De León Bloy a Leonardo Castellani, S.J.
Un siglo de literatuta Católica.
Por Fabián Abdala Marzá.
fabian@latinterra.com
Lloret de Mar (Girona)
León Bloy, llamado el peregrino del absoluto -título del sexto tomo
de su diario- se hizo un especialista de la injuria.
Como Hugo, expresó Borges, a quien malquería por notorias razones,
León Bloy suscita en el lector una deslumbrante admiración o un
total rechazo.
¿Quien és éste Bloy que sentenciara que Francia era el pueblo
elegido y que las demás naciones del orbe debían contentarse con
las migajas que caen de su plato?.
Fue un escritor católico que tomo a la religión tan de veras como
el más austero de los monjes medievales.
Escribió: "...Soy un peregrino del Santo Sepulcro. Eso y nada más.
La vida no tiene otro objeto, y lo que más ha honrado a la razón
humana es la locura de las cruzadas. Antes del cretinismo científico, los
niños sabían que el sepulcro del Salvador es el centro del universo...".
Bloy es uno de los más insignes escritores de la llamada "Literatura
Católica".
Yo lo considero junto con el danés Kierkegaard uno de los auténticos
fundadores del existencialismo.
Como místico alcanzó la vía unitiva, tras una larga purificación.
Conocí de su existencia cuando de adolescente leí "Las grandes
amistades" de Jacques Maritain y de su esposa Raïsa.
Su novela "Le Désespéré" (1886) tiene profundidad
oceanica y vuelo celestial, es una auténtica flagelación, dijo de
ella Robert Lemm.
Mientras el Nietzche predica el ideal del Super-hombre y una reversión
de los valores occidentales, Bloy se sentía llamado a rescatar los últimos
justos del inevitable derrumbe moral.
Apuntó en el penúltimo tomo de su diario: "La Fe está
tan muerta que uno se pregunta si jamás vivió".
A posteriori las letras testimoniaron otros escritores católicos de primerísimo
orden, Huysman, el inglés Chesterton, etc. Pero el que más semejanza
presenta con Bloy fue el P. Leonardo Castellani; nacido en el Norte Santafesino;
en la República Argentina devino: jesuita, filósofo, teólogo
y profeta incluso.
Lo considero el máximo intelectual del siglo pasado. Como nuevo Quijote
debió emprender lucha por la patria cristiana, por el orbe católico.
Expositor insigne de la neo-escolástica argentina, fue polígrafo
en abundancia y perseguido.
Por él emprendí mi viaje a París; la lectura de sus escritos
me acompañaron durante mis años de quodlibeto.
Como Bloy bramó mucho. Elegió el catolicismo; nos dice: "Yo
elegí el ideal cristiano. Hoy día comporta riesgos de muerte. Siempre
los comportó.
Y decidí ponerme de parte de los astros, es decir, de los santos. Pobres
santos de hoy, que ya no son astros; son estrellas perdidos en medio de la tempestad
de las tinieblas, que vertió la Quinta Fiala; que van como pueden, dando
mugidos y topetazos de toros ciegos, aletazos al sego de águilas en la
tormenta".
Castellani estuvo cerca del jorobado Kierkegaard, escritor y editor de libros
invendibles y cifrados, de Gandhi, que fue moro y sarraceno, de Baudelaire cercado
en el estrépito de la rue D'Assas; del catalán Balmes, fusilado
a los 30 años, de Rosmini, "incanonizabile", según expresión
del Cardenal Antonelli; y claro está del botarate León Bloy, romanticón
presuntuoso, pedigüeño y exagerado.
Afirma que el origen de la Fe es el sentimiento de indigencia ("indiget",
Santo Tomás), dependencia absoluta y pequeñez.
Confieso que este sentimiento es la musa que me convida a escribir.
Añade que la Fe es la muerte, o por lo menos que nace de la cita con la
muerte. Escribió:
"Yo le he dado a la muerte una cita, y estoy segurísimo de que ella
acudirá...".
París, mayo de 2003