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Artículos o escritos interesantes: Amañado no, acostumbrado

El sábado por la tarde acuden a la Plaza de Prosperidad, un típico barrio de Madrid, varios grupos de inmigrantes. Los primeros en llegar, de punta en blanco y oliendo a colonia, son dominicanos. Se ubican unos alrededor de un banco que parece pertenecerles por derecho, y otros forman corrillo tan cerca de la boca del metro que algunas personas tienen que rodearlos para pasar. Son bullangueros y hacen exhibición de gestos y ademanes. De vez en cuando sube el tono de las voces presagiando una fuerte disputa pero no pasa nada. Uno de ellos, alto y delgado, de pelo rizado canoso, parece ser el que controla. Han traído a España sus alegres costumbres del malecón, de la playa o de una esquina cualquiera de Santo Domingo. Falta la música, pero la tendrán cuando anochezca y extiendan su tertulia a las peluquerías latinas y los bares dominicanos de la zona.

En un lugar escondido de la plaza cuatro ecuatorianos beben cerveza lentamente. Son reservados y hablan bajito como si desearan no hacerse notar, con esa apariencia sumisa que sólo superan los bolivianos. Un par de horas antes estaban encaramados en los andamios de un edificio en construcción. No se mezclan con españoles ni con otros inmigrantes. Antes se quedaban hasta tarde y se emborrachaban pero como la plaza fue reformada e iluminada ya no se presta para eso. Volverán a sus viviendas, pisos alquilados para cuatro personas pero que comparten al menos ocho para ahorrar bastante, viviendo a su manera, y enviar hasta la mitad de los ingresos a sus familias incompletas, en Quito o Guayaquil.

Una pareja colombiana, con inconfundible acento bogotano, discute al parecer sobre algo muy importante pero tratándose cariñosamente al tiempo que vigilan a su pequeño, ¿un españolito?, que disfruta de los juegos. Cada tanto el hombre se levanta, impulsa una o dos veces el columpio y vuelve junto a su mujer para retomar la charla. Los colombianos se integran mejor, por propia iniciativa, aunque depende del escalón sociocultural. Los hay entregados a la nostalgia que se recluyen en sus pequeños feudos, reconocibles fácilmente por el volumen de la música (salsa, merengue o vallenato) que se escapa por los balcones.

En la zona infantil, madres de distintos orígenes cuidan a sus hijos y aplauden sus acrobacias. Hay niños españoles y de otras nacionalidades. La joven china de la tienda de enfrente ha llevado a sus hermanitos menores. Juegan todos juntos y se entienden a las mil maravillas. Parece el sueño de la ONU hecho realidad en cuarenta metros cuadrados. ¡Miren qué fácil!, basta con que actuemos como niños para construir la sociedad ideal. Pero los adultos no tenemos la virtud de la inocencia.

En el parque hay también una “terraza”, como se llama aquí a los espacios que los bares invaden con mesas y sillas, en las plazas y aceras. Aunque algunos apuran el sol que entibia todavía los bancos de la plaza, los españoles, que nunca desprecian la ocasión para una cerveza o un vaso de vino y unas tapas, prefieren la terraza.

Cuando acabe la tarde, los visitantes de la plaza serán los que surgen del metro con aspecto cansado y los grupos de jóvenes que planean la noche del sábado. Para los inmigrantes aún habrá, hasta la medianoche, un sitio de encuentro: el locutorio, templo de asistencia obligada para hablar con los suyos y enviarles el tributo de la remesa mensual o semanal, “aunque sea para que paguen los servicios”. Al otro lado, madres, hijos y esposas, mientras idealizan la realidad española, aguardan el siempre demorado reencuentro.

A pesar de la inextinguible conexión con su origen, los inmigrantes han de adaptarse a otra realidad, como fórmula para sobrevivir. Si preguntas a un colombiano si está “amañado” en España, copiando una expresión de su tierra, te responderá: “amañado no, acostumbrado”. En el trabajo les es más fácil acostumbrarse; hay esa tácita convivencia que empieza y termina con cada jornada. Pero, al fin y al cabo, es la misión que trajeron: trabajar, ganar en euros y ayudar a sus familias. Así, cada día, el objetivo está cumplido.

(Marzo 24 de 2007)



 José Luis Rivas M. (joseluisrivas@mi.madritel.es)
Enviado el 2 de mayo del 2008.




 
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