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Cristina siempre había vivido en el campo, nació en un pequeño cortijo propiedad de sus padres, era la pequeña de una familia formada por los padres y seis hijos. Se crío libre como un pajarito, siempre correteando, al igual que un potro salvaje, era alegre y vivaracha, no era muy alta y bastante delgada, unas pequeñas pecas rodeaban su nariz, resultaba muy graciosa, no fue al colegio, por lo tanto no sabía leer ni escribir.
Los padres eran buenas personas, nunca se preocuparon de nada que no fuera su vida cotidiana, el campo, los animales y ver crecer a sus hijos fuertes sanos y trabajadores. Con Cristina siempre fue diferente quizás al ser niña nunca la vieron igual. Cuando cumplió los quince años decidieron que tenía que ir a servir a Barcelona.
La prima de Cristina había echo lo mismo, pero como se casaba aprovecharon para colocarla, Cuando se lo dijeron Cristina se encogió de hombros, una costumbre habitual en ella, sentía tener que abandonar su libertad, aunque también tenía una enorme curiosidad por ver lo que había mas allá de sus hermosos prados, sus riachuelos, sus árboles etc…
Dijo a todo adiós sin inmutarse, nadie pudo adivinar lo que pasaba aquellos momentos por su cabeza, ni tampoco se lo preguntaron.
Cuando llego a la capital miraba todo con asombro y empezó asustarse, siempre había sido muy valiente y no podía dejarlo de serlo en este momento tan importante de su vida, levanto su carita, frunció el ceño y arrugo su nariz como solo ella sabia hacerlo y se dijo así misma que no tenia que sentir miedo y siguió adelante sin mirar atrás.
Al llegar a su nuevo hogar estaba completamente cohibida, entro por la puerta del servicio acompañada de su prima, ella le presento los señores, Cristina no tenia suficientes ojos para mirar todo lo que le rodeaba y le gusto. No paraba de preguntarse: ¿será todo igual?, cuando vio a la señora marquesa se quedo sin respiración y sin poder articular palabra. La señora para Cristina parecía un aparición, era alta, elegante y terriblemente guapa con un sonrisa que se metía muy dentro, la pobre Cristina se quedo completamente anonada, no sabia donde mirar ni que decir, se le puso un nudo a la garganta que la ahogaba (al menos era la sensación que sentía), al oírla hablar con su dulce y bien timbrada voz se tranquilizo.
La pusieron al servicio de la señora marquesa, los primeros días fue una calamidad, pero poco a poco se fue acostumbrando. La señora le tomo mucho cariño la veía como una niña desvalida que necesitaba protección, procuro moldearla a su gusto, al ver que no sabia leer ni escribir, busco un profesor el que iba darle clase dos días por semana, Cristina era inteligente, pronto aprendió, no se cansaba de preguntar todas las cosas que no comprendían, tenía un enorme interés en saber, todo era nuevo para ella, se preguntaba ¿cómo había podido pasar quince años sin saber estas cosas maravillosas?, pero…en el campo tampoco le hacían falta, se repetía una y otra vez como si quisiera convencerse ella misma de lo que estaba diciendo.
Pasaron cuatro años Cristina estaba irreconocible, se había convertido en una señorita culta y educada y además muy bonita, del potro salvaje que vino del campo solo quedaban las graciosas pecas que rodeaban su nariz.
Empezó una nueva etapa en la vida de Cristina, los días que tenia libre solía salir con un grupo de amigas y amigos que estaban sirviendo en el mismo barrio, iba al cine baile etc.
Por entonces fue cuando conoció a Carlos, entre los dos pronto hubo mas que amistad, desde el primer día se sintieron uno atraído por el otro y así empezó su noviazgo, Cristina no le digo en que estaba trabajando y cada vez que pasaba mas tiempo se le hacía mas difícil decirle la verdad.
Cuando regresaba a casa se despedían en un barrio antes de llegar al suyo, le empezó a entrar pánico de que se enterara de que era una chica de servicio.
Paso algún tiempo, Cristina se repetía que se lo tenía que decir pero en el momento de la verdad, se le ponía un nudo a la garganta y le era imposible articular palabra, no estaba avergonzada de su trabajo, se sentía orgullosa, además todo lo que era lo debía a los señores y esto ella no lo olvidarla nunca. Lo que le preocupaba es que cuando se enterara Carlos la dejara de querer, el era un señorito estaba trabajando en un banco, Cristina consideraba que estaba en un nivel social muy diferente, cada vez que lo pensaba le entraba pánico.
Un día se decidió, no debía pasar mas tiempo sin hablar, estaba muerta de miedo, había salido con Carlos como todos los domingos, toda la tarde estuvo rara, Carlos no se cansaba de preguntarle que le pasaba, ella se daba prisa a contestarle que nada, al final llego el momento, cuando se fueron a casa siguieron hasta la gran mansión donde vivía.
Carlos no demostró ninguna extrañeza, eso intrigo a Cristina, al mismo tiempo le dio fuerzas para continuar, allí mismo le contó toda su vida desde que vino del cortijo donde paso sus primeros quince años, Carlos la dejo hablar sin interrumpirla para nada, cuando termino los dos se quedaron en silencio, Cristina con los ojos cerrados esperando que el dijera algo, Carlos estallo con una fuerte risa diciendo que ya hacia tiempo que lo sabia todo, pero estaba esperando que ella se decidiera hablar para explicárselo.
Al cabo de un tiempo Cristina y Carlos se casaron, la señora estuvo a su lado pendiente de ella dándole muy buenos consejos hasta que llego el día tan esperado.
Salio de la casa para convertirse en la esposa de Carlos y formar una nueva familia.
Nunca hay que ocultar la verdad, aunque sea por miedo a perder a la persona amada, tarde o temprano todo se sabe, nuestra historia termina bien, pero no siempre sucede así.
Poemas y relatos por María Teresa:
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