vez me buscará por los viejos caminos
quizá preguntará a los mutuos amigos
por el loco poeta, que nunca la ha olvidado
No le digan, ¡Por Dios! No vayan a decirle
de toda mi amargura, de todo mi quebranto
que estuve por su culpa a punto de morirme
hundido en mi tristeza, ahogado con mi llanto
Platiquen de otras cosa, ¡Ya ven que es muy sensible!
si un día se marchó, no lo hizo por herirme
estaba ya cansada, tal vez muy aburrida
ni vayan a culparla de su ingrata partida
de que hizo mil pedazos, mis sueños y mi vida
si acaso no pregunta, no vayan a aludirme
Ustedes ya conocen la historia de mi vida
ella era mi esperanza, mi lámpara encendida
el credo de mi alma, las alas de mi anhelo
la sangre de mi sangre, la virgen de mi cielo
Llegaba a mis oídos el eco de sus pasos
como una sonatina vibrando con el viento
su prístina presencia, el nudo de sus brazos
fulgían como Soles aquí en mi pensamiento
Mil veces caminamos muy juntos por la arena
de playas solitarias sin un solo testigo
hicimos mil promesas, de amor y dicha eternas
¿Acaso el tanto amarla merece este castigo?
Hoy todo ha terminado, me ahoga el sentimiento
mi lámpara encendida cególa cruel el viento
me falta su presencia, le falta alma a mi cuerpo
Si acaso les pregunta,
tan solo díganle. ¡Ha muerto!
Anselmo Gonzalez Madrigal (monterrey_glz@hotmail.com)
Enviado el 17 de febrero del 2011
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