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El rincón literario: Aurora


No consigo escribir. La mancha sombría me invadió hace un tiempo, y campa a sus anchas en mi cabeza. Codiciosa, me robó todos los recuerdos. Miro la pluma, tan familiar. Un nudo se me viene a la garganta. Sé que hace no mucho tiempo fluía entre mis dedos y me ofrecía inagotables placeres. Ahora se niega a dejarse acariciar. No puedo escribir nada Aurora, no sé hacerlo. Mis dedos no obedecen a mis gritos ahogados. Mis manos no responden y se mantienen muertas sobre la butaca.; la vida se me va…

Algunas noches, cuando crees que duermo en mi butaca, te oigo llorar. Abres solemne los libros que coronan nuestra estantería. Sé que los he escrito yo porque me lo cuentas orgullosa; Acaricias las páginas, y me lees fragmentos de uno y de otro con el anhelo de quien busca la palabra que encienda la chispa de mi memoria. Pero no. No reconozco esos libros Aurora.

Ayer cumplí años. Invitaste a toda aquella gente, la misma que me viene a ver cada tarde, y que me vigila desde las fotografías que hay en mi despacho. Me esperaban en casa a la vuelta de la rehabilitación; sostenían globos, y un cartel enorme. No sé qué decía, pero te emocionaste. Siempre fuiste tan sensible… También vinieron varios niños que corrieron a abrazarte en cuanto cruzamos la puerta. Te llamaban abuela. Se te veía feliz.

Me giro hacia la entrada de mi despacho, y te veo entrar. De tu mano uno de los niños que estuvo ayer en casa. Os acercáis a mi butaca. El chiquillo es guapo; Me recuerda a alguien, pero no sé a quién. Es rubio y se me acerca con el descaro de quien no tiene nada que perder. Me desconcierta esa confianza y a la vez me invade una sensación de familiar calor. “Xabier, dale un beso al abuelo”. Te miro atónito. El niño se pone de puntillas y me besa. Y me mira y sonríe. Tiene una sonrisa amplia y azul. Le acaricio el pelo rubio. A quien me recuerda…mi pensamiento se ve interrumpido por un “te quiero abuelo”. Otra vez el nudo en la garganta. Sé que debería saber quién es. Me ha llamado abuelo, y me interrogas con la mirada. No, no sé quién es. Asiento. Torpemente. No respondo. Sigo mudo, y os vais como habéis venido. Lo siento Aurora, no sé quién es…si supieras que hay días que me sobresalto cuando me miro al espejo, si supieras que no me reconozco en el reflejo…quisiera hacer algo para aliviar esa pena que hace un tiempo te asalta y que se que tiene que ver conmigo y con la mancha, pero cada día que pasa es peor y el abismo se cierne sobre mis ojos, mi boca, y mi alma, profanando mis recuerdos.

Oigo la puerta de la calle cerrarse. El niño se ha ido. Vuelves arrastrando los pies- cansados-por el pasillo. Me miras al entrar, has vuelto a llorar, pero sonríes. Te acercas a mí, me tomas la cara entre tus manos suaves, sabias, y me preguntas: “Alfonso, ¿sabes quién soy?”. Y me zambullo en tu mirada. Las palabras se amontonan en mi garganta. No puedo hablar. Te abrazo fuerte, con urgencia, y trato de que mi abrazo te transmita las palabras que han muerto en mis labios. Quisiera gritar pero las garras ávidas y feroces de la amnesia no me dejan ni siquiera recordar lo que quiero decirte. Cierro los ojos y hundo mi vieja cabeza en tu cuello, entre tu pelo. Aspiro profundo y dejo que tu olor me llene los pulmones…


Marta Berastain (berastainmarta@hotmail.com)

Enviado el 13 de octubre del 2011
recortablesyquimeras.blogspot.com


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