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El rincón literario: Cíclico


La noche amenazaba tormenta, el calor que había hecho los días anteriores así lo anunciaban. Dentro de la casa, José Maria estaba delante del ordenador, en cuya mesa se amontonaban algunos papeles y libros, y un cenicero de plástico bastante usado. Encendió un cigarrillo y siguió escribiendo el e-mail que le iba a mandar a un amigo, que por motivos de trabajo había emigrado a Castellón. La lluvia empezó a golpear los cristales de la ventana, en el techo también se oía la lluvia, pues José Maria vivía en un tercer piso y encima de el tenia la azotea. La casa no era muy grande pero si muy confortable, con dos habitaciones, comedor, baño y cocina tenia que le sobraba, como el solía decir siempre, vivía solo y esa casa era suficiente para él. La decoración también era muy sencilla, los típicos muebles del comedor, mesa, sofá, la tele, la cama del dormitorio, etc.

Cuando termino de escribir el e-mail cambio de pantalla y se metió en un buscador, decidió navegar un rato, ya que debido a la lluvia que estaba cayendo no pensaba salir a ninguna parte. Durante unos segundos la ventana se iluminó por un relámpago, y segundos después se escuchaba el trueno.

De lo que José Maria no se dio cuenta fue de la extraña figura que el relámpago había iluminado en su dormitorio, no se dio cuenta porque el estaba en el comedor, donde tenía el ordenador. La figura recordaba a un hombre pero de una estatura menor a lo normal y con un tamaño craneal bastante fuera de lo común. Los ojos, boca y nariz no presentaban deformaciones algunas, eran, dentro de lo que cabía, normales. El resto del cuerpo guardaba las proporciones con respecto a la estatura que tenia, vestía una especie de túnica, no muy ceñida, de un color oscuro y sin capucha. Aquel extraño ser avanzó despacio hacia la puerta del dormitorio. Conforme se acercaba a la puerta veía de espaldas a José Maria sentado frente al ordenador. Aquel extraño ser empezó a cambiar, se fue haciendo aún más pequeño, los brazos empezaron alargarse, y por algunas partes de su cuerpo o lo que quiera que fuese aquello empezaban a salirle tentáculos. Se empezó a convertir en una masa deforme que ya no andaba sino que se arrastraba haciendo un ruido fangoso y abominable. José Maria sintió a sus espaldas un extraño ruido, como una especie de “chop, chop”, como si algo húmedo y viscoso estuviera a sus espaldas. El terror le dejo paralizado cuando se volvió hacia atrás y vio aquella abominación, que probablemente el infierno había dejado escapar, pues de otro lado no podía haber salido. No se dio cuenta si gritó o no pues el miedo no le dejaba escuchar nada excepto el ruido que hacia aquella cosa y los latidos de su corazón. Ante los incrédulos ojos de José Maria el ser empezó a ser como absorbido por el suelo, era como si el suelo se hubiera convertido en arenas movedizas y se estuviera hundiendo en ella. En su loco terror, José Maria, huyó trompicones del comedor, notaba que su corazón no resistiría mucho tiempo semejante sobredosis de adrenalina, y temió que le diera un colapso allí mismo. Cuando cruzó la puerta del comedor se volvió, y vio que aquella cosa había desaparecido, se había hundido en el suelo. Pensó en sus vecinos de abajo, aquella cosa puede haber aparecido en casa de sus vecinos de abajo, ya que su suelo, era el techo de ellos. Salió de su casa y bajo la escalera, se paró ante la puerta de los vecinos y pensó, que llamar a la puerta y contarles esa historia sería de locos, no le creerían. Acercó la oreja a la puerta a ver si escuchaba algún grito o algo extraño, lógicamente si ese ser había aparecido en casa de sus vecinos, estos gritarían. No se escuchaba nada extraño, primero escuchó la voz de una mujer, Gloria, no se distinguía lo que decía pero dijo una frase, luego Quique, el hijo, dijo algo que tampoco entendió pero era una frase corta, como si afirmara algo, luego Mateos, el marido de Gloria y padre de Quique, otra frase una poco mas larga, también incomprensible, después otra vez Quique y por ultimo Gloria de nuevo. Sin duda allí no pasaba nada extraño, ese ser no había aparecido en casa de los vecinos y José Maria empezó a sospechar si lo que vio no fue producto de su imaginación, trabajaba mucho y era muy propenso al estrés. De nuevo volvió a escuchar a su vecina Gloria, después otra vez Quique, con otra frase corta, luego Mateos, Quique otra vez y de nuevo Gloria. Sin duda su imaginación le había jugado una mala pasada. Un poco más tranquilo decidió volver a su casa cuando de nuevo escuchó hablar a Gloria, después a Quique, Mateos, otra vez Quique y por ultimo Gloria. “Si no fuera porque estoy muy nervios dirían que están repitiendo las mismas frases” pensó José Maria. Otra vez la voz de Gloria, su hijo Quique, su marido, su hijo de nuevo, y ella por último. José Maria se dio cuenta que sus vecinos repetían una y otra vez lo mismo, aunque no le entendiera, la duración y cadencia de las frases eran idénticas una y otra vez. Confundido por todo lo que le estaba pasando subió a su casa, abrió despacio la puerta y miró a ambos lados por si esa cosa había vuelto aparecer para darle una sorpresa. Miró en toda la casa y no había nada extraño.

-Creo que necesito descansar, demasiado estrés.
Se tumbo en la cama, casi sin desnudarse, cerró los ojos pero tuvo que abrirlos de inmediato porque no se quitaba de la imaginación el ser que había visto hace un rato, tampoco dejaba de pensar en la extraña conversación de sus vecinos. Se levantó y se sentó frente al televisor, cogió el mando a distancia y lo encendió, lo que salió fue un programa de debate, había un tipo con cara de político hablando de la Unión Europea, otro con cara de banquero le interrumpía porque no estaba de acuerdo en lo que decía, y seguidamente el moderador cambiaba de tema. Después otra vez el tipo con cara de político volvía a decir lo mismo, el de cara de banquero volvía a interrumpirlo y el moderador volvía a cambiar de tema. José Maria no salía de su asombro, otra vez el de la cara de político volvía a decir lo mismo, de nuevo el banquero y por último el moderador. Cambio de cadena, una película, la escena de la película volvía a repetirse una y otra vez, como los tíos del debate y como la conversación de sus vecinos. Volvió a cambiar de canal y conectó con una partido de fútbol, era un claro fuera de juego que el arbitro pitó sin ninguna duda, bueno, el arbitro lo pitaba una y otra vez, siempre la misma jugada, siempre las mismas imágenes. Apagó la televisión, y se tapó la cara con las manos, tenia que poner en orden sus pensamientos, aquella situación era completamente absurda. De pronto lo pensó, el teléfono, entre tantas situaciones que le había tocado vivir esa noche, no se había acordado del teléfono. Podía llamar algún amigo para saber si a eé le pasaba lo mismo. En ese momento soltó una carcajada, se imaginaba llamando a un amigo y contándole lo del hombrecillo que se había convertido en una especie de pulpo, la conversación de sus vecinos, las escenas que se repetían en la televisión. No sabía el porqué, pero le gustaría contárselo a alguien, y que lo tomaran por loco, al menos eso demostraría que todo aquello no era mas que producto de su imaginación. Se acercó hasta el teléfono inalámbrico que tenía sobre una mesita, junto a uno de los sillones. Cogió el auricular y marcó el número de teléfono de Pilar. No sabía el porqué había marcado el número de pilar, pero sabía que ella era una de las personas mas comprensivas que había conocido, además de ser su ex novia. A pesar de que hace algunos años habían roto sus relaciones, algunas veces se llamaban para saber el uno del otro. Marcó el número y esperó la señal. Sonó la primera señal, “parece que esto funciona” pensó José Maria con todos los músculos de su cuerpo tensos como cables de acero y mirando hacia todos lados por si apareciese aquella cosa otra vez. La segunda señal, miró la hora en su reloj de pulsera, eran las diez y cuarto de la noche, no creía que estuviera en la calle, y más aún con la noche que hacía. Pensó si su reloj no se había vuelto cíclico al igual que sus vecinos y los programas de televisión, pero eso era una cosa que comprobaría después. Ya habían sonado varias señales, y al otro lado no cogía nadie el teléfono, de pronto salto el contestador, del otro teléfono.

La voz femenina del contestador, que no era la de pilar, si no la que por defecto tiene grabado el servicio de contestador automático, comenzó su típica frase. “Este es el contestador automático del,,,” el número que aquella voz empezó a decir no tenía nada que ver con el que él había marcado, no era el número de Pilar. Pensó que se había equivocado, que con los nervios había macado otro número. Volvió a intentarlo, esta vez asegurándose que marcaba los números que correspondían al teléfono de Pilar. El resultado era el mismo, volvía a saltar el contestador automático, del mismo número que antes. Marcó otro número, el de su hermano Antonio, obtenía el mismo resultado. Marcara a donde marcara, siempre salía el mismo contestador. José Maria, tiró el auricular del teléfono inalámbrico contra la pared, gritando.

-¡QUÉ ESTA PASANDO AQUÍ!, ¡P0RQUEEEEEÉ!
Salió corriendo de su casa y bajo las escaleras, al pasar por delante de la puerta de sus vecinos se detuvo, tuvo la necesidad de escuchar aquella extraña conversación que se repetía una y otra vez, empezó a escuchar con la esperanza de no escucharlos o por lo menos que hubiesen cambiado de pautas. Pero no, aquello seguía igual, primero su vecina, después el niño, seguidamente el marido, el niño otra vez y de nuevo ella. De pronto sintió la enorme tentación de llamar al timbre de aquella puerta, por un instante se paró a pensar que escena se encontraría dentro de aquella casa, sintió un escalofrió por la espalda pensando en ello. Sin embargo, la tentación de llamar al timbre seguía teniéndola a pesar del miedo, era como una señal que le decía que llamara, que quizás así podría encontrar ayuda. Respiró hondo y llamó al timbre, una llamada corta como el que no quiere molestar. Segundos después llamo otra vez con mas fuerza, el tiempo que estuvo esperando que alguien le abriera se hizo eterno, pero no le habría nadie. Volvió a llamar más insistentemente, pero por lo visto nadie le escuchaba o sabía Dios que estaba ocurriendo dentro de aquella casa. Casi por instinto empujó la puerta, estaba abierta, se había abierto un poco. Casi al borde del paroxismo empujó un poco más, no quería ni pensar que encontraría allí dentro, cuando la puerta estaba lo suficientemente abierta como para que una persona pudiera entrar, José Maria que nunca había sido muy cristiano, se encomendó al cielo pidiéndole protección. Ando unos pasos hacia dentro, hacia el “hall”, como decían los ingleses, y que el personalmente le gustaba decir “la entrada”. A unos metros de la puerta de entrada había una puerta corredera que daba al comedor de sus vecinos, estaba cerrada hasta poco más de la mitad, se veía luz a través de su cristal esmerilado y unas figuras borrosas a través de ella. Lo que más le llamo la atención a José Maria, es que seguía escuchando aquella curiosa conversación pero como si aún la escuchara a través de la puerta, seguía sin entender nada de lo que decían. Un pensamiento le asalto, quizás estaban amordazados por eso no le entendía lo que decían, abrió la puerta corredera y entró en el comedor de aquella familia.

Ahora José Maria pensaba en todo ello fríamente, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que entró en la casa de sus vecinos, y los vio, sentados, con las miradas perdidas, y sin bocas. En el lugar donde deberían tener las bocas, no había nada, pero de allí, de aquellas caras, de aquellas cabezas salían las incompresibles frases que había escuchado siempre, y aún seguían siendo incomprensibles. Las frases tenían la misma pauta de siempre, primero ella, después el hijo, el marido, el hijo, y de nuevo ella. La televisión la tenían encendida, eso también lo recuerda, y había una especie de concurso, donde la escena se repetía una y otra vez. Recordaba como salió gritando de aquella casa y como bajó, corriendo las escaleras, que casi se cae rodando por ellas. Huyo por la calle y después de correr, volvió al mismo sitio, es decir, al portal de su casa, ya así ocurría una y otra vez cada vez que intentaba huir. También recordaba que por la calle pasaban coches, siempre los mismos coches, y sobre todo pensaba en aquellos seres de gran cabeza y sin pelos, con túnica que siempre le sonreían. Aquellos seres estaban casi por todas partes, además también vio que a veces se transformaban en aquella cosa que el vio en su casa, y que cuando hacían eso, se hundían en el suelo tal como ocurrió delante suya, quizás viajaran así a través del espacio o dimensiones. Ahora cuando recuerda todo esto asomado al balcón de su casa, sigue viendo aquellos seres andando por la calle. Por lo visto hasta la lluvia seguía una pauta repetitiva, y el día se negaba a llegar, aún era de noche, y no se veía ni siquiera la primera claridad del alba. También había notado que no sentía hambre, ni sed, aunque había perdido la noción del tiempo –su reloj, aunque andaba, marcaba las mismas horas siempre- sabía que había pasado casi un día entero. No sentir hambre ni sed, le aterrorizaba, quizás fuera el primer síntoma para quedarse sin boca como le había ocurrido a sus vecinos. Miró hacia abajo, había algunos hombrecillos, inclino su cuerpo más hacia la calle, sintió como su punto de gravedad se desplazaba hacia su cabeza, se inclinó aún mas y su cuerpo se precipito al vacío.

Sintió el golpe contra el suelo, parecía que se le habían movido todos los órganos de su cuerpo, tumbado en la acera, frente a su portal, con los ojos cerrados, comprobó que no se había matado en la caída, seguía vivo, ahora le aterraba el hecho de estar malherido y de no poder moverse, o haberse quedado parapléjico. Con los ojos aún cerrados, movió un poco la mano, le respondía. La mano le respondía, y también los dos brazos y las piernas, no sentía tampoco dolor alguno. Abrió los ojos y vio como unos cuantos hombrecillos de aquellos le miraban, sonriéndole, como no dándolo importancia a su intento de suicidio. José Maria se incorporo, no le dolía ningún hueso, no se había hecho daño alguno, ni siquiera su ropa estaba afectada por la caída. Se levantó en medio de aquellos hombrecillos que le seguían mirando con aquella extraña sonrisa, José Maria, se tapó la cara con las manos y lloró, lloró como nunca había llorado en su vida, y fue entonces cuando comprendió, que quizás jamás lograría escapar de aquel extraño mundo o dimensión en la que sin saber como, había quedado atrapado.

4/06/02

Jerónimo Vergara Macias (jvm91@hotmail.com)






 
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